Advierten sobre el peligro de una dieta poco nutritiva

Los jóvenes que viven solos están muy mal alimentados

Tienen entre 17 y 35 años. Consumen pocas frutas y verduras, y muchos fiambres y delivery. Dicen que es por falta de tiempo, cansancio o desidia. Según los expertos, puede ser el inicio del sobrepeso.

Fuente: Clarin.com

Por Martin Grosz

Por cansancio. Por falta de tiempo. Para no sufrir la soledad. Excusas abundan para un problema que preocupa en forma creciente a médicos y nutricionistas: los jóvenes que viven solos se alimentan peligrosamente mal. Ya sin nadie que les cocine, abusan de los platos rápidos, los sándwiches, la pizza y los snacks, se saltean comidas y casi no consumen frutas, verduras, lácteos y carnes frescas. Estos hábitos, coinciden expertos consultados por Clarín , causan serias carencias que generan decaimiento y aumentan los riesgos de sufrir obesidad, anemia, osteoporosis y enfermedad cardiovascular, entre otros males.

El fenómeno afecta especialmente a personas de entre 17 y 35 años que viven solas. Algunos son jóvenes que emigran a la ciudad a estudiar. Otros, profesionales en sus primeros años de independencia. En ambos casos, la soledad parece alejarlos de la cocina y llevarlos a tener dietas insalubres.

Un estudio de la Escuela de Nutrición de la UBA mostró que más del 75% de los universitarios consume menos calorías de las recomendadas. Según Carolina Chevallier, docente de Nutrición Normal en esa institución, esto en el corto plazo “provoca adelgazamiento y pérdida de masa muscular, con el consiguiente decaimiento”.

“Se observa un claro aumento de la vida en soledad, que casi siempre se asocia a malos hábitos de alimentación. Lo más común es el consumo exclusivo o preferente de comidas hechas, como alimentos envasados y fiambres, o el delivery de pizza y empanadas. Es una dieta monótona, desbalanceada, disarmónica e inadecuada”, explica Edgardo Ridner, presidente de la Sociedad Argentina de Nutrición.

Beatriz Ravanelli, de la Asociación Argentina de Nutricionistas, coincide en el diagnóstico y detalla: “Registramos baja ingesta de frutas y hortalizas, cereales integrales, lácteos, carnes magras y pescado. Y un alto consumo de golosinas, snacks, galletitas, repostería y fiambres. De tomar, priman las bebidas azucaradas (como gaseosas y jugos), infusiones con azúcar y mucho alcohol en las salidas”.

Hace seis años que Cecilia Parodi (34), vive y trabaja en su departamento de Belgrano. Reconoce que come mal y lo atribuye a la pereza. “Me da mucha fiaca cocinar”, admite. De mañana, desayuna un café con tostadas. Al mediodía, come dos fetas de queso y, a la tarde, repite el café con tostadas. Con eso, dice, “tira” hasta el día siguiente: “Es muy raro que cene”.

El cansancio, sin dudas, juega un rol importante en el “mal comer”. “Lo primero que dicen los pacientes es que no tienen tiempo, pero luego admiten que les faltan ganas de preparar comida”, afirma Ridner. Y explica que la soledad también pesa: sin compañía, se consideran inútiles o deprimentes acciones como cocinar, sentarse a la mesa y hasta usar cubiertos. El problema de estos hábitos es que, tarde o temprano, pasan factura. Y en algunos casos conducen al sobrepeso: “Se genera un ambiente promotor de la obesidad, con gran oferta de alimentos con muchas calorías”, explica Ravanelli.
 

Los peores hábitos

  • No sentarse a la mesa. Se come de pie o sentado frente a la televisión o la computadora.
  • Saltearse comidas y no respetar los horarios de ingesta. Lo más común es omitir el desayuno y la merienda.
  • Comer platos rápidos y poco elaborados. Para almuerzos y cenas, se prefieren pizzas, empanadas, sándwiches, panchos y hamburguesas.
  • No consumir alimentos frescos. Se comen pocas frutas, verduras y carnes magras.
  • Consumir colaciones “chatarra”: golosinas, galletitas, snacks, facturas y gaseosas, en vez de frutas, yogures o frutas secas.
  • Comprar mal. Se privilegia lo que sea sencillo, cómodo, rápido y barato, en lugar de optar por lo más saludable.
  • Dietas peligrosas. En especial las mujeres, se someten a dietas muy restrictivas y disarmónicas.

Claves para comer mejor

  • Organizarse y planificar. Dedicar tiempo para tener al menos cuatro comidas diarias y preparar viandas caseras. Proponerse cocinar sano como mínimo un día en la semana.
     
  • Consumir colaciones sanas. Entre comidas, preferir un yogur con cereales o una fruta fresca antes que galletitas y dulces. Comer frutas secas.
     
  • ”Sanificar” la comida poco elaborada. Los sándwiches, por ejemplo, mejoran al usar pan de salvado o integral, y si la mayonesa se cambia por queso blanco descremado. También ayuda que, en vez fiambre, se usen carnes magras o pollo, atún, huevo y verduras.
     
  • Aprovechar cuando se come afuera. Es buena oportunidad para pedir la comida sana y elaborada que no se tiene tiempo de cocinar.
     
  • Consultar a un nutricionista. Ayuda a planificar menús y viandas saludables. Aportan ideas, recetas y dietas sanas acordes a cada presupuesto.