Los médicos del Centro Oftalmológico John A. Moran de la Universidad de Utah se encontraron con una asociación interesante. Un grupo de pacientes que sufrían problemas súbitos de la visión, de reciente aparición, compartían el uso de determinados fármacos. En el estudio que compartieron con la comunidad científica, nueve personas habían experimentado síntomas y síndromes con el potencial de llevar a la ceguera, con daño al nervio óptico, mientras usaban agonistas del GLP-1, como la semaglutida y la tirzepatida.
Ya en julio de 2024 se había encontrado que esta clase de fármacos aumentaba el riesgo de desarrollar neuropatía óptica isquémica anterior no arterítica. Lo que es, esencialmente, una forma de accidente cerebrovascular. Sin embargo, no se estableció la causalidad.
Luego, en diciembre de 2024, dos estudios más realizados en Dinamarca también encontraron que el riesgo de dicha neuropatía era hasta cuatro veces mayor para aquellos que usaban los medicamentos agonistas del GLP-1. Al igual que en la investigación previa, no se pudo demostrar científicamente la causalidad.
La hipótesis que más se acepta es que los cambios rápidos en la glucemia son los que impulsan los problemas de visión. Por ende, no habría toxicidad de los fármacos per se.
"De ninguna manera podemos decir que estos medicamentos causaron las complicaciones", dijo el autor principal del nuevo reporte, Bradley Katz, profesor del Departamento de Oftalmología y Ciencias Visuales de la Universidad de Utah. "Se necesitan más estudios para probar la hipótesis", aclaró.
La American Academy of Ophthalmology publicó un comunicado de prensa hace poco tiempo, que mostraba este aumento en la incidencia de neuropatía óptica isquémica. La información puso en alerta a pacientes y médicos. La recomendación oficial fue que hay que investigar más a fondo. Se necesita saber cuál es el denominador común y qué hacer al respecto para reducir los riesgos.
Los autores del estudio, de la Universidad de Utah, creen que los agonistas del GLP-1 son muy efectivos, pero ellos recomiendan que los médicos tengan un poco más de cuidado para administrarlos progresivamente u optar por otras alternativas. El objetivo sería reducir el azúcar en la sangre de los pacientes más lentamente. Ello podría disminuir la incidencia de la complicación ocular.
Los investigadores recalcan que, por precaución, en lugar de sucumbir al pánico, cualquier persona que experimente una pérdida repentina de la visión debe dejar de tomar el medicamento y consultar a un médico de inmediato. Para endocrinólogos, oftalmólogos y clínicos, la comunicación con los pacientes será la clave.
Hay que reconocer que los datos son recientes y necesitan más análisis. Actualmente, se está llevando a cabo un estudio de cinco años para examinar el efecto de la semaglutida en la enfermedad ocular, en pacientes con diabetes tipo 2.
"Debido a la asociación de la semaglutida con un empeoramiento temporal de la retinopatía diabética, el aumento de la incidencia de edema macular diabético y la preocupación de que la corrección rápida de la hiperglucemia pueda inducir papilitis, los médicos que recetan este medicamento a sus pacientes deben considerar un abordaje que reduzca más gradualmente el nivel de HbA1C", concluyen los autores.