'Las políticas están basadas en la creencia errónea de que nuestra inteligencia es igual'
Portada del diario 'The Independent'
MADRID.- La llegada de James Watson al Reino Unido para promocionar su último libro no ha dejado indiferente a nadie. Una larga entrevista en el diario 'The Sunday Times' en la que el eminente científico estadounidense, codescubridor de la doble hélice de ADN, asegura que la inteligencia de las personas negras no es igual a la de los blancos, ya ha hecho saltar las primeras críticas entre sus colegas de profesión.
El polémico genetista de 79 años asegura en una conversación con una antigua discípula que es pesimista respecto al futuro de África, "porque todas nuestras políticas sociales están basadas en el hecho de que su inteligencia es la misma que la nuestra, cuando todas las pruebas demuestran que no es así". Y remata su intervención añadiendo que existe un deseo natural de que todos los seres humanos deben ser iguales, "pero la gente que tiene que tratar con empleados negros sabe que eso no es así".
Las palabras de Watson, galardonado con el premio Nobel por sus trabajos sobre el ADN mano a mano con Francis Crick y director de una de las instituciones científicas más prestigiosas de EEUU (el Laboratorio Cold Spring), ya han provocado la reacción de sus colegas al otro lado del Atlántico. "Es triste ver a un científico que ha conseguido tanto hacer estos comentarios infundados, sin base científica y extremadamente ofensivos", ha señalado por ejemplo Keith Vaz, presidente del comité laborista de asuntos sociales. "Estoy seguro de que toda la comunidad científica rechazará rotundamente lo que parecen ser prejuicios personales del señor Watson".
En la entrevista original, el veterano investigador asegura además que en tan sólo una década podrían conocerse los genes responsables de las diferencias en los niveles de inteligencia humana. Al mismo tiempo, le comenta a su antigua colaboradora que ha abierto un centro para enseñar los secretos del ADN en el barrio neoyorquino de Harlem, y que ha aceptado a una investigadora negra.
En la charla con su ex colaboradora, Watson defiende que no se debe discriminar a la gente por su color de piel; aunque matiza: "Hay mucha gente negra con mucho talento, pero no les promocionemos si no han tenido éxito en los niveles más bajos".
No aburrir a la gente
Watson ha pisado suelo británico para dar una serie de conferencias en el marco de la promoción su nuevo libro, que sale a la venta el próximo 22 de octubre: 'Evite aburrir a la gente: lecciones de una vida en la ciencia'. "No hay una razón firme para anticipar que las capacidades intelectuales de personas geográficamente separadas en su evolución se hayan desarrollado de manera idéntica", asegura en el texto.
No es la primera vez que la polémica sobre la genética y las diferencias raciales salta a la arena pública. En 1990, el libro 'The Bell Curve' ('La Campana de Gauss', en español) ya sugería que las diferencias en los índices de cociente intelectual entre razas tenían origen genético. La obra, firmada por Charles Murray y Richard Hermstein, aseguraba incluso que las políticas sociales estarían diluyendo la inteligencia de la población al fomentar que las mujeres con un bajo índice intelectual tuviesen hijos.
El propio Watson también es conocido por sus exabruptos sobre política, sexualidad y raza. En 1997 llegó a asegurar a un periódico británico que una mujer debería tener derecho a abortar si un test le demostrase que su futuro hijo sería homosexual. Más tarde aclaró que se trataba únicamente de un razonamiento "hipotético" y lo justificó explicando que la mayoría de las mujeres desea tener nietos. También es conocida su afirmación sobre la relación entre la raza negra y un mayor deseo sexual.
Sobre política ha dicho: "Bush es un desastre y los Clinton me preocupan. Ellos obtienen sus verdades de los científicos sociales, de los científicos. Me dan un poco de miedo sus amigos".
