En México cada año se registran aproximadamente 30 mil casos nuevos de cáncer de mama, conforme a cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) citados por la Secretaría de Salud. Más en detalle, el Instituto Nacional de Cancerología (INCan) informa que la mayor cantidad de diagnósticos se da en mujeres de entre 40 y 60 años. Y una de las cuestiones que hacen del cáncer de mama un problema grave es que solo poco más de 15 % de los casos se detecta estadio 1; en cambio, el 70 % de los diagnósticos corresponde a tumores localmente avanzados, con dimensiones superiores a los dos centímetros, o que ya involucraron la axila, los ganglios regionales o ambas condiciones, por lo que su severidad es mayor, informa la Secretaría de Salud).
Eso hace que el cáncer de mama sea en ese país la primera causa de muerte en mujeres a partir de los 25 años. De hecho, a nivel nacional, la tasa de mortalidad en mujeres de 20 años y más por cáncer de mama fue de 17.9 por cada 100 mil.
Y según la décima revisión del Consenso Mexicano sobre Diagnóstico y Tratamiento del Cáncer Mamario, de 2023, tanto la incidencia como la mortalidad han ido en constante aumento en los últimos 30 años, debido a factores como el envejecimiento poblacional, la “occidentalización” del estilo de vida, la obesidad, la deficiencia de la información y la educación sobre la enfermedad, y la carencia de un programa de detección oportuna. Agrega, respecto del aumento constante de expectativas de vida se calcula que para 2030, cerca de 30 millones de mujeres serán consideradas “población de riesgo”. Destaca también que en México el cáncer de mama en mujeres menores de 40 años es proporcionalmente más frecuente (13,3 %) que en la población norteamericana o europea.
También se observan falencias bastante generalizadas en la detección temprana: el informe señala que, sobre la base de datos de la última Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) de 2022, se calcula que ese año en México vivían 20,6 millones de mujeres de entre 40 y 69 años. Pero solo el 20,2 % de ellas (4,2 millones) se había realizado una mastografía en los últimos 12 meses; de ese porcentaje, solamente el 85,6 % (3,6 millones) había recibido los resultados de su examen, y el 5,6 % (19.900) había dado positivo.
Las diferencias |
Hasta ahora hemos manejado cifras generales. Pero México es muy grande, y enormemente diverso, y en muchos casos, esa hermosa diversidad es también fuente de inequidad. Veamos.
Uno de los fenómenos que explica el aumento, tanto de invidencia como de mortalidad es la “occidentalización” de las costumbres en diferentes regiones de México, donde la población ha cambiado su estilo de vida y ha adoptado uno con mayor ingesta de grasas animales, de bebidas azucaradas y de alcohol; más sedentarismo y sobrepeso; primer embarazo tardío (>30 años) y ausencia de lactancia. Eso hace que en los estados “menos desarrollados” y más apegados a costumbres ancestrales, la enfermedad sea menos frecuente. Pero no todo son rosas: en muchos casos, esas costumbres más sanas vienen de la amo de baja educación, carencia de recursos económicos, y en esas regiones suele haber, también, mala cobertura de servicios de salud, lo que ocasiona que la mortalidad sea más elevada.
Estos datos del “Consenso…” coinciden con los del Informe Técnico 2024 de Pro Mujer, una empresa social que trabaja por la igualdad de género en América Latina. El texto señala que, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), cada nueve minutos se detecta un caso nuevo de cáncer de mama, y que cada dos horas muere una mujer por esta enfermedad. Y advierte: “Se ha visto que la etapa en la que se detecta el cáncer de mama varía según las condiciones de marginalidad de las comunidades. En zonas marginadas y con menores ingresos, los casos de cáncer se detectan en etapas más avanzadas -cerca del 50% de los hallazgos-, en comparación con la detección en zonas de mayores ingresos donde el 10% de los casos están en etapas avanzadas”. Por otro lado –agrega- la pobreza, la falta de cobertura médica, la desinformación y las barreras culturales dificultan la detección temprana. Las mastografías, herramientas vitales para la detección temprana, no son accesibles para todas las mujeres, especialmente en zonas rurales o comunidades marginadas. Y en las pocas oportunidades en las que el cáncer se detecta, a menudo ya está en etapas avanzadas, lo que reduce las posibilidades de supervivencia. La falta de especialistas, equipos de diagnóstico y centros de tratamiento adecuados agrava la situación.