Entrevista al Dr. Jorge Tartaglione

“Ponerse en el lugar del paciente es la única manera de ser un buen médico”

El especialista en Cardiología y comunicador sobre temas de salud remarcó el desafío de prescribir hábitos saludables así como de adaptarse laboralmente a las nuevas tecnologías.

Autor/a: Esteban Crosio

Fuente: IntraMed

En el libro de la periodista científica Nora Bar “Diez preguntas que la ciencia (todavía) no puede contestar” (Paidós, 2018), el biólogo Diego Golombek dice que ese instante en que como lectores o audiencia nos “iluminamos” al entender algún misterio de la ciencia es “profundamente mágico y bello, aunque para eso necesitamos un poco de ayuda, alguna guía para no perdernos en el laberinto de los detalles y las dudas”.

Ese camino tomó el Dr. Jorge Tartaglione desde hace 25 años, combinando su rol asistencial con el de comunicador, “iluminando” hogares desde la radio o la televisión. “No podría informar si no viera pacientes”, sentencia Tartaglione. Es que para este médico cardiólogo de 4 décadas de trayectoria, es indispensable el contacto humano y ejercer el poder de la palabra con quienes acuden en busca de aliviar sus padecimientos.

El 3 de diciembre se celebra el Día del Médico y desde IntraMed tuvimos el placer de dialogar con un referente de la profesión, quién heredó de su padre el arte de curar y continuó transmitiéndolo a nuevas generaciones familiares.


¿Cómo fueron tus primeros contactos con la Medicina?

Yo vengo de una familia de médicos. Mi padre es médico, mi hermano médico y mis hijos son médicos. O sea que la Medicina fue parte de mi vida prácticamente desde que nací. Cuando era chico acompañaba a mi papá en su Volkswagen por Capital a ver pacientes con diabetes, que usaban jeringas de vidrio y él les enseñaba a usar la insulina y el esterilizador.

Como yo siempre digo, la profesión médica al principio tiene cierta vocación romántica, no se nace médico, yo no nací médico, y después es como un enamoramiento cotidiano, vas llegando, entras a la Facultad, te buscas en esa magnitud, después llegas al primer hospital y te vas enamorando. Yo sigo haciendo Medicina y tengo una actividad asistencial diaria, la considero una pasión. Para ser médico tenés que tener mucha voluntad, es sacrificio, es un laburo chino, económicamente para tener un mango tiene que pasar un tiempo importante. No lo podes hacer por dinero. Y por último, tenés que tener empatía, tener humanidad. Vos te sentás en el consultorio, en la sala de cardiología, en la unidad coronaria, y el paciente está ahí enfrente tuyo y te mira, y requiere que vos lo ayudes. Es apasionante, vos compartís una intimidad, con los ojos. Es un encuentro entre dos personas que se necesitan y eso es muy lindo.

También creo que ser médico no es para toda la vida. Si vos no ejercés la Medicina, yo creo que dejas de ser un poco médico. Yo desde hace 25 años comparto mi actividad asistencial con la comunicación médica.  Y yo sé que el día que deje el consultorio, dejo de ser un poco médico. No me podría llamar médico si no veo pacientes. La Medicina cambió, la rapidez del cambio es abismal. Ya no es el doctor Google. Ahora es el doctor inteligencia artificial. Y es tan rápido el cambio que si no nos aggiornamos va a ser difícil. Pero creo que igualmente la humanidad no se puede perder jamás. El hecho de ponerte en el lugar del otro, en los zapatos del otro, es la única manera que yo creo que uno puede ser un buen médico. No hay forma de otra manera. Si vos no sentís el sufrimiento que tiene la gente, el sufrimiento, el dolor, es muy difícil que la inteligencia artificial te salve.

Y después me parece que tenemos que trabajar mucho en la comunicación médico-paciente del consultorio. Nosotros en el consultorio es la herramienta más poderosa que tenemos. El otro día estaba en un congreso interamericano de cáncer de colon con el doctor Luis Caro y yo decía que si yo quiero que la gente se haga video colonoscopía, yo lo puedo comunicar, pero la convicción la tiene el médico que está sentado cuando el paciente llega adelante de él. Y si el médico no se lo dice con convicción, no se la va a hacer. Lo mismo sucede con las vacunas. Si yo quiero que se vacune mi paciente con insuficiencia cardíaca, contra la gripe, la neumonía y el herpes, yo tengo que tener la convicción de que esas vacunas sirven y que le van a hacer bien y que están bien. Me parece que eso es un poco ser médico y lo que ha hecho la evolución de la Medicina. La Argentina tiene médicos maestros extraordinarios.

¿Recordás algún momento en el cual te sentiste médico por primera vez? ¿Alguna situación en particular?

