No se trata, por lo general, de problemas médicos ni de situaciones que tengan, para los especialistas, algún tipo de relevancia clínica. Perder alguna vez un embarazo en las primeras semanas de gestación no refleja necesariamente una patología en la mamá ni en la pareja. Tiene que ver con particularidades propias de la reproducción humana y con mecanismos de selección natural que intervienen en el desarrollo y evolución de todos los seres vivos.
Así explican los expertos estadísticas que impactan: sólo 3 de cada 10 embarazos llegan a término. La mitad de los embriones se detiene antes de que la mujer tenga el primer atraso menstrual y casi un 20% más se interrumpe durante el primer trimestre.
"No hay que preocupar a nadie. El 50% de los embriones se pierde antes de que se declare el embarazo. Y es normal. La evolución se detiene en los días posteriores a la concepción por múltiples razones de orden natural: en general, por problemas genéticos en la unión del óvulo y el espermatozoide. Ocurre porque la fecundidad humana es por demás imperfecta, algo que aumenta a medida que avanza la edad de la mujer", dice el especialista en fertilidad Eduardo Lombardi, presidente de la SAEGRE (Sociedad de Endocrinología Ginecológica y Reproductiva).
Para bajar el nivel de alarma, vale empezar por una "relectura" de los mismos datos: una vez que el embarazo dibujó dos rayitas en la tirita del test casero o disparó algunos valores hormonales en la sangre, 8 de cada 10 embriones llegarán a ser bebés. Sólo el 20% tendrá algún problema que detenga el embarazo (por lo general, entre la detección —semana 4/5— y la semana 10 desde la última menstruación).
Son las nuevas posibilidades en materia de detección precoz del embarazo las que alumbran el enorme porcentaje de embriones que se pierde antes de la implantación del huevo en el útero (o en los días siguientes a la misma). "Los test caseros detectan niveles de hormonas bajísimos y pescan embarazos muy incipientes. Es positivo porque permite cuidar el embarazo desde muy temprano, pero tiene algunas contras: dispara un sueño antes de que esté clínicamente confirmado con una ecografía. Es muy duro cuando la pareja se queda sólo con la tirita del test. Es lo que llamamos embarazo bioquímico", explica el obstetra Mario Sebastiani, del Hospital Italiano.
Estas novedades se están presentando hoy en el IV Encuentro Latinoamericano de Endocrinología Ginecológica y Reproductiva, en Buenos Aires. "La pérdida de embarazos es muy frecuente, pero así como no hay que dar relevancia clínica a muchos casos, hay otros que merecen atención y, tomados a tiempo, no sólo permiten salvar vidas sino que ayudan a la mujer a estar mejor preparada físicamente para defender su embarazo y no repetir la frustración y el dolor de otro aborto espontáneo", dice Lombardi.
El criterio médico indica que hay que perder 3 o más embarazos antes de las 20 semanas de gestación para hablar de aborto recurrente, un problema que afecta al 5% de las argentinas. Sin embargo, hoy son pocos los médicos que esperan a ese momento para empezar a estudiar a la paciente en profundidad. "No tiene sentido someter a la mujer a la eventualidad de una nueva pérdida si puede evitarse. Tras un segundo aborto empezamos a investigar", dice Lombardi.
La buena noticia es que el aborto recurrente es una patología con diagnósticos cada vez más precisos y tratamientos cada vez más eficaces. De hecho, las causas genéticas son las únicas que no tienen cura.
Los expertos coinciden en que la tasa de aborto espontáneo no cambió en los últimos años. "No se pierden más embarazos que antes. La gente percibe un incremento, pero no es así. Tiene que ver con la mayor detección precoz de embarazos, cuya pérdida no tiene relevancia clínica", apunta Sebastiani.
El obstetra Lucas Otaño coincide: "No tomamos como aborto que haya habido un test de embarazo positivo. Los test son muy sensibles y pescan la gonadotropina coriónica (la hormona del embarazo) a niveles muy bajos, cuando todavía el embrión tiene que atravesar días cruciales. Un peligro de la detección precoz es que —al alumbrar embarazos que hubieran pasado inadvertidos— podemos transformar a una pareja sana en patológica."
No hay mucho que analizar. Si hay un orden natural —o uno divino—, lo estableció así: la fertilidad humana es, de por sí, ineficaz. Normalmente, existe sólo un 25 por ciento de posibilidades de conseguir un embarazo por cada ciclo reproductivo (28 días). Es decir, aun en las mejores condiciones, la probabilidad de quedar embarazada es baja. A esto hay que sumarle otro rasgo que no la ayuda: la fecundidad humana, además de ineficaz, es imperfecta: 7 de cada 10 embriones quedarán en el camino. Aun así, el milagro de la vida siempre triunfa. Está a la vista.
