Transpiración intensa, sofocos, temblores, dolor en el pecho, miedo a morir en ese mismo instante. Estos son sólo algunos de los síntomas de un ataque de pánico, un trastorno que en la Argentina se diagnostica cada vez más debido a que, por un lado, los médicos están más entrenados para identificarlo y a que, por otro, los mismos pacientes se animan a consultar. Pero este trastorno tiene una particularidad: afecta más a las mujeres que a los hombres. La proporción es de un varón por cada tres mujeres.
Un reciente estudio realizado por la Fundación Fobia Club —es una institución dedicada al diagnóstico y tratamiento de trastornos de ansiedad— reveló que sobre 872 pacientes tratados por ataques de pánico entre febrero de 2000 y febrero de 2006, el 82 por ciento fueron mujeres.
En la Sociedad Argentina de Trastornos de Ansiedad manejan estadísticas similares. "Hay una proporción de tres mujeres por cada hombre", dijo a Clarín su presidente, el psiquiatra Alfredo Cía. Y agregó: "Esta proporción no se da solo en nuestro país, se repite en todo el mundo".
El ataque de pánico es un desorden que fue descripto con precisión en 1978 en el Manual de Diagnóstico y Estadística de los Trastornos Mentales, publicado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría. Recién a principios de la década del '90 la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo reconoció como un trastorno mental. No es que antes la gente no sufriera ataques sino que costaba dar con el diagnóstico.
Era común que los pacientes tuvieran que peregrinar de consultorio en consultorio en busca de una cura que casi nadie acertaba en encontrar.
La enorme mayoría iba al cardiólogo porque pensaba que —mientras sufrían un ataque de pánico— estaban por morir de un paro cardíaco. Pero de los estudios, claro, surgía que en realidad estaban sanos.
"En 1995 la demora en diagnosticar el ataque de pánico en la Argentina era de 7 años en promedio. Ahora ese promedio bajó a 3 años gracias a que los profesionales y los propios pacientes manejan más información", explicó Alfredo Cía.
Ahora, el punto es por qué estos ataques son más frecuentes en las mujeres.
"Esta mayor vulnerabilidad de las mujeres tiene varias explicaciones. Por un lado hay razones orgánicas (el sistema nervioso de las mujeres es diferente del de los hombres) y psicosociales (la sociedad no espera lo mismo de una mujer que de un varón). Y también hay razones hormonales: los cambios que una mujer sufre a lo largo de su vida la hacen más vulnerable", señaló el psiquiatra Enzo Cascardo, director del Centro IMA, dedicado a las investigaciones de ansiedad.
Para el psiquiatra Gustavo Bustamante, vicepresidente del Fobia Club, también existen otros motivos que llevan a que en las mujeres haya una mayor prevalencia de este desorden. "Las mujeres pueden tener una mayor sensibilidad a detectar los niveles de miedo. Quiero decir: un hombre puede detectar que está sufriendo una situación de nerviosismo —sostuvo Bustamante— y se descarga de una manera agresiva. Quizá nunca llega a asociar que lo que estaba teniendo era simplemente miedo".
¿No será que no es que haya más mujeres que padezcan de este desorden sino que simplemente ellas consultan más que los hombres? "Para nada —contestó Alfredo Cía—. Sus síntomas son tan dramáticos que las personas, independientemente del sexo, siempre consultan. Además no hay que olvidar que la misma proporción se repite en todos los países". Antes de fin de mes, Cía editará un libro sobre este trastorno, "Como superar el pánico y la agarofobia".
Los ataques habitualmente ocurren por primera vez entre los 27 y 28 años. Esto podría ser un indicador de su origen genético. Pero también es cierto, advirtieron los expertos, que es a esa edad cuando muchos finalmente se independizan de sus padres y entran de lleno al mundo adulto.