Cuando entré a la residencia. Cuando te dan el título de médico está buenísimo, pero cuando entras a la residencia te das cuenta que si no vienen y te ayudan un poco y te dicen dónde está la primera cama, cómo poner una venda, cómo empezar a leer el electro, no tenés manera. Sí me sentí cardiólogo, que para mí fue buenísimo, cuando tuve la primera decisión de decir “este hombre tenía que hacerse una cirugía cardíaca”, porque tenía tanta cantidad de arterias tapadas. Y en esa época era un miedo total porque podría no tener la efectividad que tiene ahora. Y me acuerdo perfectamente. Y salió el paciente y estuvo muy bien. Y me acuerdo que yo había tenido un paciente con una miocardiopatía dilatada. Y le dije a la mujer, con esa impronta de residente, de jefe residente, “la sobrevivida puede ser tanto…”. Y pasaron como 10 años y el paciente pasaba por el hospital y me saludaba, “acá estoy, acá estoy”. O sea que la realidad es que tenés de las dos caras, una feliz y otra así. Tenés que tener precaución con lo que estás haciendo porque tu palabra influye mucho. Y creo que después me siento médico cada vez que estoy sentado en el consultorio. Y siento que comunico Medicina cuando estoy frente a la cámara de televisión o tengo esa responsabilidad. Para mí es vital la palabra del médico. La palabra, el poder de la palabra. Hay que ser extremadamente respetuoso.

¿Cómo considerás que se puede trabajar por la equidad en la educación médica, tanto en Argentina como en América Latina?

Nosotros vivimos en un país que tiene un 50% de pobres y mucha gente no tiene acceso a la educación. Yo creo en la universidad pública y gratuita, porque yo fui a una universidad pública y gratuita. Y fui a un colegio universitario en la secundaria que fue gratuito. Creo que tiene que haber una mayor inversión y un mayor trabajo en la universidad pública, jerarquizar al docente. Que el docente no solamente vaya por vocación a dar una charla, una clase en el Hospital de Clínicas, en la Facultad de Medicina o en el Hospital Muñiz, sino que también pueda sobrevivir o vivir con eso, y después jerarquizar un poco más la profesión médica, a través de los propios médicos. Esto es la realidad. Si me van a pagar por consulta muy poco dinero y tengo que atender 40 pacientes en una mañana, es muy probable que estén desjerarquizando mi profesión.

Me parece que nosotros tenemos que valorizar más nuestra profesión. No podemos indudablemente aceptar trabajos por muy poco dinero. Yo lo veo por mis hijos, porque cuando vos tenés un padre médico, como me pasó a mí, es diferente, porque tenés una huella ya armada un poco, ellos si se suben a la huella pueden andar. Pero para aquella persona que no tiene nada de nada y no tiene medios para hacerlo, y que le costó ir a la Facultad, un chico que tuvo que viajar dos horas para llegar a la Facultad, y tuvo que trabajar para hacer la carrera de Medicina, con lo difícil que es, y después no pudo entrar a una Residencia, porque hay escasas vacantes, terminan trabajando en una ambulancia por muy poco dinero.

¿Hay un nuevo paradigma en la relación médico-paciente?, ¿Menos tiempo de contacto (como desventaja) pero mayor prescripción de buenos hábitos?

Mi último libro se basa en eso. El desafío más grande si vos le preguntás a una persona que en este momento vive  en La Quiaca “¿vos sabés que el colesterol es malo?”, te va a decir que sí. “¿Vos sabés que la presión hace mal?”, te va a decir que sí . “¿Vos sabés que comer con grasa hace mal?” sí, lo sabe. El gran desafío es cómo hacer que esa persona haga un pequeño cambio. Que diga, sí, me hace mal, voy a comer con menos sal. Sí, voy a empezar a hacer actividad física. Sí, voy a dejar de fumar. Ahí está el gran desafío. Entonces nosotros, los que estamos en el consultorio, los que comunicamos, tenemos que lograr es que esa persona logre hacer el pequeño cambio. Porque sabe lo que hace mal, pero no incorpora cómo hacer para mejorarlo. Ahí está el gran desafío. Es apasionante. Eso es lo que yo tengo que estudiar. Si yo logro que una persona contemple la posibilidad de dejar de fumar, ya me gané el día. Ese es el tipo sabe que le hace mal fumar. El tema es cómo yo logro que diga “che, tengo que dejar esto”.

A pesar de este cambio hacia la medicina del estilo de vida, ¿considerás que estamos perdiendo la batalla contra la pandemia de obesidad y de hipertensión arterial? ¿En qué situación estamos?

