Por Nora Bär
Evidencias que surgen de autopsias y la literatura científica indican que entre el 2 y el 6% de la población general tiene un aneurisma cerebral no detectado.
En la mayoría de los casos, el riesgo de que este ensanchamiento o englobamiento de un vaso sanguíneo se rompa es bajo, pero cuando sucede es catastrófico: "El 70% de los que sangran produce la muerte o discapacidad grave", explica el doctor Pedro Lylyk, director del Instituto Eneri.
Por eso, cuando los neurólogos se enfrentan con una imagen radiológica que muestra un aneurisma asintomático en el cerebro de un paciente se hacen la "pregunta del millón": ¿conviene tratarlo o no?
"Es un tema controvertido -dice Lylyk-: hay un estudio de la Mayo Clinic que tomó como única variable el tamaño del aneurisma y concluyó que cuando es asintomático y menor de entre 4 y 6mm habría que controlarlo con imágenes seriadas. Por encima de ese tamaño, la recomendación es operarlo o tratarlo en forma endovascular [colocando un stent]. Sin embargo, parece que no sólo importa el tamaño. Tengo tratados más de 3500, más de la mitad han sangrado y más de la mitad eran menores de 6mm. La asociación mujer-fumadora-aneurisma incidental [asintomático] duplica o triplica el riesgo de sangrado."
Juan Cebral, un físico argentino nacido en Neuquén que desde hace 15 años trabaja en la Universidad George Mason, de Washington, tal vez tenga una respuesta más precisa a esa pregunta: está desarrollando un modelo numérico que permitiría pronosticar el riesgo de ruptura de los aneurismas.
"Lo que hacemos es modelar para tratar de entender cuál es la relación entre flujo sanguíneo y daño en la pared arterial", explica. Y enseguida agrega: "Aunque aún hace falta analizar más casos y definir qué es lo que significa un patrón de flujo u otro, básicamente lo que vemos es que son más dañinos aquellos en los que hay un chorro de sangre fino, con un impacto concentrado sobre la pared arterial, que otros en los que se observa un chorro más difuso, más disperso, que golpea en una región grande del aneurisma".
Cebral, que colabora en Buenos Aires con Eneri y en los Estados Unidos con un equipo de la Universidad de California en Los Angeles (cuyo director es un científico uruguayo), comenzó a realizar modelado numérico de flujos sanguíneos y, en particular y en colaboración con neurorradiólogos de un hospital de Fairfax, de aneurismas después de completar su doctorado en Ciencias de la Computación.
"Hasta el momento, llevamos modelados 160 casos. Intentamos relacionar los tipos de flujo que observamos con su evolución. Tratamos de estimar el riesgo de ruptura", explica.
Hoy se sabe que el aneurisma es básicamente un daño en la pared arterial que depende no sólo de la fricción de la sangre, sino también de procesos dinámicos, como la autorremodelación de las arterias.
"Las células endoteliales [de la pared interior de los vasos sanguíneos] sienten la fricción que hace la sangre -explica Cebral-. Cuando esas fuerzas son normales, la arteria se ajusta: se agranda o se achica. Es decir, responde biológicamente. Pero cuando por algún motivo se crean fuerzas anormales, la pared puede responder de una manera extraña y formar un aneurisma. Se dan con mayor frecuencia en personas hipertensas, fumadores, en los que usan drogas, en mujeres y en edades que van de los 30 a los 60 años, pero tienen también un componente genético."
Para elaborar su modelo, el científico parte de una imagen del aneurisma tomada mediante una angiografía tridimensional. "Se obtiene con rayos X durante la cateterización, inyectando un contraste que permite que se vean únicamente las arterias. Es de muy buena calidad -afirma-. Primero, obtenemos la anatomía y luego resolvemos las ecuaciones que describen la dinámica de flujo dentro de esa geometría, que varía según la ubicación y hasta de la actividad que esté realizando (y depende de la viscosidad, la velocidad y otras características de la sangre del paciente)."
Según todas las evidencias disponibles hasta ahora, el principal factor de riesgo para la ruptura de un aneurisma es la geometría de la arteria.
Pero el modelo desarrollado por Cebral tiene además otra utilidad: permite anticipar, si efectivamente se decide intervenir a una perona, cuáles serán los efectos.
"Podemos verificar cuál es la mejor alternativa -cuenta- haciendo cirugías «virtuales» y viendo si es mejor poner un stent o dos, de una manera o de otra... De ese modo, evaluamos los resultados de un determinado tratamiento en la modificación del flujo sin necesidad de realizarlo realmente."
Y concluye: "Actualmente, los médicos se basan solamente en el tamaño -explica-, pero saben que muchos de los aneurismas chicos, que son los menos riesgosos, a veces se rompen. Nosotros estamos tratando de agregar información que los ayude a decidir a quién tratar y a quién no y cómo hacerlo."