Un relevamiento del Hospital de Pediatría Juan P. Garrahan muestra que las monedas son responsables del 60 por ciento de los casos de cuerpos extraños ingeridos por los niños que quedan impactados en el esófago.
El estudio, realizado sobre 115 nenes y nenas de 30 días a 14 años atendidos en la institución por esa causa, reveló que las monedas fueron halladas y extraídas por vía endoscópica en 69 casos. Detrás figuran en el ranking partes de juguetes (5), botones (3), hebillas (3) y colgantes (3).
La ingestión de cuerpos extraños es un accidente evitable que se observa principalmente en niños menores de 3 años. La mayoría de ellos atraviesan el tubo digestivo sin ocasionar manifestaciones clínicas ni complicaciones. Sin embargo, un porcentaje significativo impacta en el esófago y causa vómitos, babeo y dificultad o dolor para comer.
Según uno de las autores del estudio, la doctora Giselle Cuestas, del Servicio de Endoscopía Respiratoria del Garrahan, es importante que los profesionales distingan entre la ingestión de monedas y la de pilas botón (las baterías redondas que se usan, por ejemplo, en relojes y pequeñas linternas).
Las pilas botón, señaló Cuestas a la Agencia CyTA, tienen que ser extraídas de manera inmediata porque “pueden causar daño de la mucosa en una hora, erosión de la capa muscular en 2 a 4 horas, y perforación de los tejidos del esófago en 8 a 12 horas”.
La especialista enfatizó la necesidad de que los pediatras eduquen a los padres respecto a los cuidados que deben tener para evitar esos accidentes domésticos.
El trabajo, difundido en la revista “Archivos Argentinos de Pediatría”, también fue elaborado por los doctores Hugo Rodríguez, Hugo Botto, Mary Nieto y Alejandro Cocciaglia, del Garrahan; y el doctor Darío Gregori, del Laboratorio de Métodos Epidemiológicos y Bioestadística del Departamento de Medicina Ambiental y Salud Pública de la Universidad de Padua, en Italia.
Desconfíe de los chicos
¿No encuentra monedas?
Las piezas metálicas figuran en el primer lugar del ranking de cuerpos extraños que ingieren los niños y quedan “atascados” en el esófago.
Fuente: Agencia CyTA-Instituto Leloir