El número de científicos, médicos, psicólogos y otros profesionales dedicados a entender el cerebro en la salud y la enfermedad es realmente impresionante. Sólo la Society for Neuroscience, fundada en 1969 con 500 científicos, se ha ampliado hasta congregar en la actualidad a más de 40.000 miembros. Además están las diferentes sociedades nacionales e internacionales de psiquiatría, psicología evolucionista, genética de la conducta, sociobiología, neurociencia cognitiva, psicoanálisis y demás psicoterapias, inteligencia artificial y otras disciplinas relacionadas con las ciencias de la mente. El cerebro y la mente son hoy objeto de estudio desde los planteamientos más duros de la mecánica cuántica a los más blandos de las ciencias sociales. Hay tantas neurociencias porque en el fondo no se acaban de resumir en una única neurociencia.
Todas ellas difieren en sus abordajes y tienen científicos relevantes en sus filas. Incluso el psicoanálisis, considerado una antigualla o una pseudociencia por algunos, tiene su legión de eminentes defensores y sigue vivo, al menos tanto como otras psicoterapias. Los tratamientos farmacológicos de las enfermedades mentales han vivido un gran auge en las últimas décadas, desplazando en parte a las psicoterapias, pero sus detractores destacan su falta de especificidad y su eficacia limitada. Y los ensayos clínicos revelan que algunos de los psicofármacos más nuevos no son claramente superiores a los más antiguos.
Se han hecho avances, por supuesto, pero la magnitud global de los problemas mentales contrasta con la insuficiencia de los tratamientos para algunas enfermedades. Del mismo modo, en el terreno del conocimiento y las explicaciones, las neurociencias siguen estando en mantillas. Las técnicas de neuroimagen son realmente espectaculares y prometedoras, pero los propios expertos reconocen que sus interpretaciones son demasiado especulativas y a veces no producen más que neuroentelequias.
Uno de los fetiches de la neurociencia es la conciencia. Tal y como la entienden hoy los científicos, es simplemente una de las funciones de la mente, un producto evolutivo relativamente reciente, ya que el cerebro humano como el del resto de los animales es básicamente inconsciente. Está lejos de ser entendida porque la ciencia sigue chocando una y otra vez contra el muro del problema cuerpo-mente. Prácticamente todos los científicos niegan esta dualidad y sostienen que la mente y el cerebro son la misma cosa, ya que no hay mente sin cerebro, pero hasta la fecha ha resultado imposible explicar los fenómenos mentales en términos puramente físicos o fisiológicos.
Ciertamente, las ciencias de la mente no se han desarrollado del mismo modo que lo ha hecho la biología, con el notable impulso de la teoría (confirmada) de la evolución y el descubrimiento del ADN. Desde la década de 1990, la denominada la “Década del cerebro”, se ha registrado un aluvión de investigaciones sueltas pero hasta los más optimistas reconocen que su integración en un marco o teoría unificadora es hoy por hoy imposible. Hasta la inteligencia artificial ha hecho poco menos que mutis por el foro.
“Es posible que los científicos no consigan nunca curar, reproducir o explicar plenamente la mente humana. Es posible que nuestras mentes sigan, hasta cierto punto, sin descubrir”, escribía John Horgan en su libro The undiscovered mind, donde desarrolla esta idea. Sin embargo, es tan impresionante la carga global de las enfermedades mentales, desde la depresión al Alzheimer, y tan pertinaz la fe de tantos científicos, que es justo y necesario seguir investigando para esclarecer la mente y seguir tratando estos trastornos con todos los métodos disponibles, desde los prepotentes fármacos a la humilde palabra.
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Gonzalo Casino (Vigo, España, 1961) es periodista y pintor. Su curiosidad se enfoca hacia las confluencias del arte y la ciencia, el lenguaje y la salud, la neurobiología y la imaginación, la imagen y la palabra. Licenciado en Medicina, con postgrados en edición y bioestadística, trabaja en Barcelona como periodista científico e investigador y docente de comunicación biomédica, además de realizar proyectos individuales y colectivos como artista visual. Ha sido coordinador de las páginas de salud del diario El País y director editorial de Ediciones Doyma (después Elsevier), donde ha escrito desde 1999 y durante 11 años la columna semanal Escepticemia, con el lema “la medicina vista desde Internet y pasada por el saludable filtro del escepticismo”. Ahora ha reanudado esta mirada sobre la salud y sus intersecciones con la biomedicina, la ciencia, el arte, el lenguaje y otros artefactos en Escepticemia.com y en el portal IntraMed.
* Archivo completo de Escepticemia desde 1999