En apenas un mes, Uruguay ha pasado de ser el único país de Sudamérica sin casos de dengue autóctono a tener 17 casos confirmados y un centenar de sospechosos, lo que supone un episodio preocupante en un territorio de tamaño mediano y apenas 3,3 millones de habitantes.
Las autoridades sanitarias dicen que la expansión de la enfermedad es inevitable y probable la llegada del virus del zika, por lo que han recomendado que los enfermos más leves se queden en sus casas y que no se almacene agua en recipientes.
El mosquito Aedes aegypti ya circula infectado en territorio uruguayo, lo que ha provocado en este mes de febrero los primeros 17 enfermos de dengue autóctono en 100 años —el último episodio registrado data de 1916—, además de un centenar de casos sospechosos que, según los expertos, hacen la expansión de la enfermedad tan inevitable como probable la llegada del zika.
Cuando empezó la devaluación del real brasileño ante el dólar (48% en 2015), pocos imaginaron en Uruguay que el tema monetario acabaría siendo un problema sanitario, con el desplazamiento de miles de turistas uruguayos al país vecino, atraídos por las ofertas a bajo precio.
Hasta hace poco las autoridades habían logrado aislar los casos de dengue importado, es decir, traídos directamente del extranjero, pero con el trasiego del verano austral y un aumento del 104% del turismo a Brasil en el último trimestre del 2015, todos los diques han cedido. “Somos conscientes de que ha habido mucho turismo; tenemos muchos casos que han venido de donde tradicionalmente es endémico el dengue y por lo tanto es esperable que durante toda la temporada sigamos teniendo casos importados que ingresen en el país e incluso algunos asintomáticos”, afirmó el ministro de Salud de Uruguay, Jorge Basso.
Con un sistema sanitario que cubre a la totalidad de la población y un protocolo que aislaba rápidamente a los enfermos de dengue importado para evitar que fueran picados por el Aedes aegypti, Uruguay había logrado sortear hasta ahora los meses más críticos del verano austral y el lluvioso otoño. Con la llegada de los fríos invernales el mosquito desaparecía, pero desde hacía años los virólogos advertían que la enfermedad bajaba por el continente americano.
“Uruguay eliminó el mosquito en 1958 en el marco de una campaña que se dio en toda América Latina entre 1947 y 1960 que logró frenar la enfermedad en toda América, pero no en el Caribe. Pero en los 90 se pudo detectar de nuevo la presencia del Aedes aegypti en varios países, que con el tiempo se ha ido extendiendo”, explica el profesor Alfredo Fajardo, virólogo de la Facultad de Ciencias de Montevideo.
La campaña de mediados del siglo XX, que tenía como principal objetivo erradicar la fiebre amarilla, tuvo como eje central la utilización de insecticidas. Ahora en Uruguay las autoridades han organizado fumigaciones, combinando medidas en medio de una fuerte campaña de información. Así, el Gobierno ha bajado el IVA a los productos repelentes de mosquitos, gratuitos en las zonas pobres.
Los hospitales han preparado camas para los casos más graves aunque la consigna principal es que los enfermos leves se queden en casa. Los padres podrán acceder a las escuelas para poner productos repelentes a sus hijos ya que su eficacia sólo dura unas horas.
También avanza lo que se llama oficialmente la descacharrización, que consiste en evitar la presencia de recipientes con agua estancada donde el mosquito puede poner de 200 a 400 larvas infectadas. Pero según el profesor Fajardo, el principal aliado es el invierno: “Tenemos cuatro estaciones todavía bien marcadas y los periodos fríos servirán para frenar la propagación del mosquito, a pesar de que sus huevos son resistentes”, asegura.
La Intendencia de Montevideo realizó ayer la primera de las tres fumigaciones “espaciales” programadas para combatir al mosquito del dengue en el barrio de Pocitos, donde se registraron dos de los casos autóctonos de esta enfermedad, informa Efe. Las fumigaciones continuarán el 27 de febrero y el 1 de marzo. La calificación de fumigación "espacial" remite al uso de vehículos que circulan por las calles con el objetivo de dispersar en el aire a lo largo y ancho el producto que elimina al mosquito Aedes aegypti, transmisor de las enfermedades del dengue, el zika y la chikungunya.