El País, Madrid
Tormenta de críticas al Nobel Watson por despreciar a los negros
El codescubridor de la 'doble hélice' sugiere que los africanos son menos inteligentes
WALTER OPPENHEIMER - Londres
Científicos, políticos y defensores de la igualdad racial reaccionaron ayer con indignación a las declaraciones de un premio Nobel estadounidense, James Watson, en las que proclama la superioridad de la población blanca sobre la negra. Watson, que aseguró al diario británico The Sunday Times que "toda la gente que ha tenido que emplear negros sabe que [la igualdad de razas] no es verdad", se encontró ayer con la solitaria e incómoda compañía del fascista Partido Nacional Británico (BNP), que le defendió y alertó de una segura "caza de brujas" contra el científico.
Watson, de 79 años, recibió en 1962 el Premio Nobel de Medicina, compartido con dos británicos, por sus descubrimientos sobre el ADN. Protagonista en el pasado de comentarios homófobos, en vísperas de su llegada a Reino Unido para promocionar su último libro expresó en la citada entrevista sus dudas sobre el futuro de África porque "todas nuestras políticas sociales están basadas en el hecho de que su inteligencia es la misma que la nuestra cuando en realidad todas las pruebas señalan lo contrario". Y añadió que le gustaría que todos fuéramos iguales "pero la gente que ha tenido que emplear negros sabe que no es verdad". declaró: "Hay mucha gente de color con mucho talento, pero no les asciendas si no han conseguido triunfar a bajo nivel", añadió.
"Es un completo dinosaurio", le respondió ayer Koku Adomza, director del grupo de presión a favor de los negros The 1990 Trust. "El señor Watson es una reliquia que merece que se le pidan cuentas por unos comentarios tan ofensivos e ignorantes", añadió, y le exigió "una disculpa para África y para la gente de origen africano". Keith Vaz, diputado laborista, comentó: "Es muy triste ver a un científico tan reputado haciendo esos comentarios tan extremadamente ofensivos, acientíficos y sin ninguna base".
Steven Rose, neurobiólogo de la Open University y miembro fundador de la Sociedad para la Responsabilidad Social en Ciencia, calificó los comentarios "racistas" de Watson de "un sinsentido genético" y le acusó de estar buscando publicidad para promocionar su libro. "No le hace falta. Es un destacado biólogo molecular y no debería entrar en áreas en las que no está lo bastante cualificado", añadió.
Martin Wingfield, director del diario del BNP Freedom, afirmó que los "descubrimientos" de Watson "no son nuevos" y que análisis del cociente intelectual llevados a cabo en los años sesenta ya habían permitido llegar a esa conclusión. El BNP es un partido abiertamente racista.
El cerebro no tiene color
Las provocadoras declaraciones de James Watson suscitan el rechazo de los expertos en España.
"No hay la más mínima conexión entre genes relacionados con el color de la piel con genes relacionados con funciones necesarias para la actividad intelectual", explica Alberto Ferrús, director del Instituto Cajal de Neurociencias. "La conexión entre el color de la piel y las propiedades cognitivas no está justificada, ni fundamentada, ni tenemos razones para sospechar que exista", resume este neurocientífico.
Las mismas palabras utilizadas por Watson hacen saltar chispas. "Para empezar, los negros es un concepto que desde el punto de vista científico carece de sentido, no existe. De hecho, África es la región del planeta con mayor diversidad genética", afirma Juan Luis Arsuaga, director del Centro de Evolución y Comportamiento humanos. "Los humanos somos una de las especies de mamíferos más homogéneos porque somos una especie joven. Diferencias muy aparentes como el color de la piel, por ejemplo, son genéticamente minúsculas"
Ignacio Morgado, catedrático de psicobiología de la Universidad Autónoma de Barcelona, recuerda que el debate no es nuevo. "Watson no es el único que hace estas afirmaciones. Es una vieja polémica que hay que tratar con prudencia porque no podemos afirmar nada con rotundidad: la inteligencia depende de factores muy diversos, biológicos, sociales y conductuales, y su medición es muy subjetiva", dice.
