Actualidad

La salud mental, el médico y los profesionales de la salud

Se analizan algunas definiciones sobre el SÍNDROME DEL BURNOUT, también llamado SÍNDROME DE DESGASTE PROFESIONAL, al que sin duda deberemos dedicarle en el futuro más atención. Fundamentalmente, los administradores de servicios de salud, tendrán que estar alertados ante esta realidad que compromete severamente la calidad del relacionamiento del personal de salud con sus pacientes o familiares.

Autor/a: Dr. Antonio L. Turnes

Indice
1. Antecedentes
2. Realidad uruguaya
3. Bibliografía

Al 30 de junio de 2002, se registraban en actividad 12.388 médicos, en todo el país. En los últimos años, se han hecho más frecuentes las dificultades en el campo del empleo médico: varias instituciones cerraron sus puertas, otras muchas están en severas dificultades que las enfrentan al cierre (y que en los hechos no pagan sus haberes, o los retrasan largamente), y se constatan, tanto a nivel público como privado, amenazas de cierres de servicios de atención de salud, o imposibilidad de obtener una ocupación profesional digna, segura y bien paga. Por otra parte, los sucesos que siguieron la devaluación del 20 de junio, el feriado bancario desde el 30 de julio, y el cierre o suspensión de cuatro bancos privados, han contribuido a ensombrecer la ya crítica situación de las instituciones de salud. El préstamo del BID, que desde hace dos años es una especie de “gran zanahoria para hacer caminar al burro”, sigue sin aparecer. Algunos sospechan que -en la vorágine de las necesidades- pueda haberse ocupado, tal vez transitoriamente, para otros menesteres, que no para las instituciones de asistencia médica colectiva, sus destinatarias contractuales. De ahí que sea conveniente echar una mirada a la salud mental de la población, y particularmente de los médicos y demás profesiones de salud, tan gravemente amenazada en estas circunstancias.

Los comentarios que siguen, son una serie de reflexiones y elementos para motivar que fijemos la atención, en un tema de ribetes preocupantes. Aunque aquí hacen referencia a médicos y trabajadores de la salud, de hecho ocurren en cualquier actividad laboral. Mucho más, en las actuales circunstancias. En abril de este año, tuve ocasión de comentar en esta columna, un artículo del British Medical Journal, que se dedicaba al médico desorientado en la sociedad global. (1) Este artículo, que fue ampliamente comentado, señalaba que el desencanto de los médicos con su profesión es un fenómeno común a todos los países desarrollados, donde el salario y la carga de trabajo no inciden tanto como el desencuentro con el paciente y la falta de correspondencia entre las expectativas del facultativo al comienzo de su carrera y las nuevas exigencias de los servicios de salud. Y concluía que en el terreno formativo, los profesionales deberían ser mejor preparados desde la universidad para asumir roles de liderazgo.(2)

Un poco de historia

En 1974, Herbert Freudenberger, psiquiatra que trabajaba como asistente voluntario en la ciudad de Nueva York en una clínica para toxicómanos, junto a otros voluntarios jóvenes e idealistas, observó que luego de un año de empezar a trabajar, la mayoría sufría una progresiva pérdida de energía, hasta llegar al agotamiento, así como desmotivación para el trabajo, junto con varios síntomas de ansiedad y depresión.
Freudenberger describió cómo estas personas se vuelven menos sensibles, poco comprensivas y hasta agresivas en relación con los pacientes, con un trato distanciado y cínico, con tendencia a culpar al paciente de los propios problemas que padece. Y utilizó la misma palabra burnout que empleaban para referirse a los efectos del consumo crónico de las sustancias tóxicas de abuso.(3)

Freudenberger lo define como “un estado de fatiga o de frustración que se produce por la dedicación a una causa, forma de vida o de relación que no produce el esperado refuerzo”.