La mayor parte de los que sufren ataques de pánico se vuelven agorafóbicos, es decir sufren un temor obsesivo a los espacios abiertos. "Como en los ataques la persona piensa que se va a morir de un infarto, muchos temen tener un ataque en un lugar público y que nadie los ayude. Entonces terminan encerrados en sus casas. Muchas veces ni siquiera se animan a sacar la basura o a colgar la ropa en el patio", sostuvo el psiquiatra Bustamante.
El tratamiento es bastante estándar. Empieza con terapia y fármacos, generalmente antidepresivos y ansiolíticos. Después llega lo que puede considerarse el tratamiento de choque: enfrentar al paciente a lo que más teme, las salidas a lugares públicos. Tres meses más tarde, en promedio, los pacientes están totalmente recuperados.
Miedo a "volar"
Oscar Angel Spinelli
ospinelli@clarin.com
No es un "invento" de los neuróticos, como algunos detractores de la psiquiatría y la psicología podrían quizá interpretar. El ataque de pánico es un fenómeno que se extiende. La Organización Mundial de la Salud advirtió hace poco que uno de cada veinte habitantes del planeta tendrá un trastorno de este tipo. Razones no faltan. Además de vivir en un mundo de complicaciones, cada vez más el orden social se construye con amenazas. El miedo a perder la vida, la salud, el empleo, la riqueza o el pedazo de pan de cada día, pueden ser los disparadores. Es como el miedo a volar. Es poco probable que el avión se estrelle. Sin embargo, el temor domina porque el pasajero no maneja el aparato.
Pensamientos de muerte
Antes de empezar a hablar, Silvia Vallejos le pide a su hijo de 15 que se lleve al dormitorio a su hija más chica, de 5. "No quiero que la nena se entere de lo mal que estuve", explica enseguida.
Silvia —36 años, profesora de gimnasia— vive con su marido e hijos en Gregorio de Laferrere. En 2003, tras la muerte de una hermana, empezó a sentir que le faltaba el aire. Los síntomas empeoraron: "Tenía taquicardia, transpiraba, insomnio, dolor en el pecho y sólo pensaba en que estaba por morirme", recuerda.
Deambuló por diferentes especialistas, pero ninguno acertaba con el diagnóstico. "Al final ya me daban de comer en la boca y mi mamá hasta me llevó a una parapsicóloga para ver si me habían hecho algún trabajo".
Un día, por la televisión vio una entrevista a un médico de Fobia Club. "Sentí que hablaba de mí. Fui a una consulta y con el tratamiento mi vida cambio. Ya estoy curada".
Trece años atrapada por temores
Por culpa de los ataques de pánico, Sandra Di Virgilio perdió su trabajo en un estudio contable. "Cuando se empezaron a hacer cada vez más repetitivos tuve que renunciar... Me pasaba el día encerrada en el baño", cuenta.
Di Virgilio —38 años, ama de casa, casada, dos hijos— padeció ataques de pánico y agorafobia durante 13 años. Tuvo el primer ataque cuando tenía 25 años: "Iba en el colectivo y empecé a transpirar y a tener taquicardia. Pensé que me moría ahí mismo. Me bajé y me tomé un taxi derecho a casa. A partir de ahí los ataques se empezaron a repetir cada vez más".
Su historia es la de tantos otros pacientes: consultó médicos clínicos, neurólogos, cardiólogos y psicólogos, pero todos le decían que no tenía nada, que simplemente era estrés.
La medicaron con psicofármacos, pero eso no alcanzó: "Era como que me dieran unas muletas y no me ensañasen a usarlas. Lo que necesitaba era que también me expusieran a mis temores".
En abril de 2004 —"ya no me animaba ni a dar una vuelta manzana ni a ir a una simple fiesta familiar"— fue en busca de ayuda al Fobia Club. "Me medicaron y a los pocos días empecé con las exposiciones. Me llevaron a caminar, a andar en colectivo y en subte. Hacía tanto que no me subía al subte que ni sabía que no había más cospeles".
Aunque sigue medicada con ansiolíticos y antidepresivos, se siente curada. Ahora es coordinadora del Fobia Club: acompaña todos los sábados a pacientes en las salidas de exposición.