Por su parte Jaume Bertranpetit, catedrático de biología de la Universidad Pompeu Fabra, es tajante respecto a las palabras de Watson: "Esto no tiene ninguna justificación, la inteligencia es algo complejo y no conocemos sus bases genéticas, no se ha asociado a ninguna variable genética concreta ni a grupos de población concretos", opìna, según informa Mónica López Ferrado.
La Nación
Tras los dichos de James Watson
Refuta la ciencia que los negros sean inferiores
Para los expertos, ni siquiera es sustentable hablar de razas
Al norteamericano James Watson, premio Nobel de Medicina o Fisiología 1962, se le atribuye el consejo de que “hay que tener siempre un enemigo, no importa si es real o imaginario”. Si es cierto que le corresponde, él mismo parece cumplirlo al pie de la letra.
Sus recientes declaraciones acerca de que “los negros son menos inteligentes que los blancos”, que ayer se divulgaron en medios de comunicación de todo el mundo, no sólo inspiraron en sus colegas los más variados epítetos –ignorante y racistason sólo algunos–, sino que merecieron una refutación generalizada. Para la ciencia, el concepto de “raza” no es sustentable, y los tests de inteligencia sólo miden una de las muchas capacidades del cerebro.
“Si algo demuestran las recientes declaraciones de James Watson no es la supuesta inferioridad de la «raza negra», sino que su condición de premio Nobel no lo ha puesto a salvo de una ostensible declinación mental –opinó el doctor Lino Barañao, biólogo molecular y presidente de la Agencia Nacional de Promoción Científica-. Por eso es imprescindible relativizar estas declaraciones, que, de lo contrario, parecerían otorgar validez científica a una afirmación que carece de todo sustento."
El doctor Víctor Penchaszadeh, profesor de genética y salud pública de la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos, y consultor de genética de la Organización Mundial de la Salud, no se asombra por los dichos de Watson: "A los que lo conocemos no nos sorprendió: es un racista -afirma-. Le encanta el escándalo".
Penchaszadeh subraya que, más allá de si la raza existe o no, le parece inadmisible el sesgo que el premio Nobel le imprime al concepto de inteligencia: "Se trata de una característica humana en la que intervienen factores de todo tipo, incluyendo los genéticos -dice-. Sería ocioso pretender que todos los seres humanos nacen con la misma capacidad potencial mental. Pero lo más importante para su desarrollo son todas las interacciones, sociales y medioambientales, que experimenta la persona desde la concepción. Nutrición, desarrollo infantil, educación, todo eso lleva a un resultado final que es lo que se puede medir como inteligencia, entre comillas. Entonces, cuando uno quiere comparar poblaciones, por el color de la piel, la estatura ¡o el grosor del dedo gordo del pie!, todo depende de cuál ha sido la experiencia social y ambiental de esas poblaciones".
Es que, hasta ahora, no existe una definición precisa de lo que es esa facultad del cerebro humano que nos permite enfrentar problemas con soluciones novedosas. "Algunos investigadores enfatizan la capacidad para el pensamiento abstracto; otros, la habilidad para adquirir vocabulario o nuevos conocimientos; otros, la capacidad de adaptarse a situaciones novedosas -explica el doctor Facundo Manes, director del Instituto de Neurología Cognitiva y del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro-. Las pruebas que evalúan inteligencia demostraron ser útiles en algunas ocasiones, pero no en todas."
Un concepto cambiante
A lo largo de la historia se postularon diferentes teorías sobre la inteligencia. En 1904, Spearman propuso la existencia del Factor G, que aludía a algo similar a nuestro actual cociente intelectual. "El sostenía que la inteligencia permite tener éxito en un amplio rango de tareas cognitivas", explica Manes. En 1916, Thomson propuso que lo que parecía ser una aptitud única era en realidad una colección de múltiples y diversas habilidades necesarias para completar la mayoría de las tareas intelectuales. Hace alrededor de dos décadas, Howard Gardner postuló la teoría de las "inteligencias múltiples" y consideró todos los talentos de una persona como "inteligencias".
