"Vientre Subrogado"

Vientre se alquila: maternidad en debate

Cada vez más mujeres se atreven a publicar avisos ofreciendo su cuerpo para gestar un hijo ajeno.

Fuente: La Nación

Por Gustavo Barco

Cada vez más mujeres se atreven a publicar avisos ofreciendo su cuerpo para gestar un hijo ajeno. En nuestro país se paga entre 10 mil y 30 mil dólares, aunque el vacío legal sobre el tema y el temor a la condena social empujan a muchas mujeres a buscar solución en EE. UU.

Por Gustavo Barco DISEÑO DE TAPA: SILVINA NICASTRO / FOTO: MARIA ARAMBURU

Fue una de esas noches frías, mientras sus siete hijos dormían con la panza vacía, cuando María se decidió a hablarlo con su marido.

"Estás loca", fue la primera reacción de Cristian. María no podía dormir, pensaba -piensa- que la solución para salir de la pobreza estaba en su vientre. Insistió susurrando al oído en el medio de la madrugada. "Si podemos hacer como la chica de Córdoba, me embarazo para otro y con esa plata por lo menos compramos un terrenito", insistió. "Estás loca, dormite de una vez", le respondió el marido en la oscuridad.

Pasaron muchas noches hasta que la idea de poner el vientre de María en alquiler se instaló también en la cabeza de Cristian: "Volver a casa después de alguna changa y ver a los chicos descalzos, que se pelean por una frazada o por la comida, eso fue lo que me decidió a apoyar a mi señora. Seamos sinceros, para mí esto está mal, pero es la única forma que encontramos para tener una casa. Pusimos un aviso en Internet. Nos contactaron más de 20 parejas argentinas, de México y España", dice el hombre, 32 años, mientras se fuma un rubio en una plaza de Berazategui, donde la pareja aceptó encontrarse con el cronista de LA NACION.

El anuncio de María y Cristian es uno de los cientos publicados en la Red y, como los otros, contribuye a darle visibilidad pública a una realidad incómoda que, sin embargo, cada vez aparece más. Los avisos los publican las mujeres, pero muchas veces ellas cuentan con el apoyo de sus maridos y parejas, como el único salvavidas para paliar su situación económica. "Monedita que tengo, que voy al cíber a ver la casilla a ver si alguien contestó al aviso", dice Cristian.

En muchos casos, al temor, el desconocimiento y la condena social se suma también la especulación política: cuando un caso toma notoriedad pública, deja al descubierto el contexto de pobreza que empujó la decisión de la mujer que se ofrece y, enseguida, algún funcionario se contacta para pedirle silencio.

Volvió a suceder hace unos días en Córdoba, con una joven oriunda de Salsipuedes que empapeló la terminal de ómnibus de Córdoba capital con su número de celular y tres palabras: "Alquilo mi vientre". LA NACION se comunicó con ella para ir a entrevistarla en su casa: "No me dejan hablar con los periodistas, discúlpeme, señor", contestó la joven a la que, según su relato, dirigentes políticos cordobeses, rápidos de reflejos, le prometieron un trabajo y ayudar a su familia a cambio de su silencio.

Lo mismo le había sucedido a Paola, otra chica cordobesa de Río Segundo. En 2006, ella había decidido poner su vientre en alquiler con la idea de aliviar un poco la situación de sus cuatro hijos, que usaban bolsas de plástico o toallitas femeninas como pañales. Hoy vive en la misma casa, los chicos ya son cinco y ella dice, roja de la bronca: "No me dieron nada, no hay que creerles a los políticos. Sí, pienso en volver a poner mi vientre en alquiler, creo que cualquier madre lo haría por sus hijos". Desde que se enteraron de lo que "quiso hacer", las vecinas le sacaron el saludo y no dejan que sus hijos jueguen con los de ella.

Con este panorama, se entiende cuando las madres que ya alquilaron un vientre en Estados Unidos y disfrutan de sus chicos en sus casas piden el anonimato, al hablar con LA NACION, para evitar lo que piensan que sería un "suicidio social".

Son pocos los que reconocen en público que estas prácticas se realizan en el país. En la Argentina, el alquiler de vientres no está legislado, como ocurre en Estados Unidos, por ejemplo, en donde está permitido en algunos estados. Realizar la operación completa en ese país cuesta entre 30 y 70 mil dólares de "base" promedio. Otros estiran la cifra a 120.000 dólares cuando las cosas se complican. En cualquier caso, una aventura que sólo pueden costear bolsillos muy privilegiados.

