Factores de riesgo

Lesión renal aguda perioperatoria

Se expone un sistema para que los cambios en la creatininemia basal sean tomados en cuenta con urgencia por el equipo clínico.

Autor/a: Dres. Emma Borthwick, Andrew Ferguson

Fuente: BMJ 2010;340:c3365

La lesión renal aguda (LRA), antes conocida como “insuficiencia renal aguda”, se asocia con aumento de la morbilidad, mortalidad, duración de la internación hospitalaria y, costos sanitarios. A pesar de esto, los datos publicados sobre la LRA perioperatoria que ocurre entre el momento de la admisión para la cirugía y el momento del alta son pocos, fuera de los provenientes de la cirugía cardiovascular. Independientemente del contexto clínico, el diagnóstico de LRA suele estar retrasado, lo que conduce a un tratamiento subóptimo en una gran proporción de casos. Para mejorar el diagnóstico y el tratamiento, los clínicos necesitan conocer los riesgos y factores desencadenantes de la LRA perioperatoria y la asociación de los aumentos aun pequeños y transitorios de la dreatinina en sangre con el riesgo de muerte y, cuáles son las acciones que se deben tomar rápidamente para arribar al diagnóstico. El término LRA refleja la importancia del concepto de que la condición es un espectro o un continum de enfermedades que pueden ser reconocidas en un estadio temprano más que como un fenómeno “todo o nada”, tal como implica el término insuficiencia renal aguda. El reconocimiento de los estadios tempranos del deterioro renal permite decidir con prontitud la acción apropiada que permita interrumpir el proceso de declinación funcional.

En este artículo los autores recomiendan la introducción de sistemas para establecer que los cambios en la concentración de creatinina a partir del valor basal sean tomados en cuenta con urgencia por el equipo clínico. Se destacan los factores de resigo para la LRA perioperatoria y se analiza cómo reconocer la condición, manejarla y mejorar los resultados, enfocando el problema en la cirugía general y utilizando la evidencia de trabajos aleatorizados, estudios retrospectivos, metaanálisis y, revisión de especialistas, como así las recomendaciones de las guías más recientes.

¿Porqué identificar a quien está en riesgo de desarrollar una LRA?

El reconocimiento de los pacientes particularmente vulnerables a la LRA permite el manejo de su evolución clínica con el fin de minimizar la exposición a los insultos renales y optimizar el potencial de recuperación del riñón una vez ocurrida la injuria. Las consecuencias de la LRA perioperatoria son graves.
 

Estadificación AKIN de la lesión renal aguda
EstadioCreatininemiaDiuresis
1î >0,3 mg/dl o ­ î ≥ 150-200% del basal<0,5 ml/kg/h en más de 6 horas
2î ≥ 200-300% del basal<0,5 ml/kg/h en más de 12 hnora
3î ≥ 300% del basal o­ î ≥4,0 mg/dl con un ­ agudo ≥0,5 mg/dl o está recibiendo tratamiento de reemplazo renal<0,3 ml/kg/h en 24 horas o anuria durante 12 horas

î: Aumento / Mayor
AKIN: Acute Kiidney Injurie Network

Aumento del riesgo muerte

Un estudio de cohorte de 10.518 pacientes comprobó que la LRA luego de la cirugía mayor empeora la supervivencia a largo plazo en los pacientes con función renal basal normal y la muerte puede ocurrir como resultado directo de la insuficiencia renal o de complicaciones en otros sistemas orgánicos. Cada vez se acepta más que la lesión orgánica ocurre después de la LRA y suele ser la insuficiencia orgánica la que conduce a la muerte. Un estudio retrospectivo demostró que la LRA post cirugía no cardíaca es un predictor independiente de mortalidad hospitalaria (riesgo relativo [RR]: 3,12); otro estudio retrospectivo de cohorte halló una mortalidad intrahospitalaria de 26,4% comparada con 2,5% de los pacientes sin LRA.  Un estudio de observación halló que los pacientes con LRA (clase F de los criterios RIFLE: del inglés Risk, Injury, Failure: Riesgo, lesión, Fallo) tenían 25 veces más posibilidad de morir luego de una cirugía valvular cardíaca, comparados con los pacientes sin LRA. Los pacientes que se recuperaron por completo luego de la LRA posoperatoria todavía tienen una relación de riesgo de muerte ajustada de 1,20 en el largo plazo comparado con los pacientes sin LRA (estudio de cohorte).

