Cuando entre los años 30 y 40 del siglo pasado la familia del químico Leopoldo García-Colín Carrera decidió montar en la ciudad de México un laboratorio de Química y trabajar con las prodigiosas plantas que los indígenas usaban para curarse, el padre de uno de los científicos del país más reconocidos en el mundo, Leopoldo García-Colín Scherer, no imaginaba todo lo que se derivaría de aquella empresa.
Aquel espacio –dotado con lo necesario para operar como un centro farmacéutico– era visitado habitualmente por un García-Colín Scherer de sólo nueve años, fascinado con instrumentos y sustancias, pero sobre todo “con las agüitas de colores que mi padre me regalaba”.
Más tarde el asombro daría paso al interés por las reacciones químicas en quien ha llegado a ser el investigador mexicano más citado en el ámbito internacional por sus contribuciones al estudio de la Química, la Mecánica Estadística, la Teoría Cinética de Gases, los Gases Cuánticos, la Astrofísica, la Física Biológica y la Biomatemática.
Remembranza
El profesor fundador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) recapituló los días de infancia y compartió pasajes de su vida marcados por el asombro, la inquietud, el interés y la dedicación.
“Me maravillaba ver llegar los cargamentos de plantas que los arrieros traían en burros y saber cómo de todo eso podía seguirse un proceso químico del cual salían unos cristalitos que, debidamente dosificados, derivaban en medicinas increíbles.
“A mí me curaron todas las enfermedades de la niñez con esos fármacos, que no eran de una acción impactante como los antibióticos, pero sí muy buenos y no causaban efectos secundarios”. El doctor Eliseo Ramírez, nombre otorgado a una calle de la colonia Doctores, hizo la farmacodinamia de los laboratorios de alcohol, recuerda el Primer Profesor Emérito de la UAM.
Inquietudes científicas
El también Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ubica en aquellos años el origen de sus inquietudes científicas: “de hecho tuve un laboratorio en casa, hasta destilé madera... y por fortuna no pasó nada”.
Además –subraya en entrevista– en la casa paterna hubo siempre muchos libros y tuvo la libertad de decidir qué estudiaría. La única sugerencia de su padre fue: “haz lo que quieras, pero hazlo bien”.
El gusto por la Química –que cataloga como de origen “genético”– lo llevó a ingresar a la Escuela de Ciencias Químicas, donde recibió clases de Alejandro Medina, “un químico notabilísimo y un físico excelente” a quien agradece sus enseñanzas y considera “uno de los mejores científicos que ha dado nuestro país, aunque nunca tuvo los reconocimientos que su brillantez merecía”.
A Medina –director de su tesis de Licenciatura en Química– le atribuye el mérito de haberlo introducido al campo de la Mecánica Estadística, pero precisa que ya desde la preparatoria la Física lo había seducido. En consecuencia estudió dos carreras “para darle gusto a mi padre”.
Fanático de la ciencia
“¿Qué me consagró realmente como un fanático de la ciencia?”, se preguntó. Y respondió: “definitivamente entender el aspecto formal de la Termodinámica. A partir de ahí decidí estudiar esa parte de la Física y toda mi vida he estado metido en la fundamentación de la Termodinámica, pero de procesos irreversibles”.
Esta rama se ha aplicado a la Biología, la Astrofísica, la Cosmología, la transición vítrea; sin embargo la parte central es saber “por qué la película del Universo rueda en una sola dirección; por qué lo que observamos son fenómenos que ocurren siempre en una sola dirección y no en otra. Esa ha sido siempre la piedra roseta de toda mi investigación”.
Procesos fuera de equilibrio
Respecto de “las nuevas aplicaciones de mis viejos intereses” explica que, por ejemplo, la Biología moderna, sobre todo en una de sus ramas –la Proteómica, que tiene que ver con la dinámica de las proteínas– es de suma importancia porque éstas son la base de todos los mecanismos en los seres vivos.
Problemas degenerativos como el Alzheimer o el Mal de Parkinson provienen del funcionamiento inadecuado de un tipo de proteínas y tal vez exista pronto, si no la cura, sí el control de esa clase de enfermedades.
Además se ha descubierto algo que no se sospechaba hace 20 años y es que muchas de las propiedades que tienen las proteínas cuando están en solución acuosa se asemejan en gran medida a las capacidades de los vidrios, cuya formación no se entiende todavía. “Es un problema abierto a pesar de que lo usamos desde hace 4,000 años”.
En Astrofísica y Cosmología pasa lo mismo. Hay muchos procesos cuyas bases están arraigadas en procesos irreversibles. El Universo ha evolucionado en una dirección y en esa evolución han ocurrido muchas cosas que tienen que ver con procesos termodinámicos fuera de equilibrio que no se entienden todavía, por ejemplo, cómo se forman una estrella o una galaxia.
Enseñar a pensar
García-Colín Scherer no concibe la investigación sin la docencia y considera que un buen científico debe ser también un buen profesor; por esta concepción es que sus pares lo reconocen como un académico excelente y un gran motivador de estudiantes.
Al científico le preocupa, sin embargo, el desinterés que existe en México hacia los asuntos que competen a la ciencia.
La tragedia del país, más allá de la pobreza y de los “políticos sinvergüenzas”, es que el sistema educativo “no enseña a los niños otro aspecto que a obedecer cosas muy simples, no a pensar: lo más que pueden hacer es seguir instrucciones muy simples (...) para cargar la maletita del que sí sabe”. En México “la proporción de creativos no llega ni a uno por ciento” de la población.
Para el investigador es necesario generar conocimiento nuevo, entendido como el arte de saber dónde está lo ya hecho y saber pensar lo que no se ha realizado.
Pasatiempo y pasión
Orgulloso de que sus padres fueron personas muy cultas y músicos excelentes, relata que su educación formal culminó con Schönberg o el dodecafonismo, haciendo alusión a otra de sus pasiones: la música clásica.
Leer sobre historia de la ciencia, el desarrollo de cierto tipo de conceptos en el pasado, el pensamiento de los grandes científicos del mundo o a Salvador Elizondo y Carlos Fuentes ocupa otra parte de su tiempo. No obstante “tengo aún muchos libros por leer”.
Herencia de su abuelo y de su padre, considerado entre los mejores jugadores de pelota vasca, el doctor García-Colín Scherer destacó en ese deporte. Y habituado a levantarse temprano, hacer ejercicio a diario y divertirse con su perro, Yago, el Profesor Distinguido de la UAM dice que aun cuando es bonito saberse reconocido, “no creo mucho en los premios. Mi mejor hazaña es haber llegado en segundo lugar en un maratón, porque ahí no dependía de nadie”.
Con tamañas expresiones de sencillez, el Investigador Nacional Emérito por el Sistema Nacional de Investigadores –académico por más de 46 años, 34 de ellos en la UAM– ha publicado más de 175 trabajos de investigación y más de 50 de divulgación, y escrito 14 libros.
Publicado en el Número 1 de Ciencia desde la UAM. Revista de Divulgación Científica