Por Carla Barbuto. Especial para Clarín.com
Aunque se los haya acusado de alimentar la aparición de esos estudios que (cíclicamente) confirman o refutan hipótesis sinuosas, los científicos no se dejaron amedrentar. El mes pasado los profesores de psicología Paul Irwing, de la Universidad de Manchester, y Richard Lynn, de la Universidad de Ulster, publicaron sus conclusiones en el British Journal of Psychology donde, básicamente, aseguraron que los hombres son más inteligentes que las mujeres. “El resultado de un estudio depende siempre de las metas del investigador. Si usted quiere evaluar cómo responde una persona a consignas formuladas siguiendo parámetros -de razonamiento masculinos-, es probable que los resultados sean los que fueron”, dice categórico Federico Aberastury, de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Y agrega: “Para una mujer, es difícil seguir el modelo de razonamiento masculino y viceversa. Ese es el margen de ese tipo de estudios”.
Silvia Tendlarz, miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana, se opone desde el planteo original del estudio: “En este tipo de evaluaciones no se toma en cuenta lo particular de cada individuo y establece criterios cuantitativos que valen para todos sin considerar las singularidades. Si de inteligencia se trata, no se evalúa a través de tests, sino de cómo se lleva adelante la propia vida. Y para eso, las estadísticas y las mediciones siempre quedan un paso atrás de aquello que un sujeto, femenino o masculino, pueda expresar a través de su propia existencia”.
Para hacer su análisis comparativo entre inteligencias fem & masc, los autores se basaron en 20 mil exámenes de razonamiento de universitarios de todo el mundo. Y llegaron a un resultado contundente: la cantidad de hombres con coeficiente intelectual (CI) de 125, que es promedio de graduados universitarios, es el doble que el de mujeres. Además aseguran haber descubierto diferencias de inteligencia entre unas razas y otras. “No es posible establecer un conjunto de inteligencia por raza, planteo de por sí segregativo, ni por género, igualmente discriminatorio”, opina Tendlarz.
Está claro que este tipo de estudios puede indignar a muchas feministas y hacer sonreír a varios hombres. Más allá de ese cruce inocuo, el ambiente psi está acostumbrado a esta clase de debates. Aberastury lo confirma: “En el 1900 se hablaba de la debilidad mental de las mujeres como si fuera una cuestión genética. Freud introdujo el concepto de debilidad cultural en alusión a la moral burguesa y la imposición de no educarse que operaba sobre las mujeres. Creo que no hay diferencias entre el hombre y la mujer pero se generaron matices. Sobre todo en aquellos años, como la imposibilidad de educarse”.
Dejándose inclinar hacia un costado más conservador, los británicos parecen especialistas en encender polémicas. El año pasado, Lynn sorprendió a más de uno cuando gritaba a los cuatro vientos “¡El tamaño importa!”. Aunque se preocupó de comunicarlo en un tono más académico: "Los hombres tienen un cerebro un diez por ciento más grande. Necesariamente deben ser más inteligentes que las mujeres". Como era de esperar, Tendlarz se para en la vereda contraria: “El tamaño del cerebro no importa, sí la pasión y el deseo puesto en juego en cada paso que se da en los diferentes niveles de actividades y de rendimiento que involucra no solo el trabajo sino la vida cotidiana”.
Ya en el año 2003 Lynn se había unido al sociólogo Tatu Vanhanen, de la Universidad de Helsinki , Finlandia, para producir el informe “Intelligence and the Wealth and Poverty of Nations”, en un intento por entender la relación entre la inteligencia y la pobreza. Ahí dijeron: “La hipótesis examinada en este estudio ha sido que el ingreso per cápita nacional y la tasa de crecimiento estarían positivamente correlacionadas con el coeficiente intelectual”. Hay más: Camila Benbow, de la Vanderbilt University, cree que la mayor capacidad matemática de los hombres tiene una explicación biológica y sus estudios avalarían la hipótesis de Lynn. A esta misma conclusión se llegó después de pasar revista a los resultados de la competencia Putnam, un examen matemático conocido por su alta exigencia. Por último, Richard Coley, director de la Educational Testing Service, encontró que las mujeres se desempeñaban mejor que los hombres en habilidades verbales.
Mientras la escena hace foco sobre las inteligencias y la autoayuda ficcionada es el hit de las librerías, la posición maniquea sobre las capacidades por sexo nunca llega a una conclusión satisfactoria. Aberastury entibia la discusión: “El hombre se afirma a un discurso fijo, más sometido a pensar de acuerdo a formulas preestablecidas. Mientras tanto, la mujer es más creativa, puede saltar de un paradigma al otro porque su forma de razonar es flexible”.