Mirá, no sé si estamos perdiendo la batalla. La culpa no la tiene el gordo, nosotros no elegimos lo que comemos. Se lo eligen por nosotros. Esto no es una cuestión de señalizar a la persona, subirla arriba de una balanza, pesarla, culpabilizarla. Esto es una estructura que tiene que trabajar un montón de gente. No es una medicación nueva para la obesidad que va a solucionar todo los problemas y te inyectás una vez por semana. No, pará. No es así. Hay que trabajar con el Estado, con las políticas públicas, con la industria y así ayudo a que hagan comida más sana ¿Cambió algo el etiquetado frontal o no cambió? O sea, hay que buscar otra forma, tiene que haber una estructura más global de lo que se trabaja. Dejemos de culpabilizar al gordo. O poner en televisión cosas que no son. Yo creo que es un trabajo que lo debemos hacer entre todos, que tenga largo plazo, entre el Estado que tiene que trabajar mucho con políticas públicas, entre la industria que manufactura los alimentos para ver cómo hacemos mejores alimentos. Ahí va la historia. Desde tener espacios públicos para que la gente camine y estimular ese tiempo. Estimular el tiempo libre, ver cómo yo ayudo para que la gente duerma bien, es un conjunto de cosas. No es un medicamento para dejar de comer, ni es culpabilizar a la persona. Yo no puedo hacer un super marketing de una medicación para la obesidad, si no arreglo el tema. ¿Por qué vos me vas a solucionar el problema? No, no lo vas a solucionar.

¿Cómo nació tu faceta en la comunicación en ciencia y salud?

Esto nació cuando yo estaba en la Fundación Cardiológica Argentina, en la Sociedad Argentina de Cardiología, el presidente era Martínez. Yo conocí a un destacado comunicador que se llama Mario Pergolini, y Martínez me dice “Tarta, ¿por qué no hablas con Mario a ver de qué manera nosotros podemos llevar la Fundación Cardiológica y empezar a hacer un poco más de prevención cardiovascular?” Y me empezó a gustar, empecé a trabajar, a estudiar, hacer estudios de campo, para ver qué quería escuchar la gente, cómo lo quería escuchar, cómo era el tono que tenía que tener, de qué manera quería escucharlo, cómo tenía que hablar, estudié mucho eso. Y así empecé. Y creo que para mí es muy importante el ser muy cauto. Por suerte hoy, los chicos más jóvenes comunican mucho y comunican muy bien.. Y lo ves en los medios, hay de todo, ¿no? Hoy tenemos una herramienta brutal que son las redes sociales. Hay gente que comunica muy bien, el tema es que no tengan sesgos ni económicos ni políticos.

¿Qué lugar ocupa hoy la inteligencia artificial en Medicina? ¿Hay un uso racional de la misma?

Tenemos mucho que aprender de la inteligencia artificial, de cómo usarla. Me parece una herramienta genial, extraordinaria. Es algo que está presente y que los médicos debemos utilizar y aprender a utilizar muy bien. Porque es una herramienta más. Si vos googleás ahora, y esto es diferente, tenés todo eso. Para mí me parece una herramienta increíble. En un futuro, si no lo utilizás correctamente, podés llegar a hacer mala práctica. Tenés una herramienta ahí. Nos potencia muchísimo.

Para ir finalizando… ¿Por qué ser médico hoy?

Y porque es entrega, dedicación, vocación, te conjuga alegrías y tristezas, te gratifica, es muy gratificante por un momento. Me parece que ese enamoramiento que tenés al principio cuando en su momento salías de la Facultad de Medicina y te ponías el guardapolvo, te queda para toda la vida. Si lo tomas comercialmente no lo hagas porque estás muerto pero sí ese enamoramiento que tenés al principio es fantástico, o esas ganas de aprender, esa ganas de estudiar, esa curiosidad y ahora aprovechando con toda la tecnología. La curiosidad, la búsqueda, la investigación también es parte. Yo hice muchos años de investigación en el Hospital Churruca y la verdad que eso también es lindo, la curiosidad de ir a presentar a los Congresos, pararte a presentar tu primer trabajo, tu primer póster, tu primer viaje internacional a un Congreso, la industria ayuda mucho en eso y eso está bien porque fomenta lo que es educación. Y eso es el enamoramiento, ¿no? Eso es ser médico.


*Dr. Jorge Tartaglione. Médico Cardiólogo. Ex presidente de la Fundación Cardiológica Argentina. Director Médico de Tartaglione Salud. Ex jefe del Servicio de Prevención Médica y Calidad de Vida (Hospital Churruca).

Trabaja en los medios de comunicación desde 1999. Actualmente conduce en televisión abierta el programa “Médico de Familia”. Es autor de los libros: "Todos somos médicos", "El cerebro que late", “Héroes argentinos” y “Pequeños grandes cambios”.