A diferencia de lo que muchas personas pueden pensar, la anorexia nerviosa no se trata simplemente de querer estar delgada. De hecho, es un trastorno mental complejo que cambia la forma en que el cerebro regula el apetito y la imagen corporal.
En las personas con anorexia nerviosa, el sistema de recompensa del cerebro cambia y la pérdida de peso se convierte en su prioridad número uno. Esto conduce a cambios de comportamiento extremos. Entre otras cosas, las personas que padecen anorexia nerviosa reducen radicalmente su consumo de calorías. Alrededor del uno por ciento de todos los jóvenes desarrollan anorexia nerviosa, y en aproximadamente uno de cada cinco, se convierte en una enfermedad crónica y, a menudo, mortal. Nueve de cada 10 de los diagnosticados con anorexia nerviosa son mujeres en la adolescencia o en la adultez temprana.
La incidencia de la anorexia nerviosa es creciente.
La enfermedad es causada por una interacción compleja entre varios de los llamados genes de vulnerabilidad e influencias ambientales. Sin embargo, ahora también parece ser el resultado de un grave desequilibrio en el ecosistema intestinal de billones de bacterias y virus.
Esta es la conclusión de un nuevo estudio realizado por un equipo internacional encabezado por científicos daneses. El estudio involucró a 77 niñas y mujeres jóvenes danesas que sufrían de anorexia nerviosa y 70 individuos sanos del mismo sexo. Los resultados sugieren que los cambios severos en los microbios intestinales y los metabolitos producidos por el microbioma intestinal correspondiente en la sangre pueden afectar directamente el desarrollo de la anorexia nerviosa.
Para demostrar esto, los investigadores trasplantaron heces de casos de anorexia e individuos sanos, respectivamente, a ratones libres de bacterias, explica el profesor e investigador principal Oluf Borbye Pedersen del Centro de Investigación Metabólica Básica de la Fundación Novo Nordisk en la Universidad de Copenhague.
“Los ratones que recibieron heces de personas con anorexia nerviosa tuvieron problemas para aumentar de peso, y los análisis de las actividades genéticas en ciertas partes de su cerebro revelaron cambios en varios genes que regulan el apetito. Además, los ratones a los que se les habían dado heces de personas afectadas con anorexia nerviosa mostraron una mayor actividad de los genes que regulan la combustión de grasas, lo que probablemente contribuye a su menor peso corporal”, explica Oluf Pedersen, investigador principal del estudio junto con el profesor clínico René Støvring, que se especializa en la anorexia nerviosa.
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Las bacterias intestinales producen cantidades reducidas de importantes vitaminas
Usando tecnología de ADN y análisis bioinformáticos avanzados, los investigadores identificaron cambios distintos y marcados en la composición y función de los billones de bacterias y virus de los intestinos en casos de anorexia nerviosa.
Los investigadores compararon las alteraciones del microbioma intestinal con las moléculas sanguíneas (metabolitos) producidas por el microbioma intestinal, demostrando asociaciones entre cambios específicos de las bacterias intestinales, las moléculas bacterianas de la sangre y una serie de rasgos de personalidad, como una imagen corporal distorsionada, el impulso por la delgadez y la negativa a comer en los afectados por la anorexia nerviosa.
“También descubrimos que bacterias intestinales específicas en mujeres con anorexia nerviosa producen menos vitamina B1. La deficiencia de B1 puede conducir a la pérdida de apetito, varios síntomas intestinales, ansiedad y comportamiento social aislado”, dice el profesor asistente Yong Fan del Centro de Investigación Metabólica Básica de la Fundación Novo Nordisk, un joven investigador líder del estudio.
“Además, nuestro análisis del microbioma intestinal reveló en los casos de anorexia diferentes partículas de virus capaces de descomponer las bacterias productoras de ácido láctico en los intestinos. Ambos hallazgos pueden formar la base de futuros ensayos clínicos controlados con suplementos de vitamina B1 y alimentos fermentados o probióticos que contengan varios tipos de bacterias del ácido láctico”, dice.
Años de estudios clínicamente controlados están por delante
El nuevo estudio es un ejemplo de investigación básica destinada a explorar si un ecosistema microbiano alterado del intestino es un factor que contribuye al desarrollo o retención de una enfermedad crónica. Y este puede ser potencialmente el caso de la anorexia nerviosa.
La siguiente pregunta es si la investigación básica puede sentar las bases para ensayos clínicamente controlados que exploren si el tratamiento actual para la anorexia nerviosa, que incluye psicoterapia, asesoramiento familiar e intentos de cambiar los hábitos alimenticios y de ejercicio del paciente, puede beneficiarse de un tratamiento adicional destinado a normalizar el microbioma intestinal.
“Una enfermedad compleja como la anorexia nerviosa requiere un tratamiento personalizado y multifactorial. Nuestros hallazgos, que sugieren que las alteraciones de las comunidades de bacterias y virus intestinales y sus funciones reflejadas en los metabolitos sanguíneos sintetizados por microbiomas alterados pueden estar involucradas en el desarrollo y la retención de la enfermedad, brindan una justificación para iniciar ensayos controlados clínicamente. En dichos ensayos, los investigadores clínicos probablemente pondrán a prueba los efectos potenciales de una intervención inicial con antibióticos para restablecer el microbioma intestinal aberrante seguido de un trasplante semanal de microbiota fecal (FMT) de donantes jóvenes sanos durante meses. Dichos FMT pueden complementarse con vitamina B1 y probióticos multicepa. Si intervenciones como las sugeridas calificarán para futuras terapias complementarias a la intervención convencional actual".