Neurobiología y Psicología

Linaje genético en familias suicidas

Hay factores hereditarios ligados al fenómeno, pero éste debe estudiarse integralmente y en su contexto cultural.

¿Tienen algo en común las mentes de personajes tan disímiles como un terrorista de Al-Qaeda, un kamikaze japonés del siglo XX, el escritor estadunidense Ernest Hemingway o el dictador alemán Adolfo Hitler?

Aunque todos ellos pusieron fin a su existencia, las diferentes circunstancias biológicas, psicológicas y el entorno sociocultural que los condicionaron hacen difícil establecer generalizaciones o causas únicas de tal obrar.

Por ello, y pese a que la ciencia ha aportado claves para comprender los mecanismos neurobiológicos y psicológicos asociados con el sujeto suicida, es imprescindible un enfoque integral del fenómeno, con énfasis en la historia familiar alrededor, consideran especialistas.

“No es lo mismo el suicida islamista que asesina a cientos de personas, que quien sufre de amor y se mata por ello, o el enfermo terminal que está en una cama en espera de la muerte irremisiblemente”, afirma la investigadora argentina Diana Cohen Agrest.

“Mientras en el suicidio común la persona ejerce el derecho de autodeterminación sobre su propio cuerpo, en el suicidio homicida (practicado por grupos extremistas) se ofrenda uno a cambio de docenas de muertes. Frente a ese tipo de actos, no queda demasiado margen para preguntarse acerca de la moralidad de la acción”, señala.

Para la doctora en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, quien acaba de publicar Por mano propia, estudio sobre las prácticas suicidas, “deben distinguirse los diversos casos que componen esta miríada de circunstancias que hacen a la dimensión humana” y a partir de ello aceptar en qué casos no hay otra salida sino la muerte.

En entrevista telefónica, la también maestra en bioética destaca el estrecho vínculo entre predisposición genética al suicidio y factores culturales como imitación de acciones, que pueden concurrir en “linajes suicidas”, como sucedió con la familia del escritor Ernest Hemingway.

“En la familia de Hemingway hubo cinco suicidios y en ese caso el componente genético se complementó con un factor predisponente: la imitación de un acto que ya había realizado una persona cercana”, apunta Cohen.

Múltiples condicionantes

La interacción entre factores biológicos, psicológicos y socioculturales ha dificultado la caracterización y prevención del suicidio. Con todo, nuevas evidencias científicas corroboran la necesidad de enfocar la atención tanto en el individuo suicida como en su entorno familiar y social.

Según un estudio —apenas anunciado— de Guillermo Borges, del Instituto Nacional de Psiquiatría, los familiares de emigrantes mexicanos a EU tienen dos veces más riesgo de suicidarse en comparación con quienes no tienen parientes allá. Además, según la evaluación —hecha a 6 mil 500 connacionales— los hijos de mexicanos nacidos en ese país afrontan el triple de riesgo de cometer suicidio en comparación con los inmigrantes recién llegados o con los que viven aquí y no han salido (EL UNIVERSAL, Sociedad, A14, 17/marzo/08).

Otra investigación reciente, difundida en 2007 por la Universidad Johns Hopkins, halló que la tendencia genética al suicidio está ligada con una zona particular del genoma, localizada en el cromosoma 2 (los humanos normalmente poseemos 46 de ellos).

Los científicos, encabezados por Virginia Willour, profesora del Departamento de Psiquiatría de la Escuela de Medicina, buscaron similitudes en los genomas (conjuntos de genes) de personas emparentadas con trastorno bipolar e historial de intentos de suicidio.

Al final, localizaron el marcador genético D2S1777 en un segmento del cromosoma 2, conocido como 2p12, que también fue identificado por dos estudios complementarios que analizaron los intentos suicidas en familias con problemas de depresión y dependencia al alcohol severos.

“Los estudios con linajes no siempre son consistentes, así que el hecho de que los tres trabajos (que en total evaluaron a 162 familias) señalen hacia la misma región del genoma es buen indicador de que vamos por el camino correcto hacia identificar los genes que tienen un papel en la decisión personal de quitarse la vida.”

El próximo paso será localizar el gen que predispone a la muerte por propia mano. Una vez logrado esto, anticipó la académica, “podremos identificar a las personas en riesgo de suicidarse y ofrecer a las compañías farmacéuticas un objetivo para posibles terapias”.