Para Antonio Battro, en homenaje a una ya larga amistad
Holden es uno de esos personajes de ficción a los que les falta solamente figurar en la guía telefónica o estar pagando un Ahora 12, para ingresar definitivamente al mundo de lo real. Hay otros, Romeo y Julieta, Hamlet, Don Alonso Quijano, Funes, el de la memoria prodigiosa, Mafalda y Manolito. Son numerosísimos los personajes de ficción que se han instalado entre nosotros con solvencia y peso específico propio. Holden Caulfield es uno de los más destacados por su vigencia en tiempo y espacio. Nació en el marco de una novela, “El Guardián entre el Centeno”, y su progenitor fue Jerome D. Salinger, el autor de esa inolvidable pieza literaria. El lugar de nacimiento podríamos localizarlo sin dudas en la ciudad de Nueva York y la fecha, sería conveniente precisarla alguna vez, allá por los primeros años de la década de 1950.
Holden es expulsado de una secundaria estadounidense, tiene alrededor de 16 años, y no es la primera vez, que por un motivo u otro resulta desalojado del sistema educativo de la clase pudiente de la costa este. En dos o tres establecimientos se las ha ingeniado para aparecer como el alumno díscolo y disoluto que sistemáticamente confronta con un sistema que él considera dominado por la falsedad y la hipocresía. Si Don Quijote tiene tenaces enemigos entre los molinos de viento, Holden los tiene entre aquellos que encarnan la falsedad y las mil caras de un mundo inauténtico y vanidoso. En ese marco, Holden comenzará a recorrer una breve odisea de tres días con sus noches por la ciudad de Nueva York. Sus experiencias serán variadas, en general frustrantes y confirmadoras de su posición rebelde ante el mundo y desembocarán en un sanatorio psiquiátrico en el cual, al modo de relato psicoanalítico, escribe la crónica que lo inmortalizará. Durante su agotadora travesía tendrá la posibilidad de interactuar con algunos de sus compañeros de internado, con taxistas irreverentes, con bailarinas y prostitutas, con cafishos brutales, con tres monjas católicas de gran compromiso educativo y social, con algunos ex profesores, con recuerdos y juicios recurrentes y, finalmente, con un personaje entrañable como es su propia hermana Phoebe. Circulará por calles impersonales, por clubes danzantes de dudosa fama, por oscuros hoteluchos, por el Central Park y por renombrados museos de la ciudad norteamericana. Abusará de su modo desfachatado, vestirá un traje desaliñado, adoptará un porte de adulto para acceder a la compra de bebidas alcohólicas, fumará un cigarrillo tras otro y lucirá, a modo de símbolo, una gorra roja de cazador. Los detalles son innumerables y su riqueza descriptiva no se puede desperdiciar pero, para disfrutar y dejarse interpelar por ellos, es necesario leer la obra completa.
Holden es un adolescente norteamericano de post guerra, hijo de una familia adinerada y disfuncional. Tiene un hermano mayor que se ha envilecido vendiendo su talento artístico a las productoras de Hollywood. Tiene un entrañable recuerdo de un hermano que murió de leucemia cuando él tenía doce o trece años. Allie es su referente de bondad y de pureza. Finalmente comparte con su pequeña hermana, la mencionada Phoebe de diez años, interacciones de notable profundidad y valor metafórico. Con ella logra degustar y sincronizar lo poco que le queda de su propia niñez.
Es Phoebe la que en medio de tanto dislate y tanto frenesí, acierta a preguntarle a Holden qué es lo que realmente quiere ser en esta vida. La respuesta no puede estar más cargada de sentido y de revelación de este personaje decididamente atractivo. Su deseo es ser un guardián oculto en un hipotético campo de centeno que se halla junto a un abismo. Niños y más niños juegan en ese campo, al lado del cual hay un peligroso precipicio que desemboca en un abismo sin fondo. Su deber, como guardián de los niños es evitar que, en medio de los juegos, caigan en ese precipicio y en ese abismo. Los niños encarnan la inocencia y la autenticidad de la vida, el precipicio es la caída a la falsedad, la hipocresía y el mundo de disfraces e intereses de los adultos. Holden, al final de su relato, será capaz de discriminar la nobleza utópica de su intención y la absoluta certeza de que todos los niños se deslizarán antes o después hacia ese abismo.
Los cerebros de los adolescentes son los sustratos biológicos en los que se desarrollan las ideas y se generan las conductas de todos los Holdens de este mundo. La adolescencia, esa etapa aún no bien definida que se prolonga desde la pubertad hasta la plena inserción social del individuo humano, lleva implícito el desarrollo del cerebro y está caracterizada por él. El cerebro de los adolescentes está en plena reconfiguración, hay una enorme ‘poda’ neuronal y de ramificaciones dendríticas consideradas prescindibles, hay un incremento significativo de la sustancia blanca lo que produce un incremento sustancial de las conexiones cerebrales entre áreas próximas y remotas, hay un incremento de la región prefrontal y una adecuación de las áreas que se ocupan de las emociones. Por lo tanto, va desarrollándose un novedoso intercambio entre estas áreas que juntas determinan la conducta. Los adolescentes están en la plenitud de la vida y la salud, sin embargo los accidentes de todo tipo y el suicidio son las causas de muerte más frecuentes en esta edad. Hay imprevisión e irresponsabilidad. Ambas características, sumadas a la necesidad de causar buena impresión entre sus pares, promueven una tanática necesidad de asumir riesgos extremos. Es una etapa interesantísima para ser estudiada, es la de la creatividad, de la aparición de los genios matemáticos y a su vez la del debut de las psicosis y de los primeros ‘coqueteos’ con las drogas psicoactivas más peligrosas. Es la edad de las alianzas de sangre, y a la vez de las traiciones irreparables y de los enconos irreversibles. Es la edad para andar por las grandes ciudades jugando al adulto enfrentándose con todo tipo de peligros, falsedades e hipocresías del mundo que denuncia Holden. Es la edad de la nostalgia de la pureza y el cobijo de la infancia, mientras el adolescente se enfrenta con libertad condicionada a la hostilidad desconocida del mundo de los adultos.
Ese es el mundo de Holden y su cerebro, que un genio como J. D. Salinger describió con maestría. La vida del autor es en sí misma una novela, pero eso ya es cuestión de otra reflexión. En suma, El Guardián entre el Centeno es una obra imprescindible y apasionante. No se puede permanecer indiferente ante la misma, nuestra infancia, nuestra adolescencia y nuestra propia adultez, se ven rigurosamente jaqueadas por estas exquisitas y precisas páginas.
El título original de la novela es “The Catcher in the rye” y fue traducido al español como “El guardián entre el centeno” o “El cazador oculto”. Cada una de esas traducciones tiene sus fundamentaciones y compiten entre sí la hegemonía del público de habla hispana.
Profesor Ricardo Teodoro Ricci
Antropología Médica, Facultad de Medicina – Universidad Nacional de Tucumán, Argentina