Estadificación RIFLE de la lesión renal aguda
EstadioVelocidad de filtrado glomerular (VFG)Diuresis
Riesgo­î creatininemia x 1,5 o l FG >25%Diuresis < 0,5 ml/kg/h × 6 horas
Lesión­î creatininemia x 2 o l  FG >50%Diuresis < 0,5 ml/kg/h × 12 horas
Insuficienciaî­ creatininemia x 3 o l  FG > 75% o creatininemia ≥4 mg/dl (­ î rápido ≥0,5 mg/dl)Diuresis < 0,3 ml/kg/h × 24 horas o anuria de 12 horas
PérdidaLRA persistente= pérdida completa de la función renal >4 semanas(por ej., diálisis más de 4 semanas)
Nefropatía terminalNefropatía terminal (por ej., diálisis más de 3 meses

î: Aumento / Mayor
l: Descenso / Menor
VFG. Velocidad de filtrado glomerular

 Aumento de los días de internación

Aunque faltan datos de calidad, los estudios de observación indican que la LRA posoperatoria aumenta los días de internación, tanto en la unidad de terapia intensiva (UTI) como en el hospital. Esto puede ser posible dada la asociación de la LRA con otras disfunciones orgánicas, trastornos electrolíticos y ácido-base y un riesgo mayor de sobrecarga de líquidos, la cual puede, a su vez, contribuir con la mortalidad, la infección y la mala cicatrización de la herida en el posoperatorio.

Desarrollo o progresión de la enfermedad renal crónica

Más que una ERC o la recuperación, la injuria aguda tiene 3 consecuencias posibles:
• Retorno a la función basal (en los ancianos, la recuperación puede ser prolongada).
• Desarrollo de ERC en riñones previamente normales.
• Progresión acelerada de la enfermedad en pacientes con ERC preexistente y un aumento de alrededor de 5 veces de la enfermedad renal terminal. No ha quedado establecido si los pacientes que retornan a la función basal son más proclives a desarrollar neuropatía crónica.
 

Estadificación de la enfermedad renal crónica (ERC)
EstadioDescripciónVFG (ml/min/ 1.73m2)
1ERC con VFG normal pero con otra nefropoatía (por ej., hematuria y proteinuria≥90
2ERC leve y otro daño renal60 a 89
3aERC leve a moderada45 a 59
3bERC moderada a grave30 a 44
4ERC grave15 a 29
5Enfermedad renal terminal< 15 o dialysis

 VFG. Velocidad de filtrado glomerular

¿Quiénes tienen mayor resigo de lesión renal aguda perioperatoria?

Deterioro del estado clínico

Las enfermedades concomitantes, las enfermedades agudas o la pérdida de las reservas fisiológicas relacionadas con la edad pueden predisponer a al desarrollo de una LRA. Se ha creado un índice proveniente de los datos prospectivos de 152.244 operaciones de cirugía general realizadas en 2.005. los factores de riesgo identificados en ese estudio fueron la edad ≥56 años, el sexo masculino, la insuficiencia cardíaca congestiva, la ascitis, la cirugía de emergencia, la cirugía intraperitoneal, la creatininemia preoperatoria >1,20 mg/dl, y la diabetes mellitus. Los pacientes con 6 o más de estos factores de riesgo tenían un 10% de incidencia de LRA y una relación de riesgo de 46, en comparación con los pacientes con menos 3 de esos factores.

Los pacientes que requirieron atención intensiva posoperatoria están en un grupo de riesgo obvio. Un análisis de los datos prospectivos de 17.363 pacientes graves del programa Intensive Care National Audit and Research Centre Case Mix del Reino Unido comprobó que durante las primeras 24 horas, el 5,6% de los pacientes con LRA grave estuvo internado en la UTI quirúrgica y el 10,8% en cirugía de emergencia. En general, más del 40% de los pacientes tenía sepsis, aunque en el estudio no quedó claro cuáles eran otros factores predisponentes. Lamentablemente, dicen los autores, para definir la LRA grave, el estudio utilizó una creatininemia ≥3,40 mg/dl y/o una uremia de  ≥0,24 g/dl, lo que significa que un gran número de pacientes con LRA más leve fueron potencialmente excluidos, limitando la utilidad del estudio

