Nació en Modena en el seno de una familia condenada a la extrema pobreza luego de la muerte de su padre, cuando tenía 10 años. Se cree que esta situación lo impulsó a ingresar a la iglesia, siendo ordenado presbítero en 1542 lo que le permitió heredar la canonjía de su tío. Aparentemente, poco tiempo después renuncia a la condición clerical, dedicándose a la medicina en el Colegio de Modena.
Ganó su derecho a practicar cirugía realizando una disección para su maestro, Niccolo Machella en 1544. Sin embargo, demostró tan pocas aptitudes en esta profesión que retornó a los estudios de la medicina rápidamente.
Fue un destacadísimo disector, recordado por la precisión de sus descripciones que se resumen mayormente en el único libro que publicó en vida, titulado “Observationes anatomicae”.
Su experticia le hizo merecedor del principal cargo en anatomía en la Universidad de Pisa. Allí fue injustamente acusado de practicar la vivisección humana. A pesar de estos cargos, le ofrecieron la cátedra de anatomía en Padua, como sucesor de Colombo. Su fama creció enormemente, lo que lo nutrió de destacados estudiantes como el anatomista Volcher Coiter.
Sus investigaciones y descubrimientos en el campo de la anatomía fueron innumerables y exceden significativamente al número de epónimos con los que se asocia (como “canal de Falopio”, “ligamento de Falopio”, “trompa de Falopio, etc.).
Realizó una excelente descripción del aparato auditivo, que superó a la de Vesalius e incluyó la primera descripción clara del tímpano, las ventanas redonda y oval, la cóclea y los canales semicirculares.
Sus estudios acerca de los dientes proporcionaron por primera vez una concepción clara de la dentición primaria y definitiva, el folículo dental, así como la concepción que dientes y huesos derivan de un mismo tejido. Hizo además descripciones sumamente valiosas acerca del desarrollo de huesos y del oído. Su contribución más notable en este tema fue su descripción de los núcleos de osificación de zonas como el occipucio.
También realizó enormes contribuciones en urología, analizando riñones, vías urinarias y describiendo por primera vez las tres capas que constituyen la vejiga y el esfínter interno. El aparato reproductor tampoco quedó al margen de su análisis. Describió el clítoris, aseguró la existencia del himen y su sinónimo con la virginidad además de acuñar el término “vagina”.
En una época como la nuestra, en que el SIDA ha acentuado el uso de preservativos no podemos dejar de referirnos a que Fallopio también debe ser recordado por sus esfuerzos para prevenir la transmisión de la sífilis, que alcanzaba en aquellos tiempos dimensiones epidémicas. Falopio diseñó una especie de funda que cubría el pene y que se aseguraba con una cinta rosada para agradar a la mujer. En el reporte del estudio, que debería considerarse como el primero que demuestra la eficacia del preservativo, el propio Fallopio proclama: “Realicé el experimento con 1.100 hombres, y pongo a Dios por testigo que ninguno de ellos resultó infectado”.
Falleció en 1562 aquejado por la tuberculosis. Nos dejó un enorme legado que incluso fue más allá de la medicina, ya que en sus cortos 39 años de vida fue también un entusiasta botánico y el género de plantas “fallopia” recibe su nombre de él.