Dra. Eva Emperatriz Oliva de Bolaños
Afecta también las arteriolas, que comprometen la irrigación y nutrición por la circulación. Esta situación condiciona al surgimiento de varias enfermedades, entre ellas, el envejecimiento prematuro de la piel.
Los principales efectos secundarios al hábito de fumar se presentan en los tejidos directamente expuestos, como son las vías respiratorias. Distintos constituyentes del humo del tabaco, con sus metabolitos activos, actúan como tóxicos y carcinógenos específicos sobre órganos distantes. Por eso se da el desarrollo de bronquitis crónica, enfisema, enfermedades del corazón y procesos de cáncer en pulmones, cavidad oral, laringe, faringe y esófago, entre los más probables.
La piel se ve expuesta al humo de forma directa (por el ambiente) y de forma indirecta (sustancias tóxicas por vía sanguínea). El consumo de tabaco y en especial la nicotina, retrasa el proceso de cicatrización, con mayor número de complicaciones posteriores a la cirugía, cicatrices más notorias o bien dehiscencia de las heridas. Por eso es importante avisar a los pacientes de la necesidad de suspender el consumo de tabaco 4 semanas antes y 4 semanas después de una cirugía.
El humo del tabaco, al contener carcinógenos, junto al efecto inmunosupresor de la nicotina, aumenta el riesgo de cáncer en los órganos con que entra en contacto directo. En la piel, la presencia de carcinoma espinocelular en el labio o la cavidad oral, es un 80-90% de quienes lo padecen en fumadores. El riesgo es más alto en mujeres así como en fumadores de cigarrillos sin filtro. El consumo en exceso de alcohol potencia el efecto del tabaco, aumentando al doble el riesgo de desarrollar cáncer en la cavidad oral.
Es importante mencionar que los fumadores desarrollan áreas de pigmento oscuro en la mucosa oral, conocida como melanosis del fumador. Estas son manchas de color café, gris o negro, secundario al depósito de alquitrán. Es prudente ante el aparecimiento de este tipo de manchas, una revisión para descartar malignidad.
En cuanto a los cambios cosméticos por el tabaco, se presenta una pigmentación amarilla en la cara, dedos, uñas, dientes, así como disminución del gusto y el olfato, mal aliento y disfonía (ronquera). La piel del rostro se deshidrata, presentándose más seca y se acentúan las arrugas alrededor de la boca y los ojos. Estos cambios suelen manifestarse a partir de los 35 años y son proporcionales al grado de consumo, por lo que las personas fumadoras aparentan tener mayor edad, con la piel opaca, arrugas más profundas y ojeras marcadas.
Por lo anterior, el dejar de fumar forma parte del plan educacional sobre el cuidado general de la piel. Aunque hoy en día existen métodos antienvejecimiento, lo mejor será prevenir. Se trata de no fumar y mi mejor consejo, no exponerse al sol excesivamente así como el uso de antioxidantes tópicos y protectores solares.