En Portugal, un estudio de cohorte prospectivo de 166 pacientes recién operados (cirugía no cardíaca) internados en UTI halló LRA en el 7,5% de los que cumplían con los criterios AKIN (Acute Kidney Injurie Network: Red de Lesión Renal Aguda )  El análisis multivariado mostró determinantes preoperatorios de la LRA posoperatoria, como los siguientes:

• Puntaje físico para la LRA de la American Society of Anesthesiologists IV o V (RR 3,94).
• Puntaje para el índice de riesgo cardíaco <2 (comprende cirugía de alto riesgo, insuficiencia cardíaca, cardiopatía isquémica, enfermedad cerebrovascular y diabetes insulina dependiente con la adjudicación de 1 punto para cada uno)—con un RR para LRA de 2,45.
• Cirugía de alto riesgo (intraperitoneal, intratorácica o suprainguinal vascular)—RR de LRA: 3,4.
• Insuficiencia cardíaca congestiva (RR de LRA: 2,34.

Estos factores de riesgo coinciden muy bien con el índice de riesgo de LRA en cirugía general antes mencionados. Los autores consideran que la duración de la cirugía, el requerimiento de transfusiones de sangre o productos sanguíneos, la sepsis, la hipovolemia y la hipotensión relativa en el período perioperatorio son factores de riesgo potencial que deben ser tenidos en cuenta.

Medicación que puede alterar la función renal y/o exposición al contraste intravenoso 

Muchos son los medicamentos que suelen indicarse en el perioperatorio y que tienen el potencial de provocar una alteración de la función renal. Los AINE, incluyendo los inhibidores de la ciclooxigenasa 2 (COX2), alteran la autorregulación renal inhibiendo la dilatación de la arteriola aferente del glomérulo mediada por la prostaglandina y puede reducir la perfusión glomerular en la fase del insulto prerrenal. Los AINE también pueden causar nefritis intersticial aguda. Los inhibieres de la enzima convertidota de angiotensina (IECA) y los bloqueantes de los receptores de angiotensina (ARA) disminuyen la capacidad de la arteriola eferente para contraerse, siendo éste otro componente clave de la autorregulación renal.

Los antimicrobianos pueden causar toxicidad tubular si su concentración en el túbulo es demasiado elevada (por ej., los aminoglucósidos) o provocar una nefritis intersticial aguda (por ej., las penicilinas, cefalosporinas y fluoroquinolonas). El 2-3% de las biopsias renales de los pacientes con LRA presentan toxicidad tubular, la cual es responsable del 6,4-7% de los casos de LRA inexplicada. Los antibióticos son responsables de casi un tercio de las nefritis intersticiales agudas de origen farmacológico. Por último, los agentes de contraste intravenoso pueden inducir la vasoconstricción patológica en un riñón vulnerable.

Intervenciones operatorias específicas o cuidados perioperatorios

En comparación con la población quirúrgica general, en la que la incidencia de LRA es el 1%, algunas cirugías especializadas (por ej., cirugía con bomba cardiotorácica y el trasplante de hígado o corazón) pueden entrañar un riesgo considerablemente mayor de deterioro de la función renal. Para la cirugía cardíaca, se ha reportado una incidencia de LRA del 10,30%. Este riesgo puede estar relacionado con la exposición preoperatoria a un agente de contraste o al descenso de la presión de perfusión relativa mientras que en el bypass, la reducción del flujo sanguíneo pulsátil activa la cascada inflamatoria cuando la sangre se expone a la superficie exterior del circuito extracorporal. El mayor tiempo de bypass aumenta el riesgo y los pacientes pueden desarrollar insuficiencia ventricular inmediatamente después de la cirugía.

La incidencia de LRA luego del trasplante de hígado es de 17-95% en los pacientes, que ya pueden tener una alteración de la función renal y riesgo de inestabilidad hemodinámica, hemorragia y una exposición considerable al producto de la sangre durante la operación. Por otra parte, el tratamiento inmunosupresor como la ciclosporina, el tacrolimus o el sirolimus pueden ser nefrotóxicos y no es rara la aparición de sepsis. Los principios generales de reconocimiento de los riesgos y el manejo de la LRA que se describen en este artículo también se aplican a estas áreas de especialización. La cirugía del aneurisma aórtico abdominal conlleva un riesgo de deterioro del flujo sanguíneo renal como resultado de clampeo aórtico, la hipotensión perioperatoria y el ateroembolismo como así la exposición a los productos sanguíneos. Un estudio brasileño de 77 pacientes sometidos a la reparación abierta de un aneurisma de la aorta abdominal realizado en un solo centro reveló que el 57% de los pacientes tenía un aumento de la creatininemia correspondiente al 25% del valor basal, a las 48 horas posteriores a la cirugía.

