Demografía

Un desafío social: más de 2.700 argentinos superan los 100 años

Los especialistas advierten que para atenderlos faltan profesionales y políticas públicas. En 2001, según el censo, eran 1.855. La tendencia crece: la población centenaria aumentó un 45% en los últimos 5 años.

Carlos Galván

El estallido de la longevidad. Así denominan los expertos a esta verdadera explosión demográfica de personas mayores que se vive en la Argentina. Un ejemplo: en 2001, según el censo de ese año, había en el país 1.855 personas de más de 100 años. Ahora, apenas cinco años después, el PAMI tiene registrados 2.703 mayores de cien años (2.109 mujeres y 594 varones). Se trata de un aumento del 45 por ciento. El siglo XXI ya se vislumbra como el siglo de los centenarios.

Pero el incremento del peso demográfico de la gente mayor puede medirse en un par de datos más. "En 1970 —explica a Clarín la socióloga Mabel Ariño, profesora adjunta de la cátedra de Demografía Social de la UBA— había 191.398 personas de más de 80 años y en 2001 sumaban 753.412. En apenas tres décadas casi se cuadruplicó la cantidad de mayores de 80". Y el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE, con sede en Chile) calcula que en 2015 habrá 1.072.357 mayores de 80 y que en 2050 serán 2.442.788.

¿Argentina está preparada para las consecuencias sociales, económicas, laborales y familiares que provoca este envejecimiento de la población? "Ni siquiera estamos preparados para atender a los que hoy tienen 70 años", dice Isidoro Fainstein, presidente de la Sociedad Argentina de Gerontología y Geriatría.

"Para empezar las jubilaciones que se les paga a los viejos son una miseria, una limosna. Si una persona mayor de cien se casó y tuvo hijos, éstos probablemente ya tienen más de 75 años. ¿Cómo hace para ayudar a su padre", plantea Fainstein.

Más allá de los haberes jubilatorios, Fainstein también reclama por la escasez de políticas públicas dirigidas a la vejez. "En la carrera de grado de Medicina de la UBA, por caso, no se enseña geriatría. Sólo se la enseña en cursos de posgrado", cuenta.

Fainstein da más ejemplos: "En la Ciudad de Buenos Aires un único hospital público, el Durand, cuenta con una unidad de geriatría. Y en la Provincia uno sólo tiene servicio de geriatría, el Vicente López y Planes de General Rodríguez".

La necesidad de formar especialistas en geriatría y contar con más servicios en esta especialidad obedece a que los síntomas de una enfermedad difieren entre una persona joven y una mayor. Un infarto puede presentarse sin dolor en una persona mayor.

Para Graciela Zarebski, directora de la licenciatura en gerontología de la Universidad Maimónides, también es necesario empezar a capacitar de manera intensa gente capaz de "ocuparse del cuidado de viejos frágiles". Y agrega: "se necesita crear redes de apoyo y lugares de participación donde los adultos mayores puedan compartir proyectos y aprender hábitos de vida saludables y acerca del autocuidado de la salud".

De acuerdo a Zarebski, "lo que hay que lograr es que la gente longeva tenga una buena calidad de vida, sea activa y esté en una buena condición física y mental".

Una de las claves parece ser justamente el estado en el que se llega a la vejez. "La expectativa de vida es una cosa y otra completamente diferente la expectativa de vida saludable", explica el médico Juan Hitzig, especialista en Biogerontología y autor del libro "Cincuenta y tantos".

"En la Argentina la expectativa de vida al nacer es de 75 años, pero la de vida saludable es de 68. Es decir que estamos destinando el 10 por ciento de nuestras vidas a ser viejos. Ninguna otra especie le dedica más del 2 por ciento de su vida a ser viejo", dice Hitzig.

Hay una diferencia entre envejecimiento y vejez. "El primero —dice Hitzig— es un proceso ligado a la autonomía, a la independencia y a la salud. La segunda, en cambio, es un estado ligado a la discapacidad, la dependencia y la enfermedad".

Este fenómeno de la longevidad no es un milagro. Diferentes factores —los avances de la medicina, los cambios alimenticios, el control de las pestes, el agua potable— fueron los que permitieron agregarles años de vida a los seres humanos.