"El concepto de inteligencia que maneja Watson es totalmente biologicista -dice Penchaszadeh-. Una infinidad de experiencias demuestran que chicos criados con una adecuada alimentación se desarrollan mucho mejor en cualquier grupo humano. Y Africa fue el lugar de saqueo y pillaje de Occidente durante siglos. Toda la historia de las pruebas de inteligencia que se hicieron en los Estados Unidos, y en las que siempre los negros aparecen con menor inteligencia que los blancos, son instrumentos diseñados por los blancos en situaciones de poder y supremacía. Por otro lado, es sabido que todos venimos de los primeros Homo sapiens sapiens , que nacieron en Africa. Lo que dice este hombre son simples supercherías."
Según el especialista, para que las aseveraciones de Watson fueran ciertas primero habría que demostrar experimentalmente que hay genes determinados que se vinculan con la inteligencia y luego analizar si difieren entre grupos humanos.
Sin embargo, el proyecto genoma humano demostró que no hay diferencias consistentes entre grupos humanos. "Las diferencias en las secuencias de ADN entre un habitante del norte y uno del sur de Africa son mayores que las que existen entre un japonés y un español -asegura Barañao-. Esto es debido a que la especie humana se originó en el continente africano y es allí donde reside la mayor biodiversidad. Por otra parte, se ha comprobado que el ambiente materno durante la gestación tiene mayor influencia que la genética en el coeficiente intelectual. La nutrición de la madre, la estimulación temprana y la educación son los determinantes del desarrollo intelectual. Todos estos factores, por otra parte, están negativamente correlacionados con la pobreza. Por lo tanto, las bases de estas pretendidas diferencias en el desarrollo intelectual de las poblaciones deberían buscarse no en la genética, sino en la economía."
Estudios mal diseñados
Para Mariano Sigman, investigador en neurociencias de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, "no hay nada que sostenga las afirmaciones de Watson. A lo largo de la historia hubo muchos intentos de demostrar que ciertos grupos eran menos inteligentes a partir del tamaño del cerebro, por ejemplo. Lo mismo se decía de las mujeres, pero actualmente todos esos resultados fueron desestimados. El cerebro de una mujer es más chico, pero también son más chicos el hombro, los dedos, la nariz... Es epistemológicamente interesante cómo esos estudios mal diseñados pueden dar el resultado que uno quiere. Por otro lado, es complicado determinar qué es la inteligencia."
"La ciencia no cuenta con herramientas para medir la inteligencia en toda su extensión y complejidad -concluye Manes-. ¿Cómo asignar un coeficiente al humor, a la ironía y, aún más, a la diversificada y plástica capacidad del ser humano para responder de manera creativa a los desafíos que la sociedad y la naturaleza le plantean? Existen numerosos ejemplos históricos del uso de estudios del coeficiente intelectual en poblaciones para sustentar políticas discriminatorias. En favor de la ciencia, espero que esta polémica no reproduzca aquellas tácticas, por cierto poco inteligentes."
Por Nora Bär
De la Redacción de LA NACION
Página 12
James Watson, las mujeres y los negros
Por Leonardo Moledo
El escándalo producido por los dichos de Don James Watson, Premio Nobel 1953 y codescubridor de la estructura de la doble hélice junto al fallecido Francis Crick (de quien, si mal no me acuerdo, Watson decía que era más inteligente o más imaginativo que él), provocó una oleada de rechazos y acusaciones de racismo. Justas, pero más justas serían acusaciones de imbecilidad.
La discusión sobre quiénes son más inteligentes que quiénes carece de sentido, desde ya, porque nadie puede definir con asomos de claridad lo que es la inteligencia (¿el que juega mejor al ajedrez?, ¿el que se las arregla para resolver problemas matemáticos con menor dificultad?, ¿el que resuelve el problema de la supervivencia en condiciones en que otros no lo harían?, ¿el que se aprovecha y se apropia de la ayuda norteamericana con criterios norteamericanos y la deposita en bancos norteamericanos para disfrute personal?).
