Nora Volkow dirige el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de EEUU / World Science Festival
Como en muchas películas de Hollywood, Nora Volkow vivió un suceso traumático que puede servir para explicar su celo en la lucha contra la adicción a las drogas. Una intoxicación por alcohol en una fiesta mató a una sobrina suya de solo 21 años. No es el único rasgo novelesco de la directora del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos (NIDA, de sus siglas en inglés). Nacida en México D.F., creció en la casa donde matarón a León Trotsky. El revolucionario que dirigió el ejército rojo durante la revolución soviética era su bisabuelo.
La semana pasada, Volkow visitó Madrid con motivo del décimo aniversario del único centro de patología dual de la capital española, en la Clínica Nuestra Señora de la Paz. Este centro tiene un objetivo por el que ha luchado la investigadora mexicana desde hace mucho tiempo: tratar la adicción como otra variante de la enfermedad mental. Algunos estudios han mostrado que hasta el 70% de las personas con problemas de adicción tienen diagnosticado algún tipo de trastorno psiquiátrico, pero hasta ahora el abuso de drogas se solía considerar una mala decisión fruto de un defecto del carácter.
“Es importante que cuando hablemos de adicciones hablemos de una enfermedad mental y cerebral y no de un fallo del carácter”, afirma Néstor Szerman, presidente de la Sociedad Española de Patología Dual. Las investigaciones de Volkow han sido importantes para ayudar a comprender mejor los mecanismos cerebrales implicados en la adicción y poco a poco ir liberándola de los estigmas que siempre la han acompañado.
El papel de la dopamina
La científica ha podido observar la relación entre muchos comportamientos adictivos como el relacionado con el uso de droga o el juego y la regulación de la dopamina en el cuerpo. De este neurotransmisor, relacionado con la motivación y el placer, depende en buena medida cómo aprendemos, nuestra ambición o incluso el enamoramiento. Las sustancias adictivas suelen elevar los niveles de dopamina en el cerebro a través de diferentes mecanismos. Las anfetaminas hacen que las células la liberen, la cocaína impide que se vuelva a absorber y mantiene sus niveles elevados y el alcohol o los narcóticos como la heroína suprimen las células nerviosas que impiden su producción. Una persona con los sistemas que regulan la dopamina más sensibles será más propenso a caer víctima de una adicción.
Además de mencionar las bases químicas que pueden predisponer a engancharse a las drogas, la investigadora mexicana también habló de la importancia de comprender cómo funciona la estructura del cerebro. “Al principio se pensaba que se podían localizar diferentes patologías en distintas zonas del cerebro”, apunta Volkow. Sin embargo, las últimas tecnologías para analizar el funcionamiento del cerebro en tiempo real ha permitido observar que “no funciona así, sino que es una red dinámica, que está cambiando continuamente y en la que distintas áreas se asocian entre sí dependiendo del tipo de proceso”, añade la directora del NIDA. Observando esos cambios, también ha podido ver relaciones entre el funcionamiento del cerebro en personas adictas y pacientes de otras enfermedades psiquiátricas. “La pérdida de funcionamiento de áreas del cerebro relacionadas con el control frente a las adicciones está también relacionada con la incapacidad para controlar pensamientos negativos”, añade.
Estigmatización de los adictos
El trabajo científico de Volkow y su labor política ha tenido una gran relevancia en el cambio de mentalidad sobre quienes son los drogadictos. “Tenemos que reconocer la adicción como un problema médico que se trate en centros médicos y no en centros penales”, asevera Volkow. En su camino, se ha encontrado con obstáculos llamativos. “La estigmatización de los pacientes adictos es buena para los seguros médicos, que tratan de no pagar los tratamientos de desintoxicación al no considerarlos enfermos”, cuenta la científica mexicana.
Como en todas las enfermedades, frente a la drogadicción es esencial la prevención, que, en este caso particular, tendría una efectividad total. “Tenemos alguna idea, pero no sabemos con precisión qué podemos hacer para prevenir el alzhéimer”, explica Volkow. “Pero sí sabemos cómo evitar una adicción, porque si una persona no consume drogas nunca va a tener ese problema”, plantea.
En opinión de Szerman, una de las posibilidades de mejorar la prevención frente a las drogas consistiría en centrarse en personas más propensas, como los hijos de personas con enfermedades mentales. “La inmensa mayoría usa drogas y no le pasa nada, pero hay que identificar a las personas en riesgo”, señala. Una de las herramientas para hacerlo puede ser la genética. Hay ciertos genes que determinan la vulnerabilidad a las drogas y, en algunos casos, también a la enfermedad mental. Es el caso del gen alfa-5, que hace más propenso al tabaquismo y también está relacionado con la depresión. Esta relación explica además los efectos beneficiosos de la nicotina en depresivos y la tendencia de muchas personas con el problema a engancharse al tabaco por sus efectos beneficiosos sobre el estado de ánimo.