Hasta cuatro de cada diez víctimas de un accidente cerebrovascular (ACV) abandonan el hospital sin una pista sobre qué provocó el ACV y dejan a sus médicos frustrados sin saber cómo prevenir que otro ocurra.
"Se puede imaginar lo perturbador que resulta", comentó el Dr. Rod Passman, profesor de cardiología y medicina preventiva de la Universidad de Northwestern. "El ACV es uno de los eventos más temidos en la medicina, y abandonar el hospital sin una causa clara ni una terapia dirigida preocupa al paciente".
Pero un par de estudios recientes hallaron que equipar a los pacientes con monitores cardiacos continuos puede erradicar una causa potencial de esos ACV misteriosos, una arritmia cardiaca conocida como fibrilación auricular.
Los monitores cardiacos, llevados por el paciente o implantados debajo de la piel, pudieron detectar la fibrilación auricular en hasta un 30 por ciento de los que habían sufrido un ACV de origen indeterminado, apuntó Passman, coautor de los resultados de uno de los ensayos clínicos.
Este descubrimiento dio a los médicos una oportunidad para reducir más el riesgo de accidente cerebrovascular de los pacientes al asignarles unos anticoagulantes más efectivos, señaló Passman.
"Detectar la fibrilación auricular, sobre todo en alguien que ya ha sufrido un ACV, es vitalmente importante", enfatizó. "Las personas con fibrilación auricular experimentan un aumento del 500 por ciento en las probabilidades de ACV, a menos que reciban el tratamiento adecuado".
Los resultados de ambos ensayos aparecen en la edición del 26 de junio de la revista New England Journal of Medicine.
La fibrilación auricular es un trastorno eléctrico que provoca que las cámaras superiores del corazón se contraigan de forma rápida e irregular. Esas contracciones desordenadas permiten que la sangre se acumule y coagule en el corazón, formando coágulos que pueden provocar un ACV si se desprenden y se desplazan hasta el cerebro.
Desafortunadamente, la fibrilación auricular puede ser intermitente, dificultando que los médicos la detecten.
"Quizá ni sepa que la tiene, y cuando llega con un ACV su ritmo cardiaco podría ser normal", comentó Passman. "Podrían observarle durante varios días y nunca detectar una arritmia".
Para detectar la fibrilación auricular de forma adecuada, los pacientes necesitan una monitorización cardiaca continua. Los dos ensayos clínicos distintos se iniciaron para observar si unos monitores cardiacos continuos podrían resolver algún caso de ACV misterioso.
El ensayo de Passman, financiado por el fabricante de dispositivos cardiacos Medtronic, incluyó a 441 pacientes que habían sufrido un ACV de origen indeterminado.
Casi la mitad de los pacientes recibieron un monitor implantado del ritmo cardiaco del tamaño de una unidad de memoria USB de computadora, en un procedimiento que tardó unos 15 minutos, comentó Passman. Un medidor colocado al lado del dispositivo transmitía automáticamente los datos del corazón a través de una línea telefónica al cardiólogo de la persona.
La otra mitad recibió la atención estándar tras un ACV, que conlleva consultas regulares con el médico durante las cuales se les hizo un electrocardiograma.
Para cuando se acabó la batería de los implantes tras tres meses, los médicos habían detectado fibrilación auricular en un 30 por ciento de los pacientes que se sometieron a la monitorización cardiaca continua. Apenas el 3 por ciento de los pacientes que recibieron la atención estándar habían sido diagnosticados con el trastorno del ritmo cardiaco, reportó Passman.
"No es que los pacientes que recibieron la atención estándar no experimentaran fibrilación auricular, sino que no la hallábamos", aseguró.
El otro ensayo clínico, patrocinado por la Red Canadiense de Accidentes Cerebrovasculares (Canadian Stroke Network), tuvo un éxito similar.
Los investigadores asignaron al azar a la mitad de 572 pacientes que habían sufrido un ACV de causas indeterminadas a usar un dispositivo portátil de ECG alrededor de la cintura durante al menos 30 días. Esos dispositivos registraban automáticamente cualquier latido cardiaco irregular. La otra mitad (el grupo de "control") se sometió a una única ronda de 24 horas de monitorización cardiaca en un laboratorio.
Los médicos tuvieron cinco veces más éxito en la detección de la fibrilación auricular grave en los pacientes de ACV que usaron el dispositivo portátil. Hallaron una fibrilación auricular que duraba más de 30 segundos en el 16 por ciento de los pacientes de ACV que usaron los monitores, pero solo detectaron el problema en el 3 por ciento de los pacientes del grupo de control, reportaron los investigadores.
En general, el estudio halló que la fibrilación auricular de cualquier duración se detectó en alrededor del 20 por ciento de los pacientes que usaron un monitor, en comparación con el 5 por ciento de los pacientes de control.
Aunque afirmó que los resultados de los ensayos son "un avance promisorio", el Dr. Hooman Kamel, un cardiólogo del Colegio Médico Weill Cornell en la ciudad de Nueva York, anotó que los monitores cardiacos no lograron hallar una causa en la mayoría de ACV misteriosos.
"No es la respuesta completa a esos casos de ACV que no tienen otra explicación, pero definitivamente es un avance importante", señaló Kamel, quien escribió un editorial que acompañó a ambos estudios. "Está claro que hay otras fuentes de accidente cerebrovascular que debemos identificar".
Kamel dijo que la investigación futura deberá sopesar los beneficios de los monitores cardiacos externos, que cuestan cientos de dólares, con respecto a los de los monitores implantados, que cuestan miles de dólares.
Sin embargo, agregó que "esos dispositivos prometen recuperar gran parte de su costo, porque el accidente cerebrovascular es una afección muy costosa. Esos pacientes requieren atención durante toda la vida. Al evitar el ACV, se ahorra no solo mucho sufrimiento, sino también mucho dinero".
FUENTES: Rod Passman, M.D., professor of cardiology and preventive medicine, Feinberg School of Medicine, Northwestern University, Chicago; Hooman Kamel, M.D., assistant professor of neurology and neuroscience, Weill Cornell Medical College, New York City; June 26, 2014, New England Journal of Medicine.