Un libro apasionante acerca de las "ilusiones cognitivas"

¿Cuánto confía usted en su atención?

El profesor Daniel J. Simons en una entrevista para IntraMed nos habla de su libro "El gorila invisible".

Por favor, antes de leer esta nota le proponemos que mire el video. Encontrará a un grupo de jóvenes pasándose una pelota de basketball. ¡Preste mucha atención! La consigna es que usted pueda contar la cantidad de pases que se hacen entre sí los miembros del equipo que viste remera blanca exclusivamente. 

¿Cuántos pases realizó el equipo blanco?
¿Observó alguna otra cosa que le haya llamado la atención?

IntraMed entrevistó al profesor Daniel J. Simons, uno de los autores del libro.

¿Por qué motivo la vida cotidiana de las personas generan tantas “ilusiones” que producen pensamientos erróneos?

El estudio que dio nombre a nuestro libro, "El gorila invisible", ilustra bien esta idea. Pedimos a los participantes que miraran un video y que contaran cuántas veces tres jugadores del equipo blanco se pasaban la pelota de básquet. Se les pidió que ignoraran los pases hechos por los jugadores del equipo negro. Después de aproximadamente 30 segundos, una mujer disfrazada de gorila aparece de pronto en escena, camina hasta el centro, se detiene, mira la cámara, se golpea el pecho y luego sigue su camino 9 segundos después de haber aparecido.

¡La mitad de las personas que estaban contando los pases no vieron el gorila! Cuando volvimos mostrarles el video, quedaron sorprendidos y, en algunos casos, nos acusaron de mostrarles un video diferente. Este estudio ilustró el principio de “ceguera por falta de atención”: las personas no ven sucesos inesperados cuando su atención está centrada en otra cosa. Asimismo, revela un límite fundamental de la conciencia –somos conscientes solo de un pequeño espectro de nuestro mundo visual en un momento determinado–. Lo que es más importante quizá, refleja la ilusión de atención: creemos erróneamente que los objetos y los sucesos importantes llamarán nuestra atención. Y es esta creencia errónea, este patrón equivocado de pensamiento, lo que nos causa problemas en la vida cotidiana. Afortunadamente, incluso si no podemos evitar las limitaciones de nuestra consciencia, podemos superar las creencias erróneas que tenemos de dichos límites. Ese es un tema central en El gorila invisible.

Si estas limitaciones son parte de nuestra constitución biológica, ¿por qué tenemos ideas tan equivocadas sobre ellas? ¿Por qué no comprendemos mejor el funcionamiento de nuestra propia mente? La respuesta, aparentemente, es que las ilusiones de este tipo son dominantes porque son consecuencia de inferencias razonables que se basan en nuestras experiencias cotidianas. Lo que sucede es que nuestras experiencias nos engañan.

Imagínese que le muestro el video del gorila y usted no ve el gorila. Ahora imagínese que no le digo lo que no ha visto. Continuaría transitando la vida asumiendo que, por supuesto, vería a un gorila si apareciera un en un partido de básquet. Nuestros conocimientos, creencias, pensamientos e intuiciones se basan totalmente en lo que hemos observado. En otras palabras, nuestras experiencias nos engañan sobre el verdadero estado de nuestro mundo debido a todas las experiencias que pasamos por alto. En general, no pensamos en los posibles gorilas que no hemos visto, solo nos concentramos en los que hemos visto. La mayoría de las veces, esa es una manera muy razonable de enfrentar el mundo. Después de cruzar la calle, no consideramos la posibilidad de que recién haya pasado un elefante rosa. Hacerlo implicaría una pérdida de tiempo y un gran esfuerzo. Dado que solo somos conscientes de lo que notamos, acumulamos experiencias de observación, pero no llevamos un registro de lo que pasamos por alto. Si luego razonamos basándonos en nuestras experiencias, llegamos a conclusiones erróneas acerca de nuestro mundo y de nuestra mente.

¿Por qué nos resistimos tanto a cambiar una idea a pesar de la evidencia que la refuta?

En parte, nuestra resistencia al cambio se basa en los mismos principios que nos llevan a sacar conclusiones equivocadas: percibimos el mundo de manera selectiva y nos concentramos principalmente en lo que esperamos ver. Tendemos a buscar información que sea consistente con nuestras visiones preexistentes, en lugar de evidencia que pueda refutar nuestras creencias, una tendencia conocida como el “sesgo de confirmación”. Dicha tendencia explica por qué las personas que tienen creencias políticas opuestas pueden mirar el mismo debate y estar convencidas que el desempeño de su propio candidato fue mejor –observaron y recordaron los momentos en que su candidato fue brillante y rechazaron aquellos en que su candidato no supo que contestar.

