Avances técnicos

Reconstrucción facial de un paciente quemado

Reconstruida por primera vez toda la cara de un quemado con un sólo injerto de la espalda.

Médicos japonenes presentan una nueva técnica que evita la realización de varias operaciones y proporciona mejores resultados estéticos y funcionales.

Ahora puede abrir y cerrar sin problemas los ojos y la boca, y la piel de su rostro se ha vuelto más suave y natural. Pero hasta hace poco apenas se podía mirar sin temor a este paciente de 56 años que sufría graves quemaduras en el rostro, el cuello, el pecho y los brazos. El fuego le había borrado la nariz, los labios y las orejas, dejando al descubierto un muñón en lugar de su cara. Un equipo de cirujanos plásticos de Japón ha hecho posible el cambio.

No sólo le han devuelto una apariencia más natural sino que la transformación ha sido posible con un único injerto obtenido de la espalda. Los médicos japoneses, que han presentado este caso en el Congreso norteamericano de Cirugía Plástica, aseguran que es la primera vez que se reconstruye por completo un rostro con una lámina uniforme de piel.

Hiroyuki Sakurai y sus colaboradores del Hospital Universitario de Mujeres de Tokio, evitaron el tratamiento tradicional de los quemados que consiste en reconstruir, en numerosas y dolorosas intervenciones, la zona afectada con pequeños injertos de epidermis -la capa más superficial de la piel- y parte de la dermis. Pese al esfuerzo, a menudo estos trasplantes en la cara no consiguen una apariencia natural, ni tampoco la funcionalidad y es difícil que los pacientes puedan abrir y cerrar los ojos o la boca sin problemas.

Una capa gruesa y uniforme

Los médicos japoneses recurrieron a un nuevo método que permitía trasplantar una capa gruesa y uniforme para recomponer el rostro, en lugar de coser pequeños injertos de piel. «Es como tener con un lienzo limpio sobre el que empezar a pintar», explicaron cirujanos norteamericanos durante la presentación en el Congreso.

Para obtener esa lámina, seis meses antes de la intervención se introdujo en la espalda del paciente un balón para expandir la piel que se utilizaría en el injerto. Poco a poco, el balón se fue rellenando de suero salino hasta alcanzar un volumen de un litro y medio. La expansión de la piel permitió obtener una lámina de 28 x 27 centímetros que apenas dejó una pequeña cicatriz en la espalda del quemado. Esa capa de piel tenía un grosor de 2 centímetros con dermis, epidermis y tejido adiposo subcutáneo.

El injerto se fijó en el rostro con técnicas de microcirugía que conectaron seis de las arterias y venas que irrigan la superficie de la cara con los vasos sanguíneos del injerto. El equipo de Sakurai utilizó una técnica similar a la que se emplea para reimplantar extremidades seccionadas.

Con ese mismo tejido se reconstruyó la nariz y sólo se necesitó otro injerto procedente del brazo para reconstruir los párpados del paciente. De manera, que pudiera abrir y cerrar los ojos sin problemas.

El "milagro" aún está por llegar

El caso japonés fue acogido ayer con entusiasmo por los cirujanos plásticos norteamericanos. «Es un trabajo prometedor que puede mejorar la calidad de vida de muchos quemados. Pero todavía no es un milagro», aclaró Thomas Stevenson, cirujano plástico de la Universidad de California. El futuro al que muchos cirujanos plásticos y maxilofaciales miran es el trasplante de cara de cadáver.