Las consecuencias relacionadas con el consumo de agua no potable provocan cada año más víctimas mortales en todo el mundo que cualquier tipo de violencia, incluida la guerra, es el dato demoledor difundido por la ONU con motivo de la celebración del Día Mundial del Agua, una jornada instaurada en 1993.
La ONU y la Cruz Roja estiman que, en total, en todo el mundo sigue habiendo 884 millones de personas sin acceso al agua potable, un bien fundamental que repercute en la sanidad, la seguridad y la calidad de vida, especialmente de menores y mujeres.
Por ejemplo, las enfermedades que se propagan por el agua causan cada año la muerte a más de 1,5 millones de niños o, lo que es lo mismo, cada 15 segundos muere un niño por una enfermedad causada por la falta de acceso a agua segura para beber, el saneamiento deficiente o la falta de higiene.
El África subsahariana es la región en la que sus habitantes sufren las peores consecuencias. Además, el acceso al agua aparece claramente vinculado a la riqueza, ya que el 20 por ciento más rico de la población subsahariana tiene el doble de posibilidades de acceder a agua potable que el 20 por ciento más pobre y cinco veces más opciones de contar con condiciones de salubridad aceptables, informa La Vanguardia.
Cada año, la contaminación del agua priva a la Humanidad de recursos alimentarios, tanto de pesca como agrícolas, y facilita la difusión de enfermedades. Además, perjudica gravemente a ecosistemas clave, y agrava las condiciones de sociedades y economías de todo el planeta, una circunstancia catalizada por el incremento de la población mundial y los efectos del cambio climático. Durante los últimos 50 años, la actividad humana ha provocado la contaminación sin precedentes de los recursos hídricos.
Se estima que más de 2.500 millones de personas en el mundo viven sin un sistema adecuado de saneamiento. Cada día, 2 millones de toneladas de aguas residuales y otros efluentes son vertidos sin control alguno. El problema es más grave en los países en desarrollo, en los que más del 90% de los desechos sin procesar y el 70% de los desechos industriales sin tratar se vierten en aguas superficiales.