¿Cómo es la lesión renal aguda reconocida y diagnosticada?

El reconocimiento de la LRA requiere: (a) cumplir con los criterios de diagnóstico aptos para la práctica cotidiana y, (b) que los médicos tengan en cuenta estos criterios cuando interactúan con los pacientes y revisan los resultados de la prueba.

Existen múltiples definiciones de lesión renal. Sin embargo, no importa qué definición se utiliza, el médico debe reconocer y clasificar la gravedad de la LRA ante la aparición de cambios en la concentración de creatinina sérica o de una disminución de la diuresis, o ambos en un período de hasta 48 horas posteriores a la operación.

En 2.004 se propuso el criterio RIFLE. Este acrónimo hace referencia a 3 grados crecientes de gravedad de la LRA basados en la creatininemia o la diuresis y 2 variables de resultados (pérdida y enfermedad renal terminal). Los criterios de LRA (publicados en 2.007) la definen como una LRA abrupta (dentro de un período de 48 horas), la reducción de la función renal y el diagnóstico basado en los cambios específicos producidos desde el inicio en pacientes que han logrado un óptimo estado de hidratación.
 
Los criterios de LRA también reconocen la importancia clínica de un pequeño aumento en la concentración sérica de creatinina debido a su asociación con resultados adversos. Aumentos pequeños de la creatininemia son muy importantes y deben ser considerados como una bandera roja que obliga a la evaluación urgente e intervenciones correctivas. Lo importante es el cambio en la creatininemia basal y no solo el valor en sí. El reconocimiento de la LRA se sigue retrasando en un número considerable de pacientes, especialmente en aquellos en los que se desarrolla después de la internación hospitalaria.

Aunque tanto los criterios AKIN como RIFLE utilizan la creatininemia y la diuresis como marcadores clave, este planteamiento no está exento de problemas. Es especialmente importante reconocer que los pacientes con creatininemia no necesariamente tienen la función renal similar. La creatininemia se relaciona con la masa muscular y hay varios grupos de pacientes en el que esta masa puede estar notablemente empobrecida, por lo menos en los ancianos. Estos pacientes pueden tener creatininemia basal más baja y tener una LRA, a pesar de tener una creatininemia dentro de los límites superiores “normales”. Por otra parte, los medicamentos, la dieta, el índice de masa corporal, el deterioro de otros órganos y el origen étnico pueden alterar la concentración de creatinina sérica.

Teniendo en cuenta que se puede perder hasta un 50% de la masa de nefrones funcionales antes de que los cambios en la concentración de creatinina se manifiesten sería importante detectar la insuficiencia renal antes de que se produzca un aumento importante de la creatinina. Se han estudiado biomarcadores de la LRA pero todavía no son utilizados en la práctica. La lipocalina asociada a la gelatinasa del neutrófilo (LGN ) es una proteína que se encuentra en exceso en el plasma y la orina de los pacientes con LRA hasta 48 horas antes de que la creatininemia comience a aumentar. Por lo tanto, esta proteína promete ser un marcador predictivo y pronóstico (a pesar de que las concentraciones plasmáticas también aumentan en la sepsis grave sin LRA, haciendo más atractivo el valor de la LNG urinaria). La cistatina C sérica (un inhibidor de la proteasa menos afectado por edad, el sexo, la masa muscular y la dieta que la creatinina) también permite la detección temprana de la LRA. Por otra parte, el desarrollo de acidosis metabólica o de alteraciones electrolíticas, incluyendo la hiperpotasemia, puede indicar el inicio de la LRA y obliga a evaluar cuidadosamente al paciente.

¿Qué podría hacerse para disminuir la incidencia de LRA perioperatoria?

