Un equipo de investigadores dirigido por dos argentinos demostró, en un estudio sin antecedentes en el mundo, que algunos pacientes en estado vegetativo o de mínima conciencia tienen capacidad de aprendizaje. La investigación también pudo determinar que los pacientes que mayor nivel de aprendizaje tuvieron son los que, con el tiempo, alcanzaron mayor capacidad de recuperación. Esto permitiría desarrollar una herramienta para predecir quiénes tendrían las mayores mejoras a futuro.
El trabajo científico fue publicado en la edición de ayer de la prestigiosa revista Nature Neuroscience. Al frente del equipo de investigación formado por seis argentinos y un inglés estuvieron Tristán Bekinschtein (un porteño que actualmente trabaja en la británica Universidad de Cambridge) y Diego Shalom, de la Universidad de Buenos Aires.
El estudio se hizo en 22 pacientes que se encontraban en estado vegetativo o de mínima conciencia (es decir, inconscientes pero algo conectados a la realidad). A todos se les colocaron electrodos alrededor de los músculos de los ojos y se les pusieron unos anteojos especialmente diseñados: en vez de lentes, tenían un tubito que soplaba aire.
Para el estudio una computadora emitía una señal sonora (un pip) durante un instante y medio segundo después se lanzaba aire por el tubito hacia uno de los ojos del paciente. Como en el experimento que Pavlov hizo hace más de 100 años, algunos pacientes terminaron respondiendo al estímulo sonoro. "Después de varias veces esos pacientes aprendieron que después del sonido tenían que cerrar el ojo antes de que se los soplara con aire", explicó anoche a Clarín Tristán Bekinschtein.
Los pacientes en estado de coma o de mínima conciencia tienen los ojos abiertos, dijo Bekinschtein. "Si no está con los ojos abiertos, está en coma", agregó.
Como una forma de control se hizo el mismo test en pacientes bajo los efectos de la anestesia general. Pero no se detectó la misma respuesta, lo que sugiere que este sistema no funciona cuando el paciente está totalmente inconsciente.
Los 22 pacientes que participaron del estudio se encontraban internados en hospitales y clínicas públicas y privadas de la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano.
De los 22, sólo 8 aprendieron muy velozmente que debían cerrar el ojo luego de la señal sonora. De otros 6 pacientes se obtuvieron respuestas medianas. Los restantes 8 no aprendieron nada.
Las principales conclusiones de la investigación, detalló Bekinschtein, fueron tres:
Que los pacientes en estado de inconsciencia pueden aprender.
Que este tipo de aprendizaje parece requerir de conciencia: "Hay que tener conciencia para entender que entre el pip y el soplido hay un lapso".
Que los pacientes que aprendieron fueron los que mostraron algún grado de recuperación.
Dos de los 22 pacientes con los que se hizo el estudio ya salieron del estado en que se encontraban.
Los pacientes que mejor pudieron aprender son los que se encontraban en estado vegetativo o de mínima conciencia luego de sufrir una fractura de cráneo en un accidente. Muy bajo nivel de aprendizaje o nulo presentaron los que estaban así por culpa de un accidente cerebrovascular o hipoxia.
De la investigación también participaron los científicos argentinos Cecilia Forcato, María Herrera, Facundo Manes, Mariano Sigman y el inglés Martin Coleman.