Irónicamente, nuestras creencias acerca del funcionamiento de nuestra mente pueden ser las más difíciles de cambiar. Esto se debe a que pensamos que conocemos los motivos que fundamentan nuestras creencias e ideas, y dado que dichas creencias se basan en nuestras experiencias directas, asumimos erróneamente que nos conocemos mejor de lo que en realidad nos conocemos.

Uno de nuestros objetivos al escribir El gorila invisible fue reproducir vívidamente cómo pueden engañarnos nuestras intuiciones acerca de nuestra propia mente. Cuando nos vemos obligados a enfrentar nuestros límites y a poner a prueba la evidencia que fundamenta nuestras creencias, nos damos cuenta de nuestra ceguera. Si bien no podemos eliminar estas limitaciones de nuestra mente, reconocerlas nos permite tomar mejores decisiones.

Nos interesa analizar estas “ilusiones” entre los médicos. ¿Considera que estas maneras erróneas de pensar afectan el desempeño laboral?

Absolutamente. Todos estamos sujetos a estas ilusiones en casi todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. No obstante, el efecto de estas ilusiones se amplía cuando debemos tomar decisiones cruciales acerca de nuestra salud y seguridad. Los médicos no son inmunes a estas limitaciones. De hecho, hablamos de medicina en casi todos los capítulos de nuestro libro porque nos brinda muchos buenos ejemplos de estas ilusiones. Consideremos el caso de la radiología. Hace unos años, Lum y colegas describieron un caso en la revista Emergency Medicine en el que se había dejado un alambre guía en un paciente después de un procedimiento en la sala de emergencias. El alambre guía pasó inadvertido durante 5 días, incluso aunque el paciente fue sometido a varias radiografías de tórax y al menos 6 médicos podrían haberlo visto. El alambre guía es obvio cuando se sabe que hay que buscarlo, pero los médicos no lo estaban buscando, sino que esperaban encontrar otro tipo de problemas. Potencialmente, los sucesos importantes, como los gorilas invisibles, no llaman automáticamente nuestra atención. De hecho, notamos muchas menos cosas de nuestro mundo de las que pensamos que notamos.

¿Considera interesantes las investigaciones propuestas que identificarían estas ilusiones en las actividades médicas?

Sí. A pesar de que en la actualidad existe mucha literatura sobre la toma de decisiones por parte de los médicos, no hay suficiente investigación acerca de qué piensan los médicos acerca de sus propios límites. Creemos que esta sería un área de investigación provechosa que también podría brindar beneficios prácticos. Si logramos identificar y comprender cómo influyen los límites de la atención, la percepción, la memoria y el conocimiento en la toma de decisiones médicas, podríamos mejorar la práctica médica y ayudar a los médicos a ser conscientes de dichos límites.

¿Cómo cree que funcionan la “ilusión de conocimiento” y la “ilusión de confianza” en la labor médica?

Ambas ilusiones representan un gran desafío para los médicos. La formación médica muchas veces enfatiza la capacidad de memorizar información, así como la necesidad de confianza en la interacción con los pacientes. Al menos en los Estados Unidos, se capacita a los médicos para irradiar certeza en sus decisiones. En la realidad, los mejores médicos están “bien calibrados”. Saben lo que saben Y lo que no saben. En El gorila invisible, hablamos de una anécdota personal en la que Chris fue a ver un médico porque tenía fiebre y un sarpullido inusual. El médico miró el sarpullido y luego fue a consultar un libro de referencia. Después de consultarlo, identificó el sarpullido como consecuencia de una picadura de garrapata –Chris tenía enfermedad de Lyme–. Luego consultó otro libro para buscar el tratamiento correspondiente. Chris, y sospechamos que la mayoría de las personas, consideraría el proceder del médico preocupante. La doctora debió consultar dos libros de referencia para diagnosticar y tratar sus síntomas. De hecho, otra investigación demostró que los pacientes tienden a confiar menos en un médico que consulta un libro de referencia que uno que no lo hace. Tendemos a considerar que la confianza indica conocimiento. Sin embargo, la confianza no es lo mismo que la competencia. El médico que busca la respuesta para asegurarse de estar haciendo lo correcto es mucho más competente que el médico que actúa con confianza, pero da la respuesta equivocada.

Es muy común en medicina confundir correlación con causalidad, ¿cómo puede evitarse este error?

