Los valores elevados de homocisteína y su asociación con patologías cardiovasculares, no constituyen un hecho novedoso. Ya en 1969, el Dr. Kimler S. McCulley, patólogo del Massachusetts General Hospital, publicó en el American Journal of Pathology, la existencia de una asociación entre homocisteinuria y lesiones vasculares en un par de pacientes (1). El episodio careció de trascendencia en el mundo científico, en gran parte por tratarse de solo dos casos, por lo que podía considerarse como una simple coincidencia.
A partir de 1976, como consecuencia de un estudio epidemiológico que mostró la correlación entre los niveles elevados de homocisteína en sangre y enfermedad coronaria precoz (2), comenzaron a multiplicarse los estudios comparativos y actualmente puede decirse que, en base a numerosas investigaciones, hoy esta plenamente consolidado el concepto de que existe una relación entre la incidencia de enfermedades cardiovasculares y los niveles elevados de homocisteína en sangre.