La ciencia, la medicina y otros asuntos serios suelen salir muy bien parados en las encuestas. Cuando se les pregunta con un cuestionario en mano, el común de la gente dice sentirse muy interesado por estos temas, al menos en mayor medida que por otros considerados más triviales, como el deporte, los sucesos o los horóscopos.
Pero las audiencias de los diarios deportivos, de los programas de cotilleo o de las secciones de sucesos superan con mucho las que congregan los temas de ciencia y medicina. En el espacio público pocos eventos suscitan un interés tan notable como un partido de fútbol de máxima rivalidad, digamos un Real Madrid-Barcelona o un Boca Juniors-River Plate, que puede tener pendiente durante unas horas a medio país y ser motivo de comentarios varios días después. Que las cosas sean así y no a la inversa podría ser incluso un síntoma de salud social, aunque esto sería muy debatible.
En cualquier caso, la imagen pública de la ciencia, y especialmente de la medicina, es francamente positiva, incluso en España y otros países hispanohablantes que tienen una floja tradición científica en comparación con los anglosajones. Uno de los indicadores de la imagen pública de la ciencia es el prestigio que tienen las profesiones vinculadas al conocimiento científico.
En el caso de España, los médicos son los profesionales que gozan de una valoración social más alta (4,38 sobre 5), seguidos de los científicos (4,18), los profesores (4,04) y los ingenieros (3,97), mientras que en la cola de esta escala de reconocimiento social figuran los religiosos (2,24) y los políticos (2,20), según los datos de la quinta Encuesta de Percepción Social de la Ciencia realizada en 2010 por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt), que es la institución pública española encargada de promocionar la educación científica de la ciudadanía, a la manera de la National Science Foundation de EE UU y otras entidades similares en Europa.
Desde 2002, cuando la Fecyt empezó a hacer estas encuestas bienales para conocer la opinión de la ciudadanía, la imagen de la ciencias y sus instituciones no ha dejado de mejorar. De forma mayoritaria, la población asocia el progreso científico al desarrollo económico, a la generación de empleo y a la reducción de las diferencias entre países ricos y pobres.
Ocho de cada 10 ciudadanos creen que la ciencia y la tecnología generan más beneficios que perjuicios, o que ambos están equilibrados, y son además partidarios de aumentar o mantener el presupuesto público en investigación y desarrollo. Y, puestos a establecer prioridades, los ciudadanos consideran que la salud debe ser el área prioritaria de investigación, seguida muy de lejos por las investigaciones energéticas y medioambientales.
La ciudadanía reconoce tener un aceptable interés por la ciencia y un enorme interés por la medicina y la salud. Cuando se les hace una pregunta abierta (sin respuestas) sobre los asuntos que más les interesan, entre las tres primeras respuestas el 30,9% de los encuestados menciona los deportes; el 25,6%, la medicina y la salud, y el 13,1%, la ciencia y la tecnología.
En cambio, cuando se les pide que valoren su interés por una lista de temas, el de mayor valoración es invariablemente la salud y la medicina, por encima de los deportes y otros asuntos. Los ciudadanos declaran que la información que reciben sobre medicina, salud y ciencia no está a la altura de su curiosidad, mientras que en política y deportes se consideran sobreinformados. Ciertamente, no hay color entre el espacio informativo que dedican los medios a los deportes y a la ciencia y la medicina. De todas formas, en las encuestas existe el riesgo de confundir los deseos con la realidad. Es lo que se llama el sesgo de deseabilidad social: la tendencia a responder lo socialmente correcto.
Gonzalo Casino (Vigo, España, 1961) es periodista y pintor. Su curiosidad se enfoca hacia las confluencias del arte y la ciencia, el lenguaje y la salud, la neurobiología y la imaginación, la imagen y la palabra. Licenciado en Medicina, con postgrados en edición y bioestadística, trabaja en Barcelona como periodista científico e investigador y docente de comunicación biomédica, además de realizar proyectos individuales y colectivos como artista visual. Ha sido coordinador de las páginas de salud del diario El País y director editorial de Ediciones Doyma (después Elsevier), donde ha escrito desde 1999 y durante 11 años la columna semanal Escepticemia, con el lema “la medicina vista desde Internet y pasada por el saludable filtro del escepticismo”. Ahora ha reanudado esta mirada sobre la salud y sus intersecciones con la biomedicina, la ciencia, el arte, el lenguaje y otros artefactos en Escepticemia.com y en el portal IntraMed.
* Archivo completo de Escepticemia desde 1999