Incorporar la evaluación formal del riesgo renal en la evaluación preoperatoria

En la actualidad, muchos hospitales realizan en forma sistemática una evaluación clínica preoperatoria formal (con la participación de médicos, enfermeras o ambos) aun si el paciente es internado en el día programado para una cirugía mayor. Como parte de este proceso, los autores recomiendan hacer la estratificación del riesgo renal teniendo en cuenta los factores antes mencionados. El personal que trabaja en estos servicios debe estar al tanto de las políticas locales y los mecanismos para comunicar un aumento del riesgo perioperatorio de LRA al equipo a cargo del paciente. La fase preoperatoria es el momento ideal para reconocer la enfermedad renal crónica no detectada previamente, elegir los medicamentos apropiados y comunicarse con el equipo de anestesia o el servicio de nefrología (si es necesario). Sin embargo, no existen pruebas irrefutables de que este enfoque pueda alterar los resultados.

Características de los pacientes asociadas al aumento del riesgo de cambio inducido por la lesión renal aguda
• Edad avanzada
• Enfermedad renal crónica
• Diabetes mellitus
• Altas dosis de un agente de contraste intra-arterial (en lugar de por vía intravenosa) 
• Hipertensión
• Insuficiencia cardíaca congestiva
• Hipotensión
• Anemia
• AINE 
• Hipovolemia
• Cirugía cardíaca después agente de contraste

Minimizar la exposición a nefrotoxinas perioperatorias

Puede ser conveniente evitar el uso de la IECA y ARA en el día de la cirugía, tanto para proteger al riñón como para reducir al mínimo el riesgo de hipotensión durante la anestesia. Si estos medicamentos están suspendidos, se recomienda no volver a administrarlos hasta que el paciente se haya recuperado de la cirugía, el riesgo de hipoperfusión sea mínimo y se tengan datos de la función renal al inicio del estudio. Si el hospital no posee un protocolo para el manejo farmacológico perioperatorio, se pueden obtener recomendaciones específicas del anestesista responsable del caso.

Aunque los AINE son útiles como parte del tratamiento analgésico perioperatorio, sus beneficios deben ser balanceados con sus efectos adversos, entre los que se incluye la insuficiencia renal. Por lo general, los anestesistas analizan la relación riesgo beneficio para decidir si se deben administrar AINE en el quirófano, pero también debe tenerse en cuenta el uso postoperatorio. El riesgo de LRA con los AINE ha llevado a la Medicines and Healthcare Products Regulatory Agency (Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios) a emitir dictámenes sobre la seguridad de los fármacos, su recomendación es evitar los AINE en presencia de hipovolemia o en pacientes que tienen sepsis, aunque la creatininemia sea normal.

Los pacientes que están en riesgo de insuficiencia renal y requieren la administración de sustancia de contraste intravenosa en el período perioperatorio requieren un manejo muy cuidadoso. La LRA inducida por el medio contraste perioperatorio no ha sido estudiada en detalle pero los datos aportados por la cardiología intervencionista demuestran que se observa más comúnmente en pacientes con determinados cuadros; para disminuir el riesgo es conveniente utilizar poco volumen del medio de contraste que al mismo tiempo permita el éxito de los exámenes, tratando de utilizar un medio de contraste no iónico isosmolar o de baja osmolaridad. Para garantizar una prehidratación adecuada los autores recomiendan la solución isotónica intravenosa (cloruro sódico al 0,9% o bicarbonato de sodio isotónico). También el uso de N-acetilcisteína oral (un antioxidante usado más comúnmente como donante de cisteína para mejorar la formación de glutatión después de una sobredosis de paracetamol) es controvertido, aunque el uso de 1.200 mg por vía oral, 2 veces/día, el día previo a la aplicación del medio de contraste y el día de la exposición al mismo ha dado buenos resultados.

Gran parte de literatura en este tema está dedicada a la administración de agentes de contraste durante la angiografía y no, por ejemplo, para la tomografía computarizada abdominal en el perioperatorio. Se recomienda seguir el protocolo vigente en la institución o, en su ausencia, garantizar un volumen intravascular adecuado utilizando solución salina al 0,9%.

Manejo intraoperatorio y optimización hemodinámica

La protección renal durante la cirugía se basa principalmente en mantener una perfusión renal adecuada, la que a su vez se basa en la sustitución adecuada del volumen intravascular y la presión arterial media. El objetivo es mantener una presión de perfusión arterial sistémica que sea apropiada para el paciente (teniendo en cuenta la presión arterial preoperatoria y el requerimiento quirúrgico de hipotensión relativa). En algunos pacientes es posible que el reemplazo agresivo de líquidos por sí solo no pueda superar la hipotensión durante la anestesia y a su vez puede dar lugar a complicaciones postoperatorias.