Dentro de esa zona gris sin ley ni normas ni Estado que controle encuentra su cauce el alquiler de vientres y abre, al mismo tiempo, un debate en el que se encuentran convicciones religiosas, límites bioéticos, necesidades emocionales, por un lado, económicas por el otro, y una delicada discusión sobre la aceptación de la maternidad como negocio y del cuerpo femenino como una mercancía sujeta a las leyes del mercado. Según los especialistas, en la Argentina, como mínimo, 1 de cada 10 personas tiene algún problema de infertilidad. La donación de óvulos llega a pagarse a un promedio de 800 pesos; con más de 12 donaciones se puede tener riesgo de cáncer, por lo cual se permite sólo hasta seis ovodonaciones.

Existe un proyecto de ley en el Congreso sobre "Vientre Subrogado", de la senadora Adriana Bortolozzi (PJ-FPV), que considera el alquiler de vientres como parte de la "manipulación genética" y, entre sus fundamentos para prohibirlo, indica que "la maternidad subrogada implica un pacto de contenido inmoral contrario a las buenas costumbres". El proyecto, obviamente, niega la posibilidad de avanzar hacia la definición de un contrato de maternidad subrogada, una herramienta que en EE.UU. permitió al menos ordenar una realidad que se imponía por su propia fuerza.

Algunos de los especialistas y expertos en la materia consultados por LA NACION dijeron estar sorprendidos por el fenómeno que se da en Internet, en donde los anuncios de alquiler de vientre se encuentran por centenares y van de la mano de la lógica del mercado, en donde todo se cotiza, incluso el color de la piel. "Hola me llamo Vanina soy de Lanús, tengo 28 años, soy bonita bien blanca pelo largo y rubio cuerpo normal casada 3 hijos hermosos y bien sanos y anuncio que quiero alquilar mi vientre por inseminación artificial". "Alquilo mi vientre: me llamo Silvana soy argentina, busco parejas que deseen tener un hijo, puedo ayudarlos comuníquense conmigo". "Alquilo mi vientre, total seriedad, con garantías, 35.000 dólares." En uno de estos avisos, el buscador indicó que había sido leído 456 veces.

Otro indicio de la demanda que existe es la reciente aparición del sitio argentino www.unhijoesposible.com creado por un grupo de madres que pasaron por la experiencia de alquilar un vientre. En forma gratuita, el sitio brinda información sobre todo lo relacionado con la subrogación de vientres en tierras norteamericanas. Recibe 15.000 visitas por mes, de las cuales el 60 por ciento se reparte entre distintos países latinoamericanos y el 40% es de España, donde hasta el momento está prohibido pese a que la comunidad médica recomendó legislar en favor del alquiler de vientres debido a la demanda.

Una de las creadoras de la página, 33 años, que acepta charlar con LA NACION con la condición de no dar mayores detalles sobre su vida, para preservar a su bebe, aclara: "Vimos de manera alarmante cómo la gente hacía cualquier cosa. Yo no tengo contacto directo con nadie, pero si hay oferta de mujeres que ofrecen sus vientres en Internet es porque hay gente a la que le interesa, como contraparte, recurrir a esos servicios. Por falta de información a veces la gente va por el camino erróneo. Nosotros recomendamos que lo hagan en Estados Unidos. Esto no es para todo el mundo, no sólo por lo económico. Acá no hay una discusión ética, eso ya no se cuestiona. En Estados Unidos para ser madre subrogante hay que tener una buena posición económica, ser de clase media, nada que ver con lo que se da aquí. Es abrumadora la cantidad de gente que necesita de este método. No se puede esconder el sol con la mano".

María, la señora de Berazategui que espera alquilar su vientre, dice que ya se hizo la idea de que el bebé que va a tener no va a ser suyo, que lo va a entregar para que el resto de sus hijos pueda vivir dignamente, tener un patio donde correr, comer todos los días; el viento frío parece humedecerle los ojos en la plaza de Berazategui: "Yo estoy segura y decidida, los que nos contactan siempre preguntan lo mismo, si estoy segura de lo que voy a hacer. Lo hago por mis hijos. Vivimos con los chicos, somos nueve en total, en un cuartito que nos presta un compadre. Pedimos 10.000 dólares