Pero carece aún más de sentido cuando se aplica a grupos humanos enteros, como “los negros, los blancos, los verdes o los amarillos”. ¿Hay una correlación directa entre la forma en que los pigmentos de la piel absorben la luz y algunos de los factores citados más arriba? El simple hecho de atacar las posturas de Watson es caer en la trampa y aceptar una discusión que está muy por fuera de los rumbos tanto de la ciencia como de la evolución social y política. Tal es el truco. Watson no quiere imponer sus posiciones: quiere que se las discutan, y sólo con eso se da por satisfecho, ya que instala un problema cerrado, del mismo modo que los antievolucionistas norteamericanos.
El grave problema aquí es la persistencia de personas o grupos que, ya sea para brillar por sus exabruptos, ya sea por convencimiento, necesitan sentirse parte de grupos superiores a otros. En el siglo XIX la historia era con las mujeres: Gustave Le Bon, el fundador de la psicología social y autor del muy famoso libro La psicología de las masas (1895), espantado ante las propuestas de algunos reformadores norteamericanos, que querían facilitar el acceso de las mujeres a la educación superior, escribía: “El deseo de darles la misma educación y, como consecuencia, de proponer para ellas los mismos objetivos es una peligrosa quimera... El día en que, sin comprender las ocupaciones inferiores que la naturaleza les ha asignado, las mujeres abandonen el hogar y tomen parte en nuestras batallas, ese día se pondrá en marcha una revolución social y todo lo que sustenta los sagrados lazos de la familia desaparecerá”.
Naturalmente este tipo de cosas se apoyaba en argumentos científicos (como los que usaría después el darwinismo social). En algunos círculos antropológicos y médicos franceses se puso de moda considerar la inteligencia proporcional al peso del cerebro. Paul Broca (1824-1880), profesor de cirugía clínica de la Facultad de Medicina de París, fue un líder de esta corriente y fundó la craneometría: sobre una muestra de doscientos cadáveres, calculó el peso medio del cerebro masculino y el femenino y concluyó que el hombre era 181 gramos más inteligente que la mujer. (Watson podría proponer mediciones parecidas respecto de la “ayuda” del FMI.) Naturalmente, hubo quien objetó esta linealidad entre tamaño e inteligencia, y el contraargumento de Broca es interesante: “Como sabemos que las mujeres son menos inteligentes que los hombres, no podemos sino atribuir esta diferencia en el tamaño cerebral a la falta de inteligencia”. Lo cual demuestra que las mujeres son menos inteligentes que los hombres, como ya sabíamos.
Hay algo que siempre sorprende entre estos fanáticos de clasificación de la inteligencia; ninguno, que yo sepa o haya oído, y por más científicamente que haya trabajado, llegó a la conclusión de que su grupo era menos inteligente que otros. Por alguna misteriosa razón, que Watson quizás pueda explicar, siempre el grupo estudioso de la inteligencia queda en la punta de la pirámide: ¡oh casualidad!
Miremos esta perla salida de la pluma del inefable Le Bon, psicólogo social y que se publicó en la revista antropológica más importante de Francia, allá por 1870: “En las razas más inteligentes, como entre los parisienses, existe un gran número de mujeres cuyo cerebros son de un tamaño más próximo al de los gorilas que al de los cerebros más desarrollados de los varones. Esta inferioridad es tan obvia que nadie puede discutirla siquiera por un momento. Todos los psicólogos que han estudiado la inteligencia de las mujeres reconocen que ellas representan las formas más inferiores de la evolución humana y que están más próximas a los niños y a los salvajes que al hombre adulto civilizado. Sin duda, existen algunas mujeres distinguidas, muy superiores al hombre medio, pero resultan tan excepcionales como el nacimiento de cualquier monstruosidad, como, por ejemplo, un gorila con dos cabezas; por consiguiente, podemos olvidarlas por completo”.