Lamentablemente no hay "balas mágicas" intraoperatorias que reduzcan constantemente el riesgo o la gravedad de la insuficiencia renal. En particular, la "dosis renal" de dopamina no es beneficiosa mientras que el manitol, a pesar de favorecer la diuresis y reducir las presiones en los compartimientos, en los casos de rabdomiólisis, suele ser ineficaz en la cirugía no cardiaca. Los  nuevos agentes como el fenoldopam (un agonista selectivo de la dopamina) y el péptido natriurético auricular pueden ayudar a prevenir la LRA en determinados grupos de pacientes (por ej., pacientes sometidos a cirugía cardíaca).

La optimización del volumen intravascular y del gasto cardíaco puede tener un efecto positivo en la función renal perioperatoria, según concluyó un meta-análisis reciente de 20 ensayos controlados y aleatorizados (la mayoría de los cuales utilizaron catéteres en la arteria pulmonar) con datos suficientes para determinar los resultados renales. Este análisis encontró que en los pacientes de alto riesgo (cirugía de emergencia; índice de riesgo cardíaco más elevado; mayor riesgo según  os criterios de la American Society of Anesthesiologists y, edad >60 años) la optimización del gasto cardíaco o la oxigenación dieron como resultado una disminución del riesgo perioperatorio de LRA, tanto en el subgrupo en el que se realizó antes de la intervención (RR 0,70) como en el subgrupo combinado, en el que se inició durante la operación o en el posoperatorio inmediato. Ambas estrategias para lograr resulados normales y supranormales fueron efectivas para reducir la LRA. La heterogeneidad impide hacer comentarios acerca del impacto sobre la mortalidad.

¿Cómo se maneja un paciente con lesión renal aguda?

Sobre la base de ensayos y opiniones de expertos los autores sugieren las siguientes estrategias como un enfoque para el manejo óptima de los pacientes con LRA en el perioperatorio. También recomiendan que todos los hospitales dispongan de un plan de "rescate renal" basado en estos principios.

Examen clínico exhaustivo

Es necesario realizar un examen clínico cuidadoso para determinar la causa de la LRA (prerrenales, renales y pos renales) y buscar específicamente la obstrucción renal mediante la ecografía renal dentro de las 24 horas tras de identificada la LRA.

Estado del volumen

Evaluar el estado del volumen del paciente-es decir, ¿ha tenido un aporte de líquidos correcto, tanto en el preoperatorio como en el intraoperatorio o presenta sobrecarga de volumen?

Complicaciones

Las complicaciones pueden ser trastornos del equilibrio ácido-base; alteraciones electrolíticas (hipo o hiperpotasemia; uremia o, sobrecarga de volumen). La reposición de volumen en los pacientes oligúricos requiere la reducción de la ingesta para mantener la diuresis pero teniendo en cuenta la compensación de las pérdidas insensibles. En los pacientes con sobrecarga de líquidos se debe limitar el uso de los diuréticos de asa. Lo ideal, antes de indicar el diurético, es consultar con el nefrólogo. Aunque los diuréticos de asa pueden ser útiles en los pacientes que responden a la prevención de la sobrecarga de líquidos, no impedirán la LRA y pueden causar tinnitus; administrados en dosis elevadas se asocian con un riesgo mayor de muerte o de falta de recuperación de la función renal (esta asociación puede estar relacionada con el aumento de la gravedad de la insuficiencia renal y así la resistencia al efecto de los fármacos).

Minimizar la progresión al daño renal

Comenzar tomando las medidas terapéuticas para minimizar el daño renal en curso y promover la recuperación

Administración de líquidos para restaurar el volumen circulante efectivo y la presión arterial
Esto se puede lograr mediante la administración rápida de pequeñas  cantidades de líquidos (por ej., 500 ml de cristaloides o 250 ml de coloides, repetidas tantas veces como fuese necesario, con un cuidadoso control de la sobrecarga de volumen. Se debe tener en cuenta que las soluciones de almidón de hidroxietilo de alto peso molecular se han asociado con un mayor riesgo de insuficiencia renal en pacientes con sepsis. Un predictor útil de la capacidad de respuesta a los líquidos es el aumento de la presión arterial del paciente o una caída en la frecuencia cardiaca en respuesta a la inclinación de la cabeza hacia abajo o la elevación de las piernas. En los casos en que la infusión de 1,5 a 3 litros de cristaloides o un litro de coloides (o la reducción de los volúmenes en los pacientes ancianos o con insuficiencia cardíaca) no ha logrado una mejoría, estaría indicada la solicitud de asesoramiento a la UTI y un control  más invasivo. Los puntos finales de la reanimación con líquidos son el tiempo de llenado capilar inferior a 3 segundos, la restauración de la presión arterial y la caída en la concentración de lactato arterial. La administración constante de líquidos para lograr la presión arterial esperada o para tratar de revertir la oliguria dará lugar a la sobrecarga de líquidos y el edema pulmonar.

