Memorias de un cucurucho

Semana Santa en Guatemala

El colorido y el fervor religioso en una fiesta tradicional.

Autor/a: Dr. Juan Francisco Serrano

Como siempre, pareciera que el reloj biológico de los médicos en el mundo trabaja aceleradamente y eso da la impresión de que el tiempo corre más de prisa para nosotros que para el resto de los demás mortales y sentimos que los días se nos hacen muy cortos y que el año empieza a irse como el agua entre las manos…como quien dice nada, el mes de abril se encuentra a la vuelta de la esquina y con él vendrán las ansiadas vacaciones de Semana Santa.

En Guatemala, como en muchos países de América Latina, para la mayor parte del sector productivo, la semana santa significa “vacaciones de verano”, viaje a la playa y una buena bronceada o una semana relajada en Panajachel, a la orilla del lago de Atitlàn, catalogado como uno de los más hermosos del mundo, unos días en la finca, viaje a otro país, etc. Sin embargo, hay un grupo de paisanos, menos numeroso, que no va a ningún lado y se queda en la ciudad para participar de los actos litúrgicos que las iglesias tienen preparados para esas fechas, principalmente los católicos y el turismo que nos visita en esa época, quienes disfrutamos del hermoso espectáculo de una tradición muy arraigada en nuestro país como lo son los cortejos procesionales, que recorren las calles de nuestra ciudad con su marcha sincrónica y pausada al ritmo de las marchas fúnebres que magistralmente interpretan las bandas que van detrás de la procesión en medio del ambiente lleno del místico y delicioso aroma del incienso que precede a paso de las andas.-

Las procesiones en Guatemala, son una tradición muy antigua pues data del tiempo de la colonia, son parte de nuestra cultura y representan de una manera muy particular la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo convirtiéndose a la vez en otra forma de evangelizar al pueblo con la alegoría de sus andas procesionales las cuáles cada año van diseñadas y adornadas con bellas imágenes que representan un pasaje de la Biblia, algunas de ellas cuentan con más de 500 años de antigüedad y son consideradas grandes obras del arte colonial.

Las procesiones en todo su recorrido van pasando sobre coloridas alfombras de aserrín, teñido con multicolores, adornadas con flores y frutas como el tradicional y aromático “corozo”. Estas alfombras constituyen verdaderas obras de arte que se extienden por tramos de varias cuadras y son elaboradas entre familias o grupos de vecinos durante varias horas antes de que pase el cortejo procesional.  Sobre el aserrín extendido en la calle quedan plasmadas las figuras alegóricas. Estas bellas alfombras fueron las que causaron tanta emoción al Santo Padre Juan Pablo II en sus dos visitas a nuestro país.

Hablar de las procesiones de Guatemala, es hablar de andas elaboradas de madera fina, diseñada para ser llevada en hombros de unos 110 a 140 hombres a quienes se les conoce con el nombre de “Cucuruchos” (por la forma de los bonetes) y que van ataviados con “túnicas” de color morado, en las procesiones del Jueves y Viernes Santo por la mañana y de color negro, en señal de luto, el Viernes Santo por la tarde-noche. Estos devotos cargadores son personas del pueblo de todos los estratos sociales que año con año compran “su turno” en las diferentes procesiones que recorren las calles de Guatemala y lo hacen con el fin de expiar un poco los pecados ofreciendo el sacrificio que representa llevar esas enormes y pesadas andas en sus hombros y que con el paso de las horas va causando dolor y hasta alguna lesión en la piel, amén del dolor que se siente en las piernas conforme avanza el recorrido durante unas 12  a 17 horas aproximadamente.

Quienes hemos tenido la oportunidad de “cargar” en alguna procesión, siempre quedamos con el deseo de volver al año siguiente, no como una experiencia más, sino por experimentar más cercanía con Nuestro Señor, la cual se siente al estar llevando en hombros la procesión con la imagen suya que nos recuerda al mismo Cristo cargando aquella pesada Cruz por el camino del Gólgota para la salvación de la humanidad. 
Cargar en una procesión, también es compartir en mínima parte el dolor que sintió Jesucristo al cargar El su pesada Cruz por el camino del Gólgota; ser cucurucho significa decir un Sí a unas cuantas horas de penitencia recordando el dolor que Jesucristo sufrió al caminar descalzo esas calles empedradas de Jerusalén recibiendo no solo el peso de la cruz sino improperios, escupitajos, golpes y hasta burlas. 

Ser Cucurucho es ser parte de ese grupo de devotos católicos que amamos nuestras tradiciones y que sentimos un respeto muy especial al ver el paso de los cortejos procesionales y encontrarle sentido al sufrimiento de Cristo Jesús por la humanidad entera.
Las Semana Santa y las procesiones en Guatemala, están cerca y si usted amigo lector nunca a estado presente en esta época en nuestro país o no es católico pero aprecia el arte y la tradición de los pueblos le aconsejo que se dé una oportunidad, tome su equipaje y a su familia y se de una vueltecita por nuestro país, por nuestro centro histórico el Jueves y Viernes Santo para observar este bello arte religioso que le ofrece  el país de la eterna primavera y que estoy seguro que no solo le hará reflexionar al respecto sino que pasará a engrosar las filas de los que año con año nos apuntamos para “cargar” o para ir a “ver las procesiones”.
 

Dr. Juan Francisco Serrano De León.
Médico y "cucurucho" de corazón