Autor: Dra. Agueda Figueroa.
Neonatóloga – Pediatra. CEO & Founder de @neoencasa.
La maternidad tiene el poder de transformar a la mujer, cambiando su ser, convirtiéndola en alguien diferente. Ha llegado el momento de redefinir el cerebro materno (McCormack, Callaghan & Pawluski, “It's time to rebrand mommy brain”, JAMA Neurology, 2023).
Matrescencia es un término formulado en los años 70 por la médica antropóloga Danna Raphael. Este neologismo, que fusiona las palabras maternidad y adolescencia, pone en evidencia la fase transformadora e irreversible que experimenta la mujer durante la maternidad, similar a la de un adolescente. Según la Dra. Susana Carmona, “no se trata solo de la neuroplasticidad cerebral que caracteriza a ambos procesos, sino también del ajuste de conciencia y la autopercepción que llevan a las madres y a los adolescentes a redefinir sus relaciones familiares, de amistad y a revaluar su posición social y política” (Neuromaternal: ¿Qué la pasa a mi cerebro durante el embarazo y la maternidad?, Ediciones B, 2024).
El adolescente sufre una profunda transformación dirigida por las hormonas sexuales. Esta transformación no solo es física con el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios, sino que involucra una serie de cambios emocionales y conductuales hasta construir su identidad adulta. El adolescente pareciera perder el rumbo, tanto en sentido figurado como literal, desorientarse mentalmente para volverse a encontrar en un cuerpo distinto.
La maternidad conlleva también una transformación. En la mujer embarazada, el valor de estradiol aumenta 50 veces (Servin-Barthet et al., The transition to motherhood: linking hormones, brain and behaviour, Nature Reviews Neuroscience, 2023). Desde la perspectiva neuronal, la maternidad conlleva cambios cerebrales definitivos. Al final del embarazo, la hipófisis de la mujer se habrá expandido en un 130 %, incremento tan evidente que puede observarse a través de RMN estructural (NeuroMaternal, Hospital Gregorio Marañón, Madrid). En forma similar al adolescente, durante el embarazo y la maternidad se construye un nuevo YO en un estado de labilidad extrema.
El cuerpo en el embarazo:
Dentro de los procesos fisiológicos del ser humano, el embarazo es sin dudas el más intenso; dos seres humanos conviven en el mismo cuerpo de forma armónica. El sistema circulatorio de una mujer embarazada incrementa no sólo su volumen sanguíneo sino su actividad en un 50%.
El sistema inmune:
La mujer se enfrenta a un ADN que no le es propio, sin embargo, no lo rechaza, sino que lo tolera y protege. El embrión presenta un HLA (Human Leukocyte Antigen) exclusivo del embarazo que logra poner al sistema inmune de la madre a su servicio. Según Gil Mor, investigador en inmunología del embarazo de la Universidad Estatal Wayne (EE. UU.), la respuesta del sistema inmunitario durante el embarazo es dinámica y se compone de tres etapas principales. Durante la fecundación tiene lugar una fase proinflamatoria controlada que facilita la implantación. Luego, alrededor de la semana 12, se establece una fase antiinflamatoria con proliferación de células T regulatorias que determinan un estado de tolerancia inmunológica. Al finalizar, se produce una nueva fase proinflamatoria con un incremento de citoquinas que favorece el inicio del trabajo de parto, referida como “el despertar del sistema inmune” (Mor, Aldo & Alvero, “The unique immunological and microbial aspects of pregnancy” Nature Reviews Immunology, 2017). Tras el nacimiento, la información genética del embrión permanece en el cuerpo de la mujer durante toda su vida, lo que se conoce como microquimerismo.
La placenta:
La placenta es de origen fetal, y es el único órgano con tiempo de caducidad. Es un órgano endócrino e inmunológico por excelencia, productor de hormonas como progesterona, estrógeno, lactógeno placentario, relaxina, aldosterona, citoquinas inflamatorias y prostaglandinas, aunque posee además múltiples funciones.
Para las ciencias biomédicas, el estudio de la placenta podría ser clave para descifrar las estrategias que utilizan las células cancerígenas para reproducirse y extenderse a diferentes tejidos (Pang, et al., “Three categories of similarities between the placenta and cancer that can aid cancer treatment: Cells, the microenvironment, and metabolites”, Frontiers in Oncology, 2023).
