Saber cuáles son sus características y cómo diferenciarlo de cuadros graves tranquiliza a los padres. Es provocado generalmente por los famosos "berrinches" en situaciones de enojo o frustración y también por dolor o sorpresa.
Mariana Nisebe. De la Redacción de Clarín.com
Es frecuente ver niños que durante el llanto producido por una frustración, enojo, temor o dolor presentan episodios de detención momentánea de la respiración asociado a cambio de coloración de la piel (hacia el azulado o la palidez) y, en algunos casos, pérdida del conocimiento y movimientos convulsivos. "El espasmo del sollozo es un evento súbito, de tipo no epiléptico, que se presenta hasta en el 5-7% de los niños sanos. Se inicia frecuente entre los 6 y los 12 meses de vida y en la gran mayoría de los casos los espasmos desaparecen antes de los 6 años", explica en un informe el doctor Saúl Garza Morales.
"Breath-holding spells" es el término con el que los sajones llaman a los "espasmos del sollozo" -o ES- y que podría traducirse como " episodios de retención de la respiración".
Existen dos tipos: el cianótico que es provocado por episodios que frustran o enojan al bebé, quien llora vigorosamente para luego detener momentáneamente la respiración (apnea), se pone azulado (cianótico), puede presentar convulsiones y luego queda fláccido. Se presenta en el 62 por ciento del total de casos de espasmo del sollozo; y el pálido, donde el episodio es provocado por un susto o alguna situación inesperada que lo asusta (ej: una caída). El bebé llora poco, se pone pálido, y puede presentar convulsiones antes de recobrar la conciencia. Se presenta en el 19 por ciento de los casos. Y los hay simples y severos, éstos últimos se diferencian porque hay una breve pérdida del conocimiento y una disminución en el tono postural.
Estábamos de vacaciones cuando Anita se cayó, relató a Clarín.com Analía, mamá de esta bebé de un año. "Estaba caminando de la mano de su hermana mayor y golpeó la cabeza contra el piso. No reaccionó de inmediato, no lloró, cuando yo la levanté, no me respondía. Tenía los ojos hacia atrás y el cuerpo flojo. Todos los presentes nos asustamos mucho y salimos corriendo hacia el hospital. Para mí, en el trayecto en auto no respiraba, estaba como desvanecida. Pero el chico que nos llevaba me dijo que él la escuchó respirar". Es horrible ver a tu bebé así, confesó Analía; "no sabés qué tiene, qué le está pasando". El médico de guardia que la atendió planteó el tema del espasmo del sollozo y es así como Analía comenzó a averiguar de qué se trataba.
Los espasmos del sollozo son episodios dramáticos que aterrorizan a los padres y preocupan a los médicos. Debido a que pueden confundirse con eventos severos o eventos de amenaza para la vida, estos episodios requieren una evaluación cuidadosa. "Entender las características del espasmo del sollozo y como diferenciarlo de cuadros graves, puede ayudar al pediatra a tranquilizar a los padres para que puedan manejarse mejor en estos episodios alarmantes pero benignos" explican los doctores Cecilia Charelli, Fernando Ferreira y Mónica Pérez del Hospital Regional Dr. Enrique Vera Barros de La Rioja.
Es importante destacar que "el espasmo no es provocado por enfermedades orgánicas del sistema nervioso, tampoco es una manifestación de ninguna enfermedad psiquiátrica ni significa que el niño tiene ningún trauma psíquico. Se le ha relacionado con un reflejo respiratorio infantil primitivo y tiene cierto grado de agregación familiar (uno de cada cuatro niños con espasmo del sollozo tiene un familiar directo que lo padeció en la infancia)", agrega el doctor Garza Morales. Varios autores plantean que la presencia de anemia aumenta la frecuencia y la severidad de los espasmos debido a una menor oxigenación cerebral.
Según Elizabeth, que relató su experiencia con su hijo de un año y medio en un foro para padres; la situación le dio un "gran susto". En su caso, el desencadenante fue un reto porque el nene había querido bajar a la calle. "Cortó su respiración por casi 10 segundos. Se quedó duro, con la boca abierta. Yo creí que se me había muerto. Lo llevamos a una clínica donde le dieron oxígeno pero el ya había vuelto en sí. Ahora trato de que no llore pero sus caprichos son peores".
¿Cómo puede manejarse la situación?. Lo más importante, coinciden los especialistas, es tranquilizar a los padres, asegurándoles que aunque observar un ES provoca un intenso temor, se trata de eventos benignos y el niño los va a superar con el tiempo. "Además se les debe informar que no hay evidencias de consecuencias severas a largo plazo", destaca el informe del Hospital Regional Dr. Enrique Vera Barros. Eso si, agregan, debido al temor, muchos padres intentan en vano prevenir todo conflicto o desagrado menor en la vida del niño. Estos esfuerzos no son prácticos, muchas veces imposibles y pueden llevar a los padres a consentir en exceso a los niños.
El manejo de emergencia ante un ES incluye mantener la calma, retirar los objetos que el niño tenga en la boca o con los que se pueda golpear, no intentar detener el espasmo, alejarse un poco y obsérvelo de forma indirecta, haciendo pensar al niño que no le presta mucha atención al evento (si el origen está en un enojo) o, en el caso de que sea provocado por dolor, brindarle consuelo y alivio. Por último hay que dejarlo dormir una pequeña siesta. Por otro lado, lo que se deben evitar son las maniobras de reanimación, como la respiración boca a boca y el masaje cardíaco, que pueden tener riesgos en manos inexpertas; golpear al niño, zarandearlo o introducirle agua. Es muy importante no confundirlo con enfermedades convulsivas (epilépticas) y evitar en lo posible la administración de medicamentos antiepilépticos, indican los especialistas.
¿Se pueden prevenir?, En principio, tienen un carácter involuntario, explica la Asociación Española de Pediatría, "el niño no lo hace a propósito, pero cabe la posibilidad de que algunos niños aprendan a utilizarlo para llamar la atención o conseguir algún beneficio, lo que habrá que tener en cuenta especialmente en aquellos niños en los que se repite con mucha frecuencia, para asegurarnos de que, con su actitud, no obtienen ninguna recompensa". El pediatra es quien podrá brindar toda la información necesaria para que los padres puedan manejarse mejor en estas situaciones además de realizar una evaluación y descartar cualquier otro diagnóstico.