Simone de Beauvoir (París, 1908-1986) fue una mujer diferente y nunca aceptó las normas de la sociedad de su tiempo. Desde adolescente rechazó la moral cristiana con la cual fue educada en su niñez, desechó la existencia de Dios y asumió la responsabilidad de sus actos.
Esa fue apenas la primera señal de lo que sería la vida de quien es considerada hoy —al conmemorarse el centenario de su nacimiento— una de las pensadoras progresistas más destacada de la segunda mitad del siglo XX y pieza fundamental del feminismo, movimiento que escandalizó a la sociedad de la posguerra.
“Decían que yo me sentía humillada por ser mujer y a causa de ello quería ridiculizar a los hombres. La gente me miraba en los restaurantes burlándose y hasta dándose con el codo”, declaró alguna vez Beauvoir.
EL PAÍS Marta Lamas
Una no nace, sino que se convierte en mujer.
esta idea Simone de Beauvoir inauguró la forma moderna de comprender la problemática femenina y se convirtió en la feminista más relevante del siglo XX. La empresa radical y ambiciosa de El segundo sexo fue mostrar que las características humanas consideradas femeninas son adquiridas por las mujeres en vez de derivarse "naturalmente" de su biología.
De Beauvoir sostuvo que el significado cultural se monta sobre el dato biológico o sea, que lo determinante en la construcción de la feminidad es el conjunto de procesos culturales y psicológicos que marcan con determinadas atribuciones y prescripciones a las personas con sexo de mujer. Al tomarse a ella misma como referencia explicativa le dio a su argumento un etnocentrismo cuestionable desde una perspectiva antropológica, pero también le otorgó la inspiración que conmueve a sus lectoras. La fuerza de El segundo sexo radicó en su capacidad para responder a las inquietudes femeninas del momento y la consagró como la pionera de ese campo de investigación llamado estudios de género.
El segundo sexo se publicó por primera vez en 1949 y a principios de los setenta se convirtió en una pieza fundamental del nuevo pensamiento feminista. Las teóricas de distintas tendencias (Betty Friedan, Kate Millet, Shulamith Firestone, Juliet Mitchell, Germaine Greer y muchas más) le dedicaron sus trabajos, la visitaron en París, la entrevistaron. También en Francia las jóvenes feministas se le acercaron, pidiéndole apoyo para la causa. Simone de Beauvoir se comprometió en la lucha por la legalización del aborto, estableció una sección feminista en Les Temps Modernes y colaboró en la publicación de la revista Questions Feministes. Poco después, varias investigaciones biográficas exhibirían implacables las vulnerabilidades y mezquindades de esta celebridad e iniciarían la desmitificación de su figura. Así, detrás de su semblante impasible se vio a una mujer egoísta, débil y ambiciosa que se sometía a Sartre al mismo tiempo que seducía a varias de sus discípulas. ¡Ay los mitos y la condición humana! Pese a lo trágico de su impostura personal, quedan su obra y su compromiso político.
Hoy, a la distancia, parecería que las agresiones que recibió De Beauvoir por la publicación de El segundo sexo tenían más que ver con un gran resentimiento por el modelo atípico de mujer y de relación de pareja que ella ejemplificaba que con las reflexiones atrevidas que sostenía. Si bien ella había dicho que escribió esa obra para responderse qué le había significado ser mujer, su persona en sí representaba un inusitado ejercicio de liberación femenina que provocaba y hería.
Su vida y su obra continúan despertando debates apasionados pues ambas plantean cuestiones esenciales a la eterna interrogante sobre la condición femenina. Entrevistada por Margaret A. Simons en septiembre de 1985, De Beauvoir responde a una serie de preguntas sobre su vida, su feminismo y la opresión de las mujeres. Cuando Simons le dice: "¿Y la forma de eliminar la opresión es...?", ella responde tajante: "Ser independiente. Trabajar". Ella lo hace escribiendo.
Poco después Sartre indaga: "¿Cómo se siente en la vida una mujer de letras?" Ella exclama "¡Una mujer de letras es una expresión rara!", y más adelante dice: "No pienso que haya diferencia entre vivir la vida como escritor o como escritora. Pero se está lejos de admitir que una escritora es ante todo una mujer que ha consagrado su vida a la escritura y que no ha tenido lugar para otras ocupaciones llamadas femeninas. Por ejemplo, se me ha reprochado mucho el no haber tenido hijos, mientras que nadie se lo ha reprochado a usted, aunque sea tan normal para un hombre como para una mujer tener hijos y se los pueda querer tanto siendo padre como madre. Pero el reproche ha caído sobre mí porque se piensa que una escritora es, ante todo, una mujer que se distrae escribiendo, lo que no es cierto, porque es el conjunto de una vida que está estructurada por y sobre la escritura y, por tanto, aquello implica montones de renuncias, montones de elecciones también, y éste ha sido mi caso. He vivido verdaderamente en la medida en que quería escribir".
