Por Daniel Flichtentrei
"El valor de la información está en su relevancia y no en su abundancia"
La relación médico-paciente es la base de la práctica de la medicina. Una de las funciones primordiales de ese encuentro es la transferencia de información en ambos sentidos, del paciente al médico y del médico al paciente. La información, de la que hoy disponemos en exceso, tiene efectos tanto beneficiosos como perjudiciales para esa relación. Mientras contribuye a la comprensión de la enfermedad, es un recurso invalorable y positivo. Pero cuando interfiere con ella, es un obstáculo. La información está sobrevalorada; los datos son el “combustible” del juicio clínico, no su sustituto. Confundirlos es peligroso y absurdo.
La información NO alcanza, hay que saber qué hacer con ella
Hoy las personas no sólo vienen a la consulta con información acerca de sus dolencias, sino con una parafernalia de datos acerca de sí mismos automonitoreados por apps de todo tipo. Esta información fisiológica confunde, asusta y en el mejor de los casos resulta casi siempre irrelevante, pese a que hay entre nosotros una generación de pseudogurúes tecno que la recomiendan como si fuese inocua. El valor de la información está en su relevancia y no en su abundancia. Estamos más obesos de información basura que de comida chatarra, y eso no es menos peligroso para la salud.
Creo que lo mejor que podemos hacer los médicos es conversar con nuestros pacientes acerca de la información que han obtenido, y ayudarlos a jerarquizarla y ponerla en situación.
A mi juicio, es peligrosísimo que Google se convierta en médico, pero más peligroso aun es que los médicos nos convirtamos en Google. La medicina es una profesión de interacción humana intersubjetiva, no un puro, pobre y tristísimo intercambio de datos. Existen muchos sitios web confiables y que administran con responsabilidad la información que brindan. Es la nueva “dieta” que los médicos tenemos la obligación de supervisar, tal como hacemos con los alimentos.
Daniel Flichtentrei