El cuadro clínico usual es claro: un niño previamente sano que se ha recuperado de una reciente infección viral y que de repente comienza con hematomas inexplicables y petequias en la piel, a veces acompañado de epistaxis y sangrados de la boca. El niño se siente por otra parte bien. El examen físico muestra a un niño saludable, que presenta petequias, púrpuras y, en algunos casos, hemorragia de mucosas. No hay linfoadenopatías, hepatoesplenomegalia, u otra evidencia de un desorden subyacente. Los resultados del hemograma son normales salvo por la trombocitopenia. De hecho, el recuento de plaquetas está a menudo en menos de 10.000/mm3.
Surgen los siguientes interrogantes: ¿qué otros diagnósticos deben tenerse en cuenta, qué tratamiento debe darse, y cuál es el pronóstico ?
El propósito de este artículo es contestar estas preguntas, con la condición de que hay mucha controversia (y muchas diferencias de opinión) entre los "expertos" en el campo y que virtualmente ninguna recomendación con respecto a PTI es basada en datos científicos legítimos.
Este artículo intenta poner algunas de éstas incertidumbres en la perspectiva para pediatras que encuentran este desorden interesante.