Bonito, ¿no? Pero no muy lejos de Watson. Lo que los dichos de Watson sí demuestran, y sin lugar a dudas, es que haber ganado el Premio Nobel no es necesariamente un signo de inteligencia. Quizás Watson aspire al Ignobel del año que viene.
El Dr. Watson
Miguel Camblor - Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid (CSIC)
EL PAÍS - Opinión - 19-10-2007
Con sus declaraciones acerca de la superioridad de los blancos sobre los negros, el elemental Dr. Watson se ha cubierto de gloria, una vez más.
Todavía, que se sepa, nadie ha demostrado una relación entre pigmentación de la piel e inteligencia. El elemental Dr. Watson, en sus quejas sobre los negros a los que ha contratado, no ha querido considerar más que lo superficial, no ha pensado en la influencia del entorno, de la educación, del nivel social, cultural y económico, en el desarrollo de una persona, ni el efecto de la ausencia de perspectivas de futuro en todo un grupo social. Por las mismas, podría haber dicho que los pobres son tontos de solemnidad.
Hace unos años hubo una polémica similar al publicarse La curva Bell, donde se pretendía demostrar que los negros son genéticamente inferiores, en cuanto a su capacidad intelectual. Recuerdo que un genetista desmontó el tinglado haciendo notar a los autores que algo que pasa de generación en generación no es necesariamente hereditario, y mucho menos necesariamente genético. Propuso un ejemplo: si a los pelirrojos se les diera un capón en la cabeza cada cuarto de hora durante las clases, probablemente la mayoría obtendría peores resultados académicos que los que tienen el pelo de otro color, y a sus hijos (también bajo el azote de los capones, pero además educados en una familia de pelirrojos absolutamente enojados, descontentos consigo mismos y desesperanzados) aún les iría peor. Lo que se hereda, en ese caso, no es una baja capacidad intelectual, sino un entorno hostil nada apropiado para el desarrollo.
Científicos de EE.UU. acusan de "racista" al Nobel de Medicina
El descubridor del ADN, James Watson, había declarado que "los negros son menos inteligentes".
La Federación de Científicos de EE.UU. (FAS) -reúne a 68 Premios Nobel de varias disciplinas- se declaró indignada por las afirmaciones "racistas" del premio Nobel de Medicina de 1962, James Watson, quien afirmó al Sunday Times de Londres que "los negros son menos inteligentes que los blancos".
"Cuando la comunidad científica se siente amenazada por fuerzas políticas que buscan mermar su credibilidad, es trágico que uno de los miembros más eminentes de la ciencia moderna deshonre así la profesión", afirmó Henry Kelly, presidente de la FAS. "La actividad científica está fundamentada en la promoción y la veracidad de nuevas ideas, que se apoyan en hechos aunque sean controversiales -agregó Kelly-, pero Watson eligió usar su gran estatura para promover prejuicios racistas, rencorosos y sin fundamento científico. Estas declaraciones muestran que ha perdido la razón".
El genetista estadounidense de 79 años, logró el Nobel por su participación en el descubrimiento del ADN. Días atrás dijo ser "pesimista sobre el futuro de Africa porque nuestras políticas sociales se basan en el hecho de que su inteligencia (de los negros) es la misma que la nuestra (de los blancos occidentales), mientras todos los estudios dicen que éste no es el caso".
No fue el único golpe que recibió Watson luego de sus polémicas declaraciones. El Museo de Ciencia de Londres canceló ayer una charla del Nobel. Se trata de una de las instituciones científicas inglesas más importantes y justificó su decisión al sostener que Watson "traspasó la línea del debate aceptable".
James Watson se disculpa por sus afirmaciones racistas
EL PAÍS - Madrid
El científico estadounidense James Watson, codescubridor de la estructura del ADN y premio Nobel, se disculpó ayer públicamente por sus recientes afirmaciones racistas acerca de la inteligencia de los negros. "Sólo puedo pedir disculpas sin reservas a todos aquellos que hayan inferido de mis palabras que África, como un continente, es de alguna manera genéticamente inferior", rectificó. "No es eso lo que quería decir. Y, lo que es más importantes desde mi punto de vista, no hay una pase científica que sustente esa opinión".