En 1976, la psicóloga social Cristina Maslach estudiaba las respuestas emocionales de los empleados de profesiones de ayuda a personas. Eligió el mismo término que empleaban los abogados californianos para describir entre sus colegas el proceso gradual de pérdida de responsabilidad profesional y desinterés cínico entre sus compañeros de trabajo. El término de burnout tuvo finalmente fortuna y aceptación social, por ser descriptivo y no estigmatizar a las personas, como los diagnósticos psiquiátricos.

Agotamiento, despersonalización y baja realización personal

En 1986, Maslach y Jackson lo definieron como “Un síndrome de agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal, que puede ocurrir entre individuos que trabajan con personas”. Pines y Aronson, en 1988, proponen una definición más amplia, no restringida a las profesiones de ayuda: “Es el estado de agotamiento físico, mental y emocional, producido por estar involucrado permanentemente en el trabajo en situaciones emocionalmente demandantes”.

El agotamiento físico se caracteriza por baja energía, fatiga crónica, debilidad general y una amplia variedad de manifestaciones psicosomáticas. El agotamiento mental incluye sentimientos de incapacidad, desesperanza y alienación con el trabajo. El agotamiento emocional refiere al desarrollo de actitudes negativas hacia uno mismo, hacia el trabajo y hacia la vida misma.

Para Pines, las excesivas demandas psicológicas no se dan únicamente en el servicio directo al público, sino que pueden darse también en otros ámbitos laborales tales como el comercio, la política o en cargos directivos. En opinión de esta autora, el factor mediador más importante depende de las condiciones laborales objetivas: que faciliten la consecución de los objetivos propuestos, con realización de las expectativas personales, o que el medio laboral sea vivido como frustrante, con predominio de características negativas. Destaca la importancia de la calidad de las relaciones interpersonales en el trabajo, de la supervisión y de las oportunidades de aprendizaje continuado, así como el desarrollo de la carrera profesional.

El síndrome de burnout puede llevar a dejar el trabajo o cambiar de profesión, a evitar el trato directo con los pacientes a través de la realización de trabajos administrativos o de investigación, o bien el estrés laboral puede ser vivido como un reto positivo, que promueve el desarrollo personal.

En 1984, Brill propuso una definición de burnout menos conocida y más precisa: “Es un estado disfuncional y disfórico relacionado con el trabajo, en una persona que no padece otra alteración psicopatológica mayor, en un puesto de trabajo en el que antes ha funcionado bien, tanto a nivel de rendimiento objetivo como de satisfacción personal, y que luego ya no puede conseguirlo de nuevo, si no es por una intervención externa de ayuda, o por un reajuste laboral; y que está en relación con las expectativas previas.”

En consecuencia, el malestar relacionado con un salario insuficiente, con las dificultades físicas, con la incompetencia por falta de conocimientos, o con cualquier otro trastorno mental existente, no se puede interpretar como burnout, porque no están mediados por las expectativas y creencias iniciales. Asimismo, las personas que tienen un menor rendimiento laboral transitorio, y que son capaces de superarse por su propio esfuerzo no se pueden considerar burned-out.

En suma: el síndrome de burnout incluye cinco factores característicos comunes a todas las definiciones anteriores: Predominan los síntomas disfóricos, y, sobre todo, el agotamiento emocional. Destacan las alteraciones de conducta (conducta anormal del modelo asistencial o despersonalización de la relación con el paciente). Se suelen dar síntomas físicos de estrés psicofisiológico, como cansancio hasta el agotamiento, malestar general, junto con técnicas paliativas reductoras de la ansiedad residual, como son las conductas adictivas, que, a su vez, conducen al deterioro de la calidad de vida. Se trata de un síndrome clínico-laboral que se produce por una inadecuada adaptación al trabajo, aunque se de en individuos considerados presuntamente “normales”.

Se manifiesta por un menor rendimiento laboral, y por vivencias de baja realización personal, de insuficiencia e ineficacia laboral, desmotivación y retirada organizacional.