La muerte de Philip Seymour Hoffman por una sobredosis de heroína agregó otro nombre a la lista de celebridades que han perdido su vida por adicciones. El aumento de sobredosis a partir de opioides recetados y el más reciente incremento de eventos fatales por heroína han causado estragos en varias comunidades de EEUU. En ese país han sido denunciadas más de 30.000 muertes por sobredosis accidental en el 2010, según los últimos datos obtenidos.
Debido a la severidad de esta epidemia es tiempo de confrontar el estigma asociado al uso inadecuado de opioides y su tratamiento con medicación. El estigma sobre su tratamiento impide que puedan reducirse los casos.
Según el National Institute on Drug Abuse (NIDA), las fármacos de larga duración como la metadona y la buprenorfina son “un componente crítico del tratamiento de la adicción a opioides” debido a que “investigaciones han establecido que aumenta la adherencia al y disminuye el uso de drogas, transmisión de infecciones y actividad criminal”. Los investigadores han documentado que la implementación de estos tratamientos aumenta la expectativa de vida de los individuos adictos a opioides.
El tratamiento con medicación es apoyado por Substance Abuse and Mental Health Services Administration, el Institute of Medicine y la Organización Mundial de la Salud. Facilitar el acceso al tratamiento con buprenorfina ha sido asociado a una disminución del 50% de las muertes por sobredosis en Francia y un 37% en Baltimore y Maryland.
El abuso de estas drogas, como cualquier adicción a sustancias, es una enfermedad crónica para la cual no hay cura. El objetivo de la recuperación es que el afectado pueda llevar una vida productiva y plena al poder controlar los síntomas de la enfermedad. El tratamiento prolongado que incluye medicación se asocia a un menor riesgo de recaídas. Este tratamiento no solamente es efectivo sino que no existe otro con su nivel de evidencia.
A pesar de todo esto, existe una alta resistencia a utilizar fármacos en el abuso de opioides. Por ejemplo, algunas comunidades se han opuesto a tener centros de asistencia a adictos en sus barrios, algunas autoridades locales han propuesto cambiar los códigos zonales para excluir los centros de tratamiento, también los servicios de medicina prepaga han puesto límites a la duración del tratamiento , inclusive algunos médicos clínicos creen que los pacientes que toman metadona o buprenorfina como tratamiento para su adicción están aún utilizando drogas ilícitas, sin hacer la distinción entre adicción y su tratamiento.
Existen 4 factores que contribuyen al estigma asociado con adicción a opioides y su tratamiento con fármacos.
Primero, la comprensión de la adicción a opioides como una enfermedad médica aun no es totalmente aceptada y se la considera una acción inmoral o de libre albedrio. Este concepto errado ha separado históricamente a esta enfermedad y su tratamiento de los cuidados de salud. Muchos consideran que el tratamiento se basa en la fuerza de voluntad de la abstinencia de los opioides, incluidos la metadona y buprenorfina.
Muchos de los pacientes adictos que controlan su enfermedad con estos fármacos no quieren mencionar su tratamiento en los grupos de apoyo por miedo al rechazo. Por ejemplo Narcóticos Anónimos, es una entidad que no apoya el tratamiento con metadona o bupronerfina, por lo tanto a los asistentes bajo este tratamiento no se le otorgan posiciciones de liderazgo u organización de grupos.
Segundo, al separar el cuidado y tratamiento de los pacientes con adicción a opioides de la atención médica general es posible que los médicos clínicos tratantes no siempre estén alertas sobre el consumo de otras sustancias, ni de su salud mental u otras condiciones de la salud del paciente. Estos fármacos tratan efectivamente la adicción a opioides pero no la adicción a cocaína, sedantes, cannabis, nicotina o alcohol. Tampoco son útiles en depresión, diabetes, hipertensión, asma, esquizofrenia, trastorno bipolar o infección por HIV.
Las condiciones regulatorias bajo las cuales se brinda tratamiento farmacológico y atención a estos pacientes involucra la medicación y aspectos limitados relacionados a la adicción.
En algunos casos el tratamiento solo cubre servicios básicos como la medicación y una consulta semanal con un profesional. Es posible que los pacientes complejos necesiten mayor apoyo, otros cuidados y un tratamiento farmacológico distinto. Esta brecha hace que otros médicos, familiares y allegados atribuyan signos y síntomas a la medicación y colaboren con el estigma del tratamiento.
Tercero, el sistema de salud y las personas en general no hablan sobre el consumo de opioides ni su tratamiento, pero existen prejuicios en los términos que utilizan sobre este tema. Por ejemplo, los resultados de los análisis de orina son considerados “limpios” o “sucios” en vez de positivos o negativos.
En situaciones clínicas en las que se indica disminuir la dosis de la medicación, se la rotula como decodificación, como si el tratamiento fueran toxinas venenosas para el organismo.
Los pacientes adictos son rotulados como “limpios” cuando están en recuperación franca o manejando sus síntomas o “sucios” si aún tienen síntomas de la enfermedad.
Cuarto, algunos jueces prohíben que las personas en prisión reciban metadona o buprenorfina para el tratamiento y solo en raras oportunidades reciben la medicación a diferencia de un paciente diabético que recibe su insulina u otros medicamentos. Las personas en prisión deben manejar sin medicación los síntomas de la abstinencia a opioides. En estos casos el organismo se acostumbra a tomar bajas dosis de opioides lo que puede llevar a una sobredosis fatal cuando el paciente es excarcelado y consume nuevamente. En muy pocos casos a los médicos que trabajan en cárceles se les permite medicar con estos fármacos.
El estigma asociado a la adicción de opioides y su tratamiento es insano pero evitable.
Los médicos tratantes pueden evitarlo al describir el trastorno y al paciente en forma adecuada y sin prejuicios al igual que al tratamiento.
El Estado puedo promover la creación de servicios de salud preparados para estos casos y facilitar el acceso a tratamiento en el sistema judicial.
Los vecinos afectados, así como los niños, colegas, familiares, amigos e inclusive celebridades necesitan atención y todos merecen el mejor cuidado disponible. Sus vidas dependen de ello.