Pero la disculpa no ha aliviado la avalancha de críticas a Watson, de 79 años, y el patronato de su instituto, el Cold Spring Harbor Laboratory (Nueva York), le suspendido en su cargo de rector, según un comunicado de la institución. Watson canceló su programa de actos públicos en el Reino Unido para promocionar su nuevo libro y regresó a EE UU.
En una entrevista publicada en The Sunday Times, Watson dijo: "Todas nuestras políticas sociales se basan en el hecho de que su inteligencia [de los africanos] es igual que la nuestra, cuando todas las pruebas indican que realmente no es así". Ayer se disculpó en The Independent: "No es un debate acerca de la superioridad o inferioridad, sino acerca de la búsqueda y comprensión de las diferencias, de por qué algunos son grandes músicos y otros grandes ingenieros".
Clarín, DISPARADOR
Los genios también se vuelven idiotas
Por: Marcelo A. Moreno
De pronto, el gran hombre abrió su gran boca y dijo la gran pavada. La semana pasada James Watson, el investigador estadounidense que mereció Nobel en 1962 por sus hallazgos respecto del funcionamiento de la cadena de ADN, desencadenó respecto de los negros: "todas nuestras políticas sociales están basadas en el hecho de que su inteligencia es la misma que la nuestra cuando en realidad todas las pruebas señalan lo contrario".
"Nadie está libre de decir estupideces: el problema consiste en decirlas con énfasis", observó el escritor Oscar Wilde. Adrede o no, Watson promocionó así su nuevo libro.
En un mundo en el que a la religión de lo políticamente co rrecto le sobra fuerza para vencer a cualquier clase de verdad, una mentira de tan crueles características desató un pertinente vendaval de impugnaciones. Algunos le diagnosticaron "declinación mental" al investigador de 79 años. Otros le recordaron que, en términos científicos, hoy resulta imposible hablar de algo así como razas, para desdicha del predicamento del compositor Richard Wagner, el senador Barry Goldwater, el doctor Joseph Menguele o el generalísimo Francisco Franco, entre otros.
En alguna página memorable Borges expone la idea de que las virtudes y lacras personales no necesariamente resultan constantes y homogéneas. Pone ejemplos: un torturador puede ser un buen hijo y un verdugo, un leal amigo.
Estamos acostumbrados a pensar -¿simple, pura comodidad?- que alguien es inteligente o de pocas luces de manera absoluta. Watson nos viene a recordar que tales generalizaciones suelen conducir al error. Nadie se permite dudar de la extraordinaria inteligencia del filósofo medieval Tomás de Aquino, llamado "doctor iluminado" por sus muchas y notorias dotes. Sin embargo, en su "Suma Teológica" descarga la estupidez de que "en tanto que individuo, la mujer es un ser endeble y defectuoso", con lo cual no hacía más que sustentar los prejuicios bárbaros que oscurecían su tiempo (salvajadas en las que sigue creyendo parte de la humanidad).
Jean Paul Sastre fue uno de los más insignes pensadores del siglo XX, no obstante lo cual a principios de los 70 adhirió al maoísmo, que si algún sentido podía tener entre los revolucionarios de Latinoamérica, ninguno tenía en la Francia próspera que había dejado De Gaulle. Pero el filósofo militó activa y patéticamente en un minúsculo grupo que preconizaba la Revolución Cultural que Mao Tsé Tung llevaba a cabo en China y que consistía, entre otras cosas, en la liquidación o "reeducación" de intelectuales como Sartre.
El exquisito poeta estadounidense Ezra Pound -delicadísima persona, según sus contemporáneos— fue inexplicablemente propagandista del fascismo durante la Segunda Guerra Mundial. Al terminar, lo juzgaron por traición a la patria. Lo salvaron del patíbulo numerosos amigos literarios, entre ellos Hemingway, que convencieron a las autoridades que el poeta estaba loco, por lo cual fue a parar a un manicomio. Estos pocos ejemplos nos recuerdan que cuando decimos que alguien es inteligente, sin especificar en qué, estamos diciendo muy poco. Prácticamente nada.