"Estamos preparados para vivir entre 100 y 120 años. Pero antes sólo un súper hombre lo lograba. Hoy, en cambio, hay una avalancha de envejecimiento como nunca conoció la especie humana", asegura Hitzig. "Ahora hay que conseguir —advierte— que el envejecimiento sea saludable porque sino no nos van a alcanzar los geriátricos".

Por ahora la cantidad de gente que vive en geriátricos parece ser bajo. "Menos del 2 por ciento de la población mayor está en geriátricos", estima Isidoro Fainstein. Y aclara: "En otros países llega al 5 por ciento. La sociedad argentina es muy contenedora, no abandona a sus viejos".


La receta de Jeanne
Silvina Heguy
sheguy@clarin.com

Los registros mundiales aseguran que la francesa Jeanne Calment ostenta el extraño título de ser la persona que más vivió en este mundo. Después de festejar 122 veces su cumpleaños murió en el verano de 1997. Soplaba las velitas los 21 de febrero y, cuando ya se había convertido en una celebridad a causa de su larga data, solía divertirse frente a los periodistas que la iban a entrevistar. Jeanne ensayaba distintas respuestas ante la pregunta sobre cómo hizo para vivir tanto. Una vez aseguró que la risa ayudaba. Otra que la clave era tener un estómago de avestruz. Hasta que finalmente se aburrió y dijo: "Dios debe haberse olvidado de mí".

Vivir más

En 1950 la esperanza de vida al nacer en la Argentina era de 62,73 años. En estos 50 años ese indicador no paró de crecer. Actualmente, según el INDEC, es de 75,24 años. Y la proyección es que en 2015 sea de 76,13 años.

Porteños ochentosos

"Según el último censo el 38 por ciento de los argentinos de más de 80 años están concentrados en el área metropolitana", informó la demógrafa Mabel Ariño. Sólo en la Ciudad se censaron 125.742 mayores de 80.


A los 105 años, y con ganas de jubilarse, comenzó los trámites

A paso lento, tranquila, doña Justa Alderete llegó a las siete y media de la mañana a la sede del Programa de Asistencia Previsional para iniciar los trámites de su jubilación. Había esperado durante décadas la oportunidad que se le presenta ahora: cobrar una jubilación después de haber trabajado a destajo en su pueblo, Toro Pozo, en Santiago del Estero.

Hasta aquí, la historia sería la de cualquier persona del interior santiagueño, pero esta tiene un condimento especial: Justa Alderete tiene 105 años para "gozar de la jubilación que tanto esperé".

Doña Justa —así la llaman en su pequeño pueblo en el departamento Jiménez, a más de 150 kilómetros de la capital y a 20 kilómetros del límite con Tucumán— se dedicó toda su vida al tejido en telar y a las tareas de la casa. Habla poco. En realidad, no tiene ganas de hablar porque no está acostumbrada a las luces de las cámaras. Pero su sobrino, Reyes Alderete, de 83 años que la acompañó y también empezó a tramitar su jubilación, habla por ella: "Está muy emocionada; no tenía ayudas ni aportes y ahora va a poder gozar de este beneficio".

Juntos llegaron a a iniciar el trámite del Programa de Asistencia Previsional (PAPSE), diseñado por el gobierno de la provincia para aquellas personas nacidas hasta 1944 y que nunca realizaron aportes ni tuvieron empleos. Doña Justa —según el PAPSE— es el segundo caso de una persona de más de 100 años que quiere jubilarse.

Angel Medina, encargado de la agencia Tres Cruces del PAPSE, recorrió ocho kilómetros por medio del monte para llegar a la casita de la mujer. "Estaba muy contenta porque siempre dijo que se habían olvidado de ellos", cuenta Medina. Cerca vive su hermana Eugenia, de 100 años, y que le cocina. Jiménez es un departamento de longevos. Cuentan que sus aguas tienen propiedades que ayudan a vivir más. Medina explica que hay varias personas que superan los 100. Doña Justa da su receta, comer " sopa de aunchapi (maní tostado, molido en un mortero, que lo tuestan y cocinan) y también zapallo asado y batata rescoldeada". Desde el PAPSE le dieron prioridad: en diciembre la cobrará.