Tal vez lo verdaderamente impresionante de Simone de Beauvoir es que se trata de una mujer que tempranamente tomó conciencia de su deseo, y aunque éste iba en contra de las tradiciones y de la lógica cultural de la sociedad que le tocó vivir, tuvo la voluntad y la fuerza para convertirlo en realidad. Por eso su importancia no sólo radica en lo que escribió, lectura obligada para quienes desean pensar sobre las mujeres, sino también en su vida, pues, con todo y sus contradicciones, ésta es el testimonio de una mujer que se rebeló contra el status quo planteando su realización personal a través del trabajo. A cien años del nacimiento de Simone de Beauvoir, todavía muchas mujeres estamos librando esa batalla.
Paradoja: Entendió como nadie la relación histórica entre hombres y mujeres, pero jamás logró “aplicar” sus análisis a la relación que mantenía con Sartre.
Novelista francesa existencialista y feminista. Hasta 1943 fue profesora de filosofía. Tras conocer a Jean Paul Sartre en la Sorbona, en 1929, se unió estrechamente al filósofo y su círculo. En su primera novela, La invitada (1943), exploró los dilemas existencialistas de la libertad, la acción y la responsabilidad individual, temas que aborda igualmente en novelas posteriores como La sangre de los otros (1944) y Los mandarines (1954), novela por la que recibió el Premio Goncourt. Las tesis existencialistas, según las cuales cada uno es responsable de sí mismo, se introducen también en una serie de obras autobiográficas, entre las que destacan Memorias de una joven de buena familia (también conocida como Memorias de una joven formal) (1958) y Final de cuentas (1972). Sus obras ofrecen una visión sumamente reveladora de su vida y su tiempo. Entre sus ensayos escritos cabe destacar El segundo sexo (1949), un profundo análisis sobre el papel de las mujeres en la sociedad; La vejez (1970), sobre el proceso de envejecimiento donde critica apasionadamente la actitud de la sociedad hacia los ancianos, y La ceremonia del adiós (1981), donde evoca la figura de su compañero y colega de tantos años, Jean Paul Sartre.
Coincidencias demoledoras
Cuando Simone de Beauvoir denunció filosóficamente la opresión masculina a partir de la sexualidad, la izquierda y la derecha francesas de aquel entonces se colacionaron en una misma alianza para demoler lo que el escritor François Mauriac denunciaba como “La literatura de Saint-Germaindes-Prés que alcanzó los límites de lo abyecto”. Representante exquisito de la derecha católica, Mauriac impu gnó los capítulos de El segundo sexo ligados a la sexualidad de la mujer a un punto tal que, según resalta la socióloga Sylvie Chaperon, “la contracepción y el aborto estaban ligados a la neurosis, al vicio, a la perversidad y a la homosexualidad”. Ni siquiera la izquierda se salvó del ridículo. Representantes de uno de esos “progresismos ambiguos”, los comunistas demolieron el libro de Beauvoir atacando a la autora con un argumento conocido: “Las mujeres sólo se liberarán mediante la lucha de clases”. La izquierda roja consideraba en aquella época que el “error de la señora Beauvoir consiste en creer que el opresor es el macho”.
Frases
- Encanto es lo que tienen algunos hasta que empiezan a creérselo.
- Las personas felices no tienen historia.
- No hay muerte natural: nada de lo que sucede al hombre es natural puesto que su sola presencia pone en cuestión al mundo. La muerte es un accidente, y aun si los hombres la conocen y la aceptan, es una violencia indebida.
- Las arrugas de la piel son ese algo indescriptible que procede del alma.
- La belleza es aún más difícil de explicar que la felicidad.
- Lo más escandaloso que tiene el escándalo es que uno se acostumbra.
- ¿Qué es un adulto? Un niño inflado por la edad.
- El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres.
- No se nace sino que se deviene mujer.
- Es absolutamente imposible encarar problema humano alguno con una mente carente de prejuicio.
Bibliografía
Novelas
La invitada (1943)
La sangre de los otros (1945)
Todos los hombres son mortales (1946)
Los mandarines (1954). Ganadora del Premio Goncourt
Las bellas imágenes (1966)
La mujer rota (1968)
Cuando predomina lo espiritual (1979)
Ensayos
Para qué la acción (1944)
Para una moral de la ambigüedad (1947)
El existencialismo y la sabiduría popular (1948)
El segundo sexo (1949)
El pensamiento político de la derecha (1955)
La larga marcha (Ensayo sobre China) (1957)
*Investigación: Florencia Braga (IntraMed)