El Cerebro:
Con resonancia magnética se logró estudiar la anatomía del cerebro, la integridad de sus conexiones e incluso su funcionamiento. El cerebro de una mujer que tuvo hijos presenta cambios estructurales que persisten durante toda la vida (la hipófisis se incrementa hasta en un 130 %). Las hormonas sexuales son los principales inductores endógenos de la plasticidad cerebral. Estas hormonas pueden promover cambios en la estructura y función del sistema nervioso central. El hipotálamo ejerce el control hormonal sobre el cerebro mediante la hipófisis y la glándula pituitaria. La amígdala se encarga de señalar la intensidad emocional y de almacenar recuerdos asociados a momentos de gran intensidad, como el parto. Sin embargo, cuando esta intensidad es excesiva, puede producir el efecto contrario, impidiendo evocar lo sucedido; un fenómeno conocido como amnesia disociativa.
Cuando hablamos de plasticidad cerebral o neuroplasticidad, nos referimos a la capacidad intrínseca del sistema nervioso para realizar cambios adaptativos en respuesta a estímulos internos y externos. Existen periodos vitales denominados “periodos sensibles” en los que el cerebro es especialmente plástico y propenso al aprendizaje. Estos periodos incluyen la adolescencia y la maternidad, caracterizados por profundos cambios, como la poda sináptica. Este proceso elimina células y sinapsis redundantes mientras fortalece el flujo de información.
El embarazo es el periodo vital con mayores fluctuaciones hormonales. Durante los nueve meses de gestación, los niveles de estrógenos en el cuerpo y cerebro de una mujer superan los acumulados en una mujer que no estuvo embarazada durante 30 años. Estos cambios en la anatomía y función cerebral materna desencadenan reflejos automáticos que no dependen del razonamiento consciente. (Neuromaternal: ¿Qué la pasa a mi cerebro durante el embarazo y la maternidad?, Ediciones B, 2024)
En el cerebro de una madre cuando observa fotos de su hijo se activan el hipotálamo, la hipófisis y la amígdala, regiones que detectan estímulos con alta carga emocional y preparan al cuerpo para reaccionar antes de que la corteza cerebral determine si existe un peligro real, así como estímulos procedentes del bebé activan respuestas fisiológicas y atencionales prioritarias, como si fueran vitales para la madre. Estos cambios cerebrales y conductuales persisten hasta al menos dos años después del parto.
El impacto del sistema de salud en la mujer: Se sabe que el parto no es solo un proceso físico-mecánico, sino una experiencia extrema en la que participan múltiples factores, culturales, emocionales, espirituales, sociales, mentales, hasta influye el entorno físico porque la comodidad y seguridad de la madre disminuyen el estrés.
El trato recibido por el personal de salud durante el parto influye en la percepción de la experiencia y su vínculo inmediato con el bebé. (Esta observación se basa en experiencias personales y profesionales, no en datos estrictamente científicos).
Preocupa la escasa monitorización de las mujeres en el postparto, ya que la atención se centra en el bebé, olvidando que su bienestar depende directamente del bienestar de la madre. Es fundamental comprender y empatizar con la madre, reconociendo que detrás de su experiencia de maternidad hay emociones invisibles que no pueden medirse fácilmente. Es responsabilidad del personal de salud humanizar el vínculo y la atención médica. La depresión postparto es el trastorno más común en esta etapa, afectando al 20 % de las mujeres. Los sentimientos de culpa, vergüenza o temor a ser estigmatizadas, especialmente en esta era de redes sociales, implica que muchas busquen ayuda. Es fundamental que el personal de salud esté atento a síntomas persistentes y profundos que se mantengan después de la tercera semana posparto. Una conversación empática puede ser clave para derivar correctamente a la paciente a psicología perinatal para un diagnóstico adecuado. Detectar el problema es el primer paso hacia su solución.
Conclusión:
La maternidad es una transformación profunda y multidimensional que afecta el cuerpo, el cerebro y la identidad de la mujer. Entender la matrescencia como un proceso natural y complejo nos invita a ofrecer un apoyo, valorar el impacto de la maternidad como una etapa que redefine la vida de la mujer en todos los sentidos. Comprender desde la salud este proceso es ayudar a las nuevas generaciones a elegir ser madres, somos partes responsables de las experiencias vividas.
PD “Impresiona que nuestro cuerpo, cuando tenemos un hijo, se prepara para sentir más que para pensar”.