Ejercicio en obesos

Actividad física en pacientes obesos y con sobrepeso

Este artículo describe los elementos necesarios para una indicación efectiva de actividad física en pacientes con sobrepeso y obesos

Autor/a: Dres. McInnis KJ, Franklin BA, Rippe JM

Fuente: Am Fam Physician. 2003 Mar 15;67(6):1249-56

La obesidad tiene dimensiones epidémicas en USA. Más del 60% de los adultos tienen sobrepeso (S) u obesidad (O), y esto predispone a 97 millones de personas a enfermedades crónicas. La actividad física tiene efectos positivos sobre la regulación del peso, la disminución de la grasa corporal y su distribución. A pesar de que los beneficios de la actividad física (AF) son bien conocidos, muy poca gente la realiza en forma rutinaria. La intervención médica para hablar sobre AF puede realizarse en 3 a 5 minutos de la consulta y puede ser fundamental para que el paciente la realice.

En USA 6 de cada 10 personas tienen S u O, y 300.000 muertes anuales se deben a  la combinación de factores dietarios e inactividad física, siendo estos la segunda causa de muerte, después del cigarrillo, relacionadas con el estilo de vida. A pesar de los beneficios bien conocidos de la AF sólo el 15% de los adultos en USA hace ejercicios en forma regular. Este artículo se centra en un componente de la relación médico-paciente: la promoción de la actividad física.

La O es el principal factor de riesgo independiente para enfermedad coronaria y amplifica los efectos de otros factores, como HTA, dislipemia e insulino-resistencia. Los O tienen un 65% más de posibilidades de tener por lo menos otro factor de riesgo adicional para enfermedad coronaria, y el 50% de tener 2. La presencia de riesgo cardiovascular se asocia a distribución central de la grasa. La osteoartritis y otras situaciones mórbidas no cardiovasculares influencian en la falta de bienestar de estos pacientes.

La O resulta en un disbalance crónico entre la ingesta y el gasto calórico. Los factores ambientales, como el aumento de las porciones y el bajo costo de alimentos con alta densidad energética, sumado al impacto de la tecnología en la vida cotidiana (sedentarismo), generan un balance energético positivo.

La AF, especialmente el entrenamiento, favorece la pérdida de peso y grasa, y mejora la distribución adipocitaria. La dieta es más efectiva para producir adelgazamiento en las etapas iniciales y la AF en etapas más avanzadas.
Esto puede ser porque en las etapas iniciales, el rendimiento cardiorrespiratorio limita  a la persona a crear un balance negativo de energía que signifique una pérdida importante de peso. En pacientes O hay que acentuar la importancia de combinar dieta con ejercicio, para no genera falsas expectativas.

Los pacientes con O que consiguen un nivel de entrenamiento mejor al previo tienen menos riesgo de muerte. La HTA, insulino-resistencia, hiperglucemia y dislipemia mejoran como resultado del aumento de AF y entrenamiento en adultos con S u O aún sin bajar de peso.
Hasta el 50% de la pérdida de peso ocurrida por dietas es a expensas de la masa magra, causando disminución del músculo amplificada por sentimientos de fatiga y disminución del gasto metabólico basal. Estos efectos pueden atenuarse con AF durante los planes de adelgazamiento. El mantenimiento del peso posterior depende de la AF.

El entrenamiento mejora la suficiencia cardio-respiratoria y la función muscular para todas las actividades cotidianas, mejora la movilidad, las habilidades motoras y la calidad de vida en los O. Aumenta la sensación de bienestar, mejora los síntomas de stress, ansiedad, depresión y mejora los patrones de sueño.

El médico debe medir una vez por año, el peso, IMC, y perímetro abdominal como indicadores de O. Si un paciente O quiere empezar con AF gradual (caminar, por ej), puede hacerlo sin estudios previos. Si el paciente quiere hacer ejercicios más intensos o tiene antecedentes de enfermedades cardíacas, respiratorias o metabólicas debe estudiarse. Hay que evaluar también la presencia de enfermedades osteoarticulares y otras morbilidades que puedan limitar la AF.

Detectar el momento en que el paciente quiere perder peso es fundamental para hacer hincapié en los beneficios de la AF, y explicarle que la disminución del 5 a 10% del peso ya produce beneficios para todas las comorbilidades de la O. Destacar la importancia de descensos de peso pequeños ayuda al médico a plantear objetivos probables y evitar las deserciones. Lo ideal es la disminución del 10% del peso en 6 meses seguido por un período de mantenimiento.

El médico debe entender las barreras sociales potenciales (por ej: vergüenza de hacer gimnasia en público ) y barreras causadas por ideas irreales (el ejercicio debe ser doloroso  y vigoroso para ser beneficioso), y desarrollar un plan de AF individual que lleve a una mayor adherencia. Esto puede llevar 3 a 5 minutos de la consulta.
El médico debe aconsejar sobre la entrada en calor, el período de enfriamiento del cuerpo, la incorporación de AF espontánea y programada. El entrenamiento de resistencia se recomienda porque ayuda al mantenimiento del gasto metabólico basal y mejora la AF de la vida cotidiana. Se recomienda entrenamiento de intensidad moderada 2 o 3 días semanales, en series de 8 a 15 repeticiones y usando diferentes grupos musculares.

Las actividades cotidianas también aumentan el nivel de AF y el gasto calórico. Se puede trabajar con los pacientes la pirámide de AF que se desarrolló siguiendo la línea de las pirámides alimenticias, destacando la importancia de reducir el tiempo de inactividad.
El objetivo final de estas intervenciones es combatir el sedentarismo.

Artículo comentado por la Dra. Débora Setton, editora responsable de IntraMed en la especialidad de Nutrición.