Administración de fármacos inotrópicos o vasopresores
Cuando el efecto de los líquidos para mantener la presión de perfusión adecuada (presión arterial media >65 mm Hg; presión sistólica >100 mm Hg) es ineficaz o transitorio se pueden fármacos inotrópicos o vasoconstrictores. Por otra parte, en los pacientes con disfunción ventricular moderada a grave la administración de los inotrópicos puede ser concomitante con los líquidos. Sin embargo, los pacientes con una condición compleja se manejen mejor en un entorno de gran dependencia que permita un óptimo desempeño.

Tratamiento agresivo de la sepsis
El tratamiento de la sepsis no solo es con antibióticos sino también con intervenciones urgentes para controlar el origen de la infección (por ej., el drenaje de los abscesos y las colecciones).

Desobstrucción urinaria urgente si está presente
Es necesario modificar los fármacos prescritos si existe la probabilidad de que estén contribuyendo a la LRA. Esto incluye suspender los IECA, los ARA y otros antihipertensivos (en presencia de hipotensión), nicorandil y AINE. Garantizar que los niveles de antibióticos no estén en el rango de toxicidad. Ajustar las dosis de analgésicos opioides, metformina y heparina de bajo peso molecular. Considerar la posibilidad de suspender los fármacos que pueden agravar la hiperpotasemia (por e., β bloqueantes, digoxina, trimetoprima y diuréticos ahorradores de potasio). Un farmacéutico clínico puede asesorar sobre la mejor manera de modificar las dosis de medicamentos.

Se recomienda buscar la ayuda, en la primera instancia, de un colega experimentado que trabaje su propia "cadena de mando". Se puede necesitar el asesoramiento de los especialistas. Consultar con un nefrólogo si hay insuficiencia de un órgano y con un equipo de especialistas en cuidados críticos si hay un fallo multiorgánico. Disponer de la información médica pertinente a mano a la hora de llamar al especialista.
 

CONSEJOS PARA NO ESPECIALISTAS
• La LRA aumenta la mortalidad perioperatoria y la morbilidad quirúrgica e incrementa los costos hospitalarios
• La evaluación cuidadosa preoperatoria puede identificar a los pacientes en riesgo especial de LRA permitiría la supervisión y planificaciónadicional
• La LRA perioperatoria raramente indica un problema aislado sino más bien un estado renal fisiológicamente inestable que se deteriora aún más y no debe ser ignorada
• El éxito de la prevención y manejo de la LRA implica el reconocimiento oportuno de las anormalidades que quizás son sutiles sobre la base de la evaluación y observaciones clínicas y la reacción rápida y adecuada a la información, incluyendo cómo obtener ayuda del especialista
• Asegúrese de que el paciente con diagnóstico de LRA es normovolémico, tiene una presión arterial media adecuada y, preferiblemente, no está expuesto a nefrotoxinas
• Muchos pacientes quirúrgicos tienen antecedentes de disfunción ventricular y puede ser necesario optimizar la función cardíaca con inotrópicos
• La obstrucción del tracto renal debe ser excluida radiológicamente 24 horas después del diagnóstico de LRA

Conclusiones

La LRA es un problema clínico de vida o muerte. El impacto de la LRA, incluso la de grado leve, es importante y muy a menudo ignorado. La mayoría de los casos de LRA que se producen en el período perioperatorio se asocia con una hipoperfusión relativa del riñón y/o la exposición del riñón a nefrotoxinas, y no con la enfermedad renal primaria intrínseca. La probabilidad de consecuencias graves a largo plazo para el paciente se reducirá si se sigue una estrategia lógica que incluya una rápida reacción contra la LRA, con la administración precoz de líquidos y medicamentos adecuados, la participación de los servicios de nefrología para asesorar sobre las causas renales intrínsecas de LRA importantes y la disposición de acceso rápido a la terapia de reemplazo renal si es necesario.

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