Prólogo de Mario Bunge
El doctor Daniel Flichtentrei ha retomado la tradición de los grandes médicos argentinos de la generación del 80, Eduardo Wilde, Miguel Cané y Carlos Malbrán. Como esos ilustres hombres-orquesta de la generación de 1880, Flichtentrei es un gran clínico y periodista médico, así como voluntario en la cruzada de los higienistas del 1900 que participaron en la mejora de la sanidad pública.
A diferencia de sus predecesores, cuyos talentos fueron apreciados por los gobiernos de su tiempo, Flichtentrei nunca fue nombrado ministro ni diplomático. En cambio, ha trabajado incansablemente en la publicación del periódico electrónico IntraMed y como conferencista universitario, además de atender su consultorio cardiológico. Algún día nos contará cómo logra hacer en ocho horas lo que a otros les toma dieciséis.
Al igual que sus predecesores y de Anton Chejov, Pío Baroja y Gregorio Marañón, Flichentrei escribe sobre su experiencia profesional. Pero, a diferencia de otros escritores-médicos, los personajes de sus relatos, en particular "La verdad y otras mentiras, historias de hospital", no son miembros de la clase acomodada. Los personajes típicos de los cuentos de Flichtentrei son personas humildes, muchos de ellos inquilinos de conventillos o habitantes de villas miseria. Las vicisitudes de estos individuos son tragedias que ningún escritor argentino encumbrado ha contado.
Yo he tenido el privilegio y el gusto de espiar a un Daniel Flichtentrei poco conocido: el iatromédico o filósofo médico empeñado en ir más allá del dato clínico o de laboratorio, para alcanzar los mecanismos biológicos y sociales de la enfermedad, y uno de los pocos médicos que se han ocupado de políticas y acciones sanitarias desde el punto de vista de un ciudadano que cree que la misión del Estado es facilitar el bienestar el individual.
La primera vez que nos encontramos, Flchentrei me llevó a conocer a Facundo Manes, el primer psicólogo científico argentino. Flichtentrei quería corregir mi visión pesimista del estudio de la mente en mi patria. Por cierto que lo logró: hoy sé que, además de la Villa Freud, barrio porteño donde se concentran los psicocharlatanes, hay otras vecindades donde se refugian los poquísimos que se atreven a estudiar la mente como un proceso cerebral fuertemente influido por el entorno social. Con este acto, Flichtentrei hacía honor a su apellido, que significa “fiel al deber”.
De regreso en mi hogar canadiense pensé en escribir, junto con Daniel, una filosofía médica ajustada a la investigación y a la práctica médicas. Daniel recogió el reto y me propuso nuevos temas y enfoques que corrigieron y enriquecieron mi visión del asunto. Pero mientras yo, ya jubilado de la cátedra, podía empezar a trabajar en el libro desde las ocho de la mañana, a esa hora Daniel, en camino desde la madrugada, ya estaba atendiendo algunas de sus múltiples tareas.
Al cabo de un semestre yo terminé un primer borrador, que Daniel corrigió en detalle y con paciencia. La editorial Gedisa publicó la versión castellana del libro," Filosofía para médicos". Poco después World Scientific Publications, de Singapur, publicó la versión inglesa, Medical Philosophy. Me atrevo a juzgar que, en cuanto a rigor y profundidad, esta obra es muy superior a los ensayos de Pedro Laín Entralgo, el único iatrofilósofo en nuestra lengua conocido por la comunidad médica. Yo no me habría atrevido a emprender esa tarea sin la ayuda de Daniel. En resumen, Daniel y yo somos los padres de la criatura, aunque sólo yo cargo con los errores, omisiones y exageraciones. Gracias, Daniel el de apellido confuciano o kantiano.
Mario Bunge