Los médicos no son los únicos que cometen este error. Y el problema es aún más simple: muchas veces vemos correlaciones donde no las hay. Y con frecuencia los medios de comunicación informan erróneamente resultados correlacionales como si fueran causales. Afortunadamente, existe una prueba simple que permite determinar si un hallazgo es correlacional o causal. Si lee acerca de un nuevo hallazgo, pregúntese lo siguiente: ¿podrían los investigadores asignar personas al azar a la condición de tratamiento y a la de control? Si no fuera así, el estudio no podría haber sido causal. Por ejemplo, imagínese que un titular informa que los niños que fueron maltratados de pequeños son más propensos a sufrir enfermedades mentales en el futuro. La afirmación causal suena posible, pero no hay evidencia. No es posible asignar al azar personas para ser maltratadas como niños (el tratamiento) y otras que no lo serán (el control). En consecuencia, cualquier otra combinación de factores podría producir el resultado. Es una correlación. Recuerde: si los investigadores no hubieran podido seleccionar al azar algunas personas para recibir el tratamiento y otras para recibir el control, no hubiera podido ser un experimento causal.

¿Considera que las facultades y las universidades deben capacitar a los estudiantes para usar el pensamiento y la lógica con el fin de evitar errores?

Como profesores universitarios, ambos intentamos hacer eso en nuestras clases. Hay evidencia que demuestra que la capacitación explícita sobre sesgos en la toma de decisiones puede reducir dichos sesgos. Ese es parte de nuestro objetivo en El gorila invisible también: si logramos que las personas sean más conscientes de sus límites, podrán tomar las medidas necesarias para evitar las consecuencias de dichos límites. No podemos cambiar nuestro cerebro para evitar completamente esos límites por ejemplo, no hay capacitación suficiente que nos permita ver todos los gorilas invisibles, pero ser conscientes de nuestros límites nos ayuda a evitarlos. Si es consciente de que tiene menos posibilidades de notar algo inesperado cuando está distraído, hará todo lo necesario para evitar las distracciones. Por ejemplo, no hablará por teléfono mientras conduzca.


 

Por Christopher Chabris y Daniel Simons
304 págs. | 23 x 16
ISBN 978-987-629-168-2
Siglo XXI editores
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*Lea el prólogo del libro escrito por Diego Golombek haciendo clik aquí



El gorila invisible

El experimento del “gorila invisible”, efectuado por dos psicólogos de la Universidad de Harvard, muestra las limitaciones, incluso grotescas, que tiene la percepción humana, y señala también la incapacidad de los sujetos para admitir esas limitaciones.

Por Christopher Chabris y Daniel Simons *

Hace aproximadamente doce años, condujimos un experimento sencillo con la ayuda de estudiantes de la materia de psicología que dictábamos en la Universidad de Harvard. Para nuestra sorpresa, se ha convertido en uno de los experimentos más conocidos de la disciplina. Aparece en libros de texto y se lo enseña en cursos de introducción a la psicología en todo el mundo. Hay notas referidas a él en revistas como Newsweek y The New Yorker y ha sido incluido en programas de televisión. Incluso ha sido exhibido en museos. Su popularidad radica en que revela, de modo humorístico, algo inesperado y profundo acerca de cómo vemos nuestro mundo, y también sobre lo que no vemos. Nuestra experiencia vívida encubre una notable ceguera mental: suponemos que los objetos especiales o inusuales llaman nuestra atención cuando, en realidad, a menudo nos pasan inadvertidos por completo. Desde que nuestro experimento fue publicado en la revista Perception, en 1999, se ha convertido en uno de los estudios más mostrados y debatidos dentro de la psicología. En 2004 ganó el “Premio Nobel Ig”, que se entrega a “aquellos logros que primero hacen reír y luego pensar”.

Para el experimento, nuestros alumnos consiguieron voluntarios a los que les presentaron un video de un partido de básquetbol: les pidieron que contaran la cantidad de pases que hacían los jugadores de blanco, pero que ignorasen los de los de negro. El video duraba menos de un minuto, e inmediatamente después de finalizado les preguntábamos cuántos habían contado. (Si el lector deseara hacer la prueba por sí mismo, puede detener la lectura ahora mismo e ingresar en www.theinvisiblegorilla.com. Deberá observar el video atentamente y asegurarse de incluir en su cuenta tanto los pases aéreos como los de rebote.)

