Por: Graciela Gioberchio
Una nueva técnica para detectar caries en sus inicios podría ayudar a disminuir el uso del torno dental. Pero para eso habrá que esperar al menos cinco años, según afirman investigadores del Instituto Dental del King's College de Londres en el último número de la revista científica Chemistry & Industry.
La nueva técnica en marcha podría terminar con una de las pesadillas más frecuentes entre chicos y grandes: la visita al odontólogo. Hay expertos que sostienen que el ruido aterrador del torno provoca que muchas personas dejen de ir a las revisiones periódicas con el dentista.
El método en estudio se basa en la espectrometría de Raman, una tecnología fotónica de alta resolución que en pocos segundos puede localizar caries incipientes en forma sencilla e indolora.
"Cuanto antes se detecte una caries, más fácil es eliminarla ya que podemos remineralizar la zona (con un lavado dental especial o una capa de flúor) sin necesidad de crear una cavidad ni colocar empaste", explica la doctora Frances Downey, quien lidera la investigación.
Downey explicó que ahora iniciarán un estudio más amplio que incluirá más muestras dentales; posteriormente continuarán con más ensayos clínicos.
La caries dental es causada por una infección bacteriana que destruye los tejidos duros del diente. Ocurre debido a la desmineralización que provocan los ácidos que genera la placa bacteriana que se adhiere sobre las piezas dentales.
La llamada espectroscopía de Raman --que lleva el nombre de su creador, Chandrasekhara Raman, el físico indio que en 1931 ganó el Premio Nobel de Física-- proporciona datos químicos y estructurales de cualquier compuesto orgánico e inorgánico.
El estudio británico encontró que los cambios químicos que produce una caries pueden detectarse analizando la forma en que la luz se distribuye cuando un rayo láser se dirige al diente. Los científicos explican que se pueden identificar las piezas sanas de las que tienen lesiones porque las bacterias hacen que la luz se distribuya en forma diferente en un diente dañado.
"Hoy las caries se detectan por medio de la revisión visual, el acceso físico sobre la pieza o a través de rayos X. También se utilizan sustancias que tiñen y detectan la presencia de placa", señala Laura Fernández, odontóloga de la Universidad Nacional de La Plata.
Para el profesor de la facultad de Odontología de la UBA, Pablo Abate, "falta mucho tiempo para que esta técnica llegue a la Argentina". Y agregó que "desde hace muchos años el gran dilema de la odontología es la posibilidad de diagnosticar caries iniciales. Además de la técnica de Raman, se están estudiando aplicaciones con láser y otros productos".
Todo sea para que algún día el torno pase a la historia. "¿Miedo al torno? Cuando era chico me tenían que llevar a cachetazos al dentista. Y eso que era el consultorio de mi papá", cuenta risueño el odontólogo Rodolfo Schmidt.
"Creo que la clave para que el paciente pierda el temor a este aparato es que el profesional le inspire confianza demostrando seguridad", dice Schmidt. Y explica: "Hay que estar en todos los detalles, desde cumplir con los horarios de los turnos hasta moverse sin titubear cuando se empieza a utilizar el instrumental".
Suele provocar una gran indefensión
Ricardo Rubinstein. Psicoanalista
El torno provoca miedo porque su imagen y sonido evocan vivencias relacionadas con algo que desgarra, perfora y hace doler. Se lo puede asociar además a un instrumento de tortura, ya que funciona con electricidad. A diferencia del bisturí, con el torno el sujeto queda en un estado de indefensión y pasividad frente a alguien que se mete en su boca con un elemento para sanar pero que destruye una parte de su organismo. Ruido, olor --a quemado, a veces--, dolor --cuando la anestesia no toma bien-- y la vista que sigue fija al dentista, aumentan la indefensión.
Esa sensación de que me afine el hueso
Larry De Clay. Actor y humorista.
El sillón del odontólogo y el torno dental en la mano. Esa imagen es lo más parecido a la tortura de la Inquisición de la Edad Media con Torquemada a la cabeza en el consultorio. Uno se sienta en la silla, que es grande, amplia, incluso cómoda, pero sin escapatoria ni para un lado ni para el otro. Te sentís atrapado y señalado por una luz interrogatoria --casi policial-- a cincuenta centímetros de tu cara, sin privacidad. Cuando uno ve que el dentista está utilizando este aparato en otra persona no entendés por qué causa tanto temor: inflás el pecho y decís "yo respeto el torno". Pero cuando te llega el turno es complicado, me molesta el ruido y la sensación de que me afine el hueso. Recuerdo a mi odontólogo sosteniéndome la panza con su rodilla para sacarme una muela de juicio y yo sintiendo en los pies cuando usaba el torno. Imagino a los tres chiflados haciendo de las suyas como dentistas. O al doctor Frankestein, bizarro, siniestro preparando al monstruo.
Un "mal" necesario
Chirrido desesperante
El torno del dentista ocupa el 4° puesto en un ranking online de los ruidos más irritantes. Primero está el vómito y siguen el acople de los micrófonos y el llanto de un bebé.
Molesto, pero imprescindible
El torno dental, tan asociado al miedo al dolor en niños y adultos, es por ahora el único método efectivo para luchar contra las caries. Su utilidad en esos tratamientos es alta.
Para que duela menos
1 En 1997, la Administración de Alimentos y Fármacos de EE.UU. aprobó el láser para tratar caries. Es un método muy costoso que se sigue investigando en el mundo.
2 En 2005, científicos japoneses anunciaron que pudieron reproducir el esmalte dental en el laboratorio.
3 En 2006, investigadores holandeses desarrollaron una aguja que promete eliminar las células dañadas de los dientes sin provocar dolor.
Es la historia de un dolor
El torno dental tiene mucha historia. Un artículo de antropólogos de la Universidad de Poitiers, Francia, publicado en la revista Nature, informa que hace 9.000 años los dentistas primitivos perforaban los dientes de pacientes vivos. Esos investigadores hallaron al menos nueve cráneos con once perforaciones de torno en un cementerio de Pakistán.
Pero recién en el siglo XVIII apareció el torno dental accionado manualmente mediante un arco que hace girar una mecha o fresa. John Greenwood --el dentista del presidente estadounidense George Washington-- y su colega George Harrington mejoraron el mecanismo entre 1790 y 1863. Los primeros tornos eran a pedal. Los actuales funcionan por compresión de aire. Están los de alta revolución o turbinas --conocidos como "torno"-- para hacer las cavidades en piezas dentales; y los de baja revolución o micromotor para obturaciones de conductos. Utilizan fresas de punta de diamante y de carburo.