Elogio del coeficiente blanco
Por Orlando Barone
Domingo 21 de octubre de 2007
La cultura blanca atribuye el color negro al mal. O a lo sombrío y negativo. Agujero negro, porvenir negro, lista negra, humor negro, suerte negra, negro como la muerte, historia negra. Las brujas, la mujer de la guadaña, Drácula, la capucha del verdugo, los heraldos, lucen de color negro. La viuda negra -araña o humana- seduce y copula, y se come al macho. Un colapso de la Bolsa es un día negro. Y también un fondo buitre. No hace falta explicar a qué se llama pozo negro.
Ahora un blanco -James Watson- acaba de aportar otro agujero, pero no negro sino blanco, a los ya incontables que oscurecen la cultura cumbre. Acaba de proferir que los negros serían menos inteligentes que los blancos. Ni siquiera adjudican el Premio Nobel y deben resignarse a que un comité blanco cada tanto se digne a concedérselo. Además se dejaron arrastrar desde Africa encadenados para ser explotados hasta que el blanco decidió liberarlos. Y está esa otra prueba fehaciente: La cabaña del tío Tom. La historia de un esclavo negro maltratado despiadadamente por sus amos blancos, a quienes la víctima perdona. Watson, que de niño debe de haber leído ese libro, se debe de haber dado cuenta, por el perdón, que Tom no era inteligente. Si no se hubiera vengado. Aquí, durante generaciones, en las películas de Tarzán nos dábamos cuenta de quién era allí el amo. Aunque nunca entendimos cómo sin poner trabas de pudor, nos dejaban ver esas películas donde las negras lucen en topless y Jane, que es blanca, siempre usa corpiño. Moraleja de aquella niñez: las negras sí, pero no las blancas.
A estas alturas quisiera ser tan obvio como para decir esta idiotez: "Los negros tienen mucho ritmo y mucho sexo, y los blancos tenemos a Watson".
Es curioso, pero se ha determinado que los rastros más antiguos del origen del hombre están en Africa. Sí, en Africa, y no en Boston ni en Zurich. Ni tampoco en el laboratorio caverna donde los genes son forzados a confesar verdades, pero también mentiras. Cráneos humanos de más de 150.000 años de antigüedad se encontraron hace poco en la región de Herto, en Etiopía. Por lo cual uno podría preguntarse:¿y si, entonces, Dios es negro? ¿ Y si es varón y tiene el aspecto de Mandela o de Cesaire Aimé, el poeta de la negritud, o del negro Rada?
Siguiendo ese origen africano, se podría sospechar que los blancos se apoderaron de la imagen de Dios y la blanquearon para creérsela afín. Es cierto que hubo papas negros, pero eran blancos. Lo que acaba de provocar la declaración del científico James Watson acerca de que "los negros tienen menos inteligencia que los blancos" es un tremendo "buraco" cavado en la sociedad mediática para causar escándalo. Los únicos que discriminan -en sentido contrario- entre un perro de paladar negro y otro de paladar neutro son los dueños de los perros. En cambio, en la selva, sin malas influencias, los gorilas negros aceptan sin desconfiar a gorilas albinos.
Habrá mucha gente blanca -y negra blanca que la hay- que al enterarse del pensamiento de Watson se sentirá interpretada sin tomarse el trabajo de medir su propio coeficiente. Es esa clase de gente que a lo sumo tolera un sueño negro para aliviarse de la vigilia mediocre.
No hay ninguna ley que impida al hombre más sabio hacerse el idiota o serlo. Un idiota triunfador sigue siendo un idiota. Y si tiene una inteligencia aguda corre el riesgo de una idiotez más intensa. La ciencia no tiene ideología: los científicos sí. Y a veces se superan.