La respuesta correcta, creemos, era 34 o tal vez 35. Para ser honestos, no importa. La tarea de contar los pases tenía como objetivo mantener al observador ocupado en algo que requería atención a la acción que se desarrollaba en la pantalla, pero en realidad la habilidad para contar pases no nos interesaba. Lo que estábamos testeando era otra cosa: promediando el video, una estudiante disfrazada de gorila entraba en la escena, se detenía entre los jugadores, miraba a cámara, levantaba el pulgar y se retiraba, luego de haber permanecido alrededor de nueve segundos en pantalla. Después de preguntarles a los sujetos acerca de los pases, les hicimos las preguntas más importantes:

–¿Notó algo inusual mientras contaba los pases?

–No.

–¿Notó alguna otra cosa, además de los jugadores?

–Bueno, había algunos ascensores y unas letras “s” escritas sobre la pared. No sé para qué estaban esas letras “s”.

–¿Notó a alguien además de los jugadores?

–No.

–¿Notó un gorila?

–¡¿Un qué?!

Para nuestra sorpresa, ¡alrededor de la mitad de los sujetos de nuestro estudio no había notado el gorila! Cuando volvieron a mirar el video, esta vez sin contar los pases, lo detectaron fácilmente y quedaron atónitos. Algunos dijeron: “¿No vi eso?” o “¡No puede ser!”. Algunos nos acusaron de cambiar la cinta cuando no estaban mirando.

Desde entonces, el experimento repitió muchas veces, bajo distintas condiciones, con diversas audiencias y en múltiples países, pero los resultados son siempre los mismos: cerca de la mitad de las personas no ven el gorila.

¿Cómo puede la gente no ver un gorila que camina delante de ellos, gira para mirarlos, se golpea el pecho y se va? ¿Qué vuelve invisible al gorila? Este error de percepción proviene de una falta de atención hacia el objeto no esperado; en términos científicos se lo denomina “ceguera por falta de atención”. Las personas, cuando dedican su atención a un área o aspecto particular, tienden a no advertir objetos no esperados, aun cuando éstos sean prominentes, potencialmente importantes y aparezcan justo allí adonde están mirando.

El hecho de que las personas pasen cosas por alto es importante, pero lo que nos impresionó aún más fue la sorpresa que manifestaron al comprobar lo que no habían visto. El estudio del gorila ilustra, quizá de manera más radical que cualquier otro, la influencia poderosa y generalizada de la ilusión de atención: experimentamos mucho menos de nuestro mundo visual de lo que creemos. Si fuéramos del todo conscientes de los límites de la atención, la ilusión se desvanecería.

Mientras escribíamos este libro, contratamos a la firma Survey-USA para que hiciera una encuesta a una muestra representativa de adultos estadounidenses, referida a sus creencias acerca de cómo funciona la mente. Más del 75 por ciento coincide en creer que notaría esos acontecimientos inesperados aun cuando estuviese concentrado en otra cosa. Es verdad que experimentamos de manera positiva algunos elementos de nuestro entorno, en particular aquellos que constituyen el centro de nuestra atención, pero esta experiencia conduce a la creencia errónea de que procesamos la totalidad de la información detallada que nos rodea. En realidad, sabemos cuán vívidamente vemos algunos de los aspectos de nuestro mundo, pero desconocemos por completo aquellos que caen por fuera de ese foco de atención habitual.

Ojo la bici

No obstante, hay una forma probada de eliminar la ceguera por falta de atención: hacer que el objeto o acontecimiento inesperado sea menos inesperado. El consultor en salud pública de California Peter Jacobsen examinó las tasas de accidentes que involucraban automóviles y peatones o ciclistas en ciudades de California y de una serie de países europeos. El patrón era claro y sorprendente: caminar y andar en bicicleta eran las acciones menos peligrosas en las ciudades en las que ambas actividades se practicaban en forma mayoritaria, y las más peligrosas allí donde menos se las ejecutaba.

En una de las demostraciones más impactantes del poder de las expectativas, Steve Most y Robert Astur, del Olin Neuropsychiatry Research Center en Hartford, usaron un simulador de manejo. Justo antes de llegar a cada intersección, los sujetos buscaban una flecha azul que indicara en qué dirección debían girar e ignoraban las flechas amarillas. En el momento en el que ingresaban en una de las intersecciones, una motocicleta inesperadamente se ponía delante de ellos: cuando era azul, el mismo color que las flechas esperadas, casi todos los conductores la notaban; cuando era amarilla, el 36 por ciento de ellos la atropellaba, ¡y dos de ellos ni siquiera atinaron a pisar el freno! Nuestras expectativas de cada momento, más que el carácter llamativo del objeto, determinan lo que vemos y lo que pasamos por alto.

* Extractado de El gorila invisible y otras maneras en las que nuestra intuición nos engaña, que distribuye en estos días Siglo Veintiuno.

* Fuente: Página 12