Buscan el suicidio asistido

Suiza, el destino elegido de los que quieren morir

Viajan hasta allí porque tiene la ley de eutanasia más flexible. En 2002 fueron 55 los extranjeros con enfermedades terminales que llegaron a Zurich.

En la mañana de un lunes de mediados del mes último, Reginald Crew, un trabajador jubilado del sector automotor, llegó en un vuelo desde Liverpool para matarse.

El ciudadano inglés, de 74 años, que sufría de una enfermedad neuronal, consultó a un médico a las 10 de la mañana. De acuerdo con la ley de eutanasia de Suiza, el médico coincidió y diagnosticó que Crew era un enfermo terminal y le recetó un barbitúrico mortífero. A las 15, Crew, un hombre parapléjico que se desplazaba en silla de ruedas y sentía dolores incesantes, Bebió a través de una pajita un sorbo de agua que contenía el barbitúrico. Cuatro minutos después había muerto. Su esposa e hija estaban al lado.

Los Crew figuran entre el creciente número de personas conocidas en Suiza como los turistas suicidas, enfermos desesperados que ansían poner fin a su sufrimiento y llegan aquí para hacerlo legalmente.

En 2000, tres extranjeros recurrieron al suicidio asistido en Zurich. En 2001, el número de turistas suicidas aumentó a 38, además de otros 20 en Berna. El año pasado, sólo en Zurich, 55 extranjeros llegaron para suicidarse en una tierra ajena a ellos y en un departamento que no les pertenecía.

La mayoría de esas muertes se registró en Gertrudstrasse, un barrio obrero de Zurich, en un departamento alquilado por Dignitas, una de las cuatro organizaciones que han usufructuado la ley de eutanasia de Suiza, que data de 1942, para ayudar a morir a los enfermos terminales.

Mientras que las otras tres organizaciones se concentran principalmente en los enfermos terminales de nacionalidad suiza -cada año veintenas de ellos recurren al suicidio asistido-, aproximadamente el 75 por ciento de los 2500 miembros de Dignitas son extranjeros.

Dignitas fue fundada por Ludwig Minelli, de 70 años, un ex periodista que al promediar su vida se recibió de abogado y se interesó por la organización Exit, la más antigua de Suiza en el campo del suicidio asistido. Minelli inauguró Dignitas en 1998, según contó en una entrevista, para ayudar a otros a morir con la dignidad que no podían encontrar en sus países, que, a su juicio, "tienen leyes de la Edad Media" sobre la eutanasia.

De Estados Unidos al Líbano

Suiza no es el único país que legalizó la eutanasia para quienes, según el certificado médico, son enfermos terminales. Holanda y Bélgica tienen leyes similares, pero a esos países acuden menos "turistas suicidas" porque sus leyes insisten en que médico y paciente deben mantener una estrecha relación. Alemania tiene leyes estrictas que prohíben la eutanasia y que se remontan a la época inmediatamente posterior al nazismo.

Minelli señaló que no hace publicidad, salvo a través del sitio de Dignitas en Internet ( www.dignitas.ch ). Crew se enteró de la existencia de esa organización en un programa de TV. La mayoría de los miembros de Dignitas procede de Alemania, según Minelli y la oficina del médico forense. Un número menor proviene de las vecinas naciones de Austria y Francia. Otros han viajado desde lugares tan distantes como Israel, Estados Unidos, Gran Bretaña y el Líbano, pagando a Dignitas una matrícula de 70 dólares y una cuota anual de 30 dólares. A pesar de que algunos, como en el caso de Crew, llegaron con un grupo de periodistas y vendieron su historia a los medios de sus respectivos países, otros se pagan el viaje y los gastos del funeral.

Sin embargo, ésa no es la clase de turismo que los funcionarios suizos desean estimular. "El suicidio no es algo por lo que Suiza aspira a ser conocida", comentó Andreas Brunner, un fiscal del cantón de Zurich. "Esa clase de turismo no es lo más acertado para Zurich", añadió.

Hasta ahora no se ha entablado juicio a una persona que ayude a otra a suicidarse. Brunner expresó que estaba investigando la asistencia que ofreció Dignitas a una persona que habría estado deprimida, pero que no padecía de ninguna enfermedad terminal.

Todo muy rápido

La legisladora suiza Dorle Vallender quiere cambiar la ley para prohibir el turismo suicida y elevó un proyecto para regular la actividad de organizaciones partidarias de la eutanasia e imponer leyes más estrictas para que quienes deseen morir tengan más tiempo para pensarlo.

"No estoy en contra del suicidio asistido -afirmó Vallender-, pero en el caso de Dignitas todo ocurre muy rápidamente. Los pacientes llegan por la mañana y por la tarde ya están muertos. Tenemos la obligación de asegurarnos de que ya nada se puede hacer por ellos y tomar la decisión sin presiones."

En 1942, el propósito de la ley de eutanasia promulgada por Suiza era asistir a quienes tuviesen pocas semanas de vida para que murieran de una manera digna. Durante décadas, hubo una norma tácita entre las organizaciones dedicadas a la eutanasia para aceptar solamente ciudadanos suizos.

"En ese momento se pensaba que cada persona podía elegir libremente su propio destino", comentó Vallender. Y los legisladores no previeron ninguna instancia en la que cierta gente viajaría desde otro país para morir en Suiza. "Podemos prolongar la vida, pero me preocupa que mucha gente ya no quiera seguir viviendo si su calidad de vida se ve afectada profundamente", expresó Minelli.