“…cuando de pronto un conejo de ojos rosados pasó velozmente a su lado. Nada extraordinario había en todo eso, y ni siquiera le pareció nada extraño oír que el Conejo se dijera a sí mismo: ‘Dios mío que tarde voy a llegar’… (La niña) se levantó de un brinco porque de pronto comprendió que jamás había visto un conejo con chaleco y con un reloj en su interior. Ardiendo de curiosidad, corrió a campo traviesa detrás de él, justo a tiempo de ver cómo se colaba por una gran madriguera (un gran agujero negro) que había bajo un seto.”
He dudado en poner este texto entre comillas. De pronto me he decidido a hacerlo a pesar de haberme dado algunas pequeñas licencias, muy pequeñas.
El hecho es que la niña pensó un instante y decidió no seguir al conejo, regresó al picnic reflexiva y más tarde, ya en su casa, se enfrascó en las tareas del colegio. Como buena hija única Katie resultaba ser muy aburrida, sus amigas se referían a ella como ‘la Nerd’ y algunas incluso en tono dañinamente socarrón, como la ‘vieja de matemáticas’.
La escuela primaria de West Lafayette, en el estado de Indiana, resultó un prolongado recreo para Katie que años después ingresó al West Lafayette Junior-Senior High School. En la infancia y la adolescencia de Katie se presentaron algunos ‘conejos con relojes’ a los cuales, por curiosidad, se sintió tentada a seguir.
Sin embargo, cosas raras como Álgebra y Trigonometría, Álgebra Superior y Geometría Analítica en el Plano y en el Espacio, le resultaban totalmente irresistibles. Estas seducciones de los números imaginarios y ecuaciones difusas la llevaron a postularse en la Universidad de Míchigan en la que en 2011 logró graduarse como Bachelor of Science in Engineering en Ingeniería eléctrica.
Luego obtuvo una maestría en ingeniería eléctrica en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, donde también completó su doctorado. Recientemente ingresó en la Universidad de Harvard como becaria postdoctoral en el equipo Event Horizon Telescope Imaging. Actualmente, en el Instituto de Tecnología de California se dedica a los nuevos sistemas para imágenes computacionales.
Ya cerca de cumplir los treinta años el aporte de Katie fue decisivo para que un grupo de más de doscientos científicos, desde dieciocho telescopios de ondas radiales, que atraviesan el polvo galáctico, lograran la primera fotografía de un agujero negro. El algoritmo diseñado por Katie permitió completar la información de las zonas que no emitían datos.
Años después la niña se dio el gusto de fotografiar la gran madriguera.
El autor: Dr. Ricardo T. Ricci, médico clínico. Profesor Titular de la Cátedra de Antropología Médica en la FM - UNT