Un problema con múltiples causas
Un embarazo puede detenerse por múltiples causas:
Ginecológicas: malformaciones del útero, miomas, tabiques, pólipos, etc. Hoy, las correcciones de patologías uterinas son frecuentes y exitosas.
Genéticas: causas vinculadas a la unión del óvulo y el espermatozoide. Los embriones no resultan viables y en algún momento de su evolución se detienen. Son las más difíciles de atacar y las únicas que no tienen cura, sólo diagnóstico.
Endocrinas: trastornos tiroideos o diabetes. Hoy, tratado el problema, se puede llevar adelante un embarazo sin demasiados inconvenientes.
Infecciosas: infecciones en la vía vaginal. Tienen tratamiento.
Problemas en el proceso de implantación: por ejemplo, cuando hay déficit de progesterona.
Inmunológicas: la patología más frecuente es el síndrome antifosfolipídico (presencia en la sangre de anticuerpos que alteran los mecanismos de coagulación). "Muchas mujeres encuentran una solución en un anticoagulante llamado heparina. Entre los médicos hay un debate al respecto por la sospecha de que se sobreprescribe esta droga, pero es una alternativa aceptable y con bajos efectos mórbidos cuando no hay un marcador o diagnóstico preciso", dice Sebastiani.
Causas psicológicas: los expertos relativizan que puedan ser un factor desencadenante. Aconsejan descartar primero los problemas físicos.
En los pasos siguientes a la interrupción del embarazo también hay novedades. "Cuando el embarazo es chico (6, 7 semanas) tratamos de evitar el raspado. Hay drogas que permiten la expulsión espontánea, incluso en las semanas 8 y 9, aunque a esa altura igual hay que hacer una limpieza de útero, pero es menos cruel que el raspado", explica Lombardi.
Falsos negativos
Oscar Angel Spinelli
ospinelli@clarin.com
Son populares. El cine también les introdujo una carga romántica. La muchacha corriendo del baño al living a los gritos. Luego, el abrazo con su amado. Ojalá la vida fuera tan edulcorada. El test, por si no se sabe, da falsos negativos realizado antes de tiempo. Lo demostró un estudio de la Universidad de Carolina del Norte, EE.UU., publicado en octubre de 2001. En un 10% de las 221 mujeres embarazadas participantes de la prueba que usaron un test casero no se detectó la hormona gonadotropina coriónica. ¿Por qué? Los expertos dijeron que el tiempo de implantación de un embrión no es el mismo en todas las mujeres.
Una mujer que nunca se dio por vencida
A los 43 años, Mónica Herrera y Miguel Palavecino estaban a punto de tirar la toalla. El dolor y la frustración, tan repetidos, habían dejado poco resto para nuevos intentos, pero algo los llevó a hacer una apuesta más.
"Mi bebé tiene 15 días. Todavía lo miro y no lo puedo creer, estoy enloquecida. Somos muy felices, es muy difícil transmitir lo que sentimos después de tanta espera", confiesa ella hoy, emocionada y al borde de las lágrimas.
"Hace siete años perdí mi primer embarazo, estando casi de tres meses. Tuvieron que hacerme un raspado, internarme, fue horrible. Todos los sueños se desmoronaron con esa pérdida, me quería morir. Se me vino el mundo abajo durante mucho tiempo", repasa Mónica.
Se recuperó todo lo que pudo. Siguió adelante. Y con el tiempo decidió volver a buscar un embarazo, repetir el intento, volver a amasar ese sueño tan deseado como temido. Pero pasaron los meses y nada. Los años y nada. "Recorrí tantos médicos, sanatorios y especialistas que no puedo ni contarlos. Me hice dos fertilizaciones in vitro, pero fallaron. En algunos lugares me trataron muy mal, nunca investigaron qué me pasaba, decían que estaba todo bien, que era normal", recuerda.
Mónica y su marido no se resignaron. "Decidí hacer un intento más. Con desesperación, llegué al consultorio del doctor Lombardi y le rogué que me ayudara a ser mamá. El me dijo que no me iba a hacer gastar más plata hasta saber si estaba todo bien adentro mío. Y me preguntó si me animaba a enfrentar un dolorcito más. Le dije que sí, que un hijo lo valía todo", se emociona. Así descubrieron que tenía coágulos arteriales.
"Me medicaron y enseguida logré embarazarme. Me inyecté heparina durante todo el embarazo y acá estoy. Pasé nueve meses soñados y hace quince días que este bebé, Leonel, nos llenó la vida."