Cada vez más profesores e investigadores consideran imperativo contar con un espacio de actualización
No sólo los actores y músicos agobiados por los trajines de la fama se toman años sabáticos. También lo hacen los profesores universitarios, pero para ellos son un tiempo despejado de la carga docente, dedicado a la investigación y a la actualización teórica, durante el cual mantienen su sueldo.
Aunque en las universidades de Estados Unidos y Europa es común que cuando uno trate de contactar a un profesor le respondan que está en su sabático, en la Argentina estas licencias escasean pero existen. También funcionan en el Conicet.
El concepto se remonta a los agricultores hebreos, quienes al cabo de la cosecha una parcela de tierra durante seis años consecutivos, el séptimo la dejaban descansar para que se repusiera.
En el ámbito académico puede implicar tanto seis como doce meses, durante los cuales no sólo se relega el trabajo docente sino también la carga de gestión institucional.
El objetivo por cumplir puede ser ponerse al día con las últimas publicaciones y debates, o bien terminar un trabajo de investigación: reunir la información empírica, analizarla y generar un texto sobre el conocimiento obtenido. En cualquiera de los casos, muchas veces se pide una beca en una institución en el exterior y ésta, a su vez, puede exigir a cambio que el profesor visitante dicte un curso o lo recibe como investigador invitado.
"Para la institución es un esfuerzo económico por el que busca asegurarse que su cuerpo de investigadores se mantenga actualizado y con conocimiento de punta", sostiene Carlos Acuña, director de la Maestría en Administración y Políticas Públicas de la Universidad de San Andrés, donde anualmente uno o dos profesores, de los 64 de dedicación exclusiva, se toman una de estas licencias.
"Uno necesita mucha concentración en la investigación. La gran ventaja del sabático es tomar distancia de las obligaciones cotidianas para mejorar significativamente la calidad de la producción. Además, uno se organiza el tiempo, lo que permite aprovechar al máximo los momentos de creatividad", comenta.
Fernando Rocchi, director de la Maestría en Historia y director académico de la Maestría en Periodismo de la Universidad Torcuato Di Tella, dice: "La gente cree que durante el año sabático uno no hace nada, pero la verdad es que es un año de mucho trabajo".
Y de mucha producción. Al fin de su licencia, el 1° de marzo de 2008, el saldo serán dos libros y algunos artículos. Eso, sin contar todo lo que puede surgir de la visita que planea hacer en octubre a la Universidad de Pekín, donde dará algunas clases en el Instituto de Estudios Latinoamericanos, y de la que ya realizó a la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá.
Entre los 57 profesores de tiempo completo de esta universidad también se encuentra Ana María Mustapic, investigadora desde hace más de veinte años. Su último año sabático fue en 2006: "Utilicé el tiempo para terminar un artículo y para trabajar en un proyecto de investigación referido a los partidos políticos argentinos. Los resultados se publicarán en un libro que recoge artículos sobre el tema".
Aunque la mayor parte del tiempo se quedó en el país, también pasó dos meses en el Institute for the Studies of the Americas de la Universidad de Londres como investigadora visitante. "Aproveché la estada para buscar material; realicé algunas entrevistas a dirigentes partidarios británicos y dicté clases en un posgrado de la Universidad de Westminster", cuenta.
Cuestión de dinero
En la Universidad de Buenos Aires, los sabáticos son un derecho de los profesores regulares, según consta en el artículo 50 de su estatuto. Sin embargo, la instrumentación de este derecho depende de cada facultad y, en la mayoría de ellas, son una rareza.
Juan Carlos Reboreda, secretario de Investigación Científica y Tecnológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, señala que uno de los problemas para tomarse el año sabático es el sueldo, porque en ese tiempo los profesores se van a investigar al exterior, pero siguen cobrando su sueldo de la UBA que, en el caso de los profesores de dedicación exclusiva, va desde los 2600 hasta los 4800 pesos.
"Como éste no les alcanza para trasladarse y vivir con su familla en el exterior, además tienen que gestionar una beca que les cubra estos gastos. Otro problema es que muchos profesores no pueden ausentarse por un periodo porque son directores de grupos de investigación con becarios y tesistas", indica.
De los 200 profesores regulares con dedicación exclusiva que trabajan en la facultad, sólo se reciben tres o cuatro pedidos al año de licencia sabática. "Creo que es muy importante para la vida académica de un investigador que visite centros de investigación de primer nivel internacional. Un mecanismo son los años sabáticos. Otro, más flexible y más común, son las licencias con goce de sueldo", dijo Reboreda.
Para los profesores que durante la licencia no asisten a otra institución, en el país o en el exterior, organizarse puede ser complicado.
En la Universidad Nacional de Quilmes, desde agosto de 2006 hasta la fecha, sólo siete docentes solicitaron un año sabático. Uno de ellos, la investigadora Luisa Ripa Alsina, comenta que para quienes en ese tiempo no asisten regularmente a otra institución la organización del tiempo puede dificultarse. "Es imprescindible que, dado que no se concurre a un lugar de trabajo preciso, se sepa distinguir bien en espacios temporales el que se dedicará al estudio y la producción y el que permanecerá libre", dice.
Defiende los años sabáticos porque, además, los considera una forma de disminuir las licencias por estrés y otras enfermedades ligadas al ejercicio docente.
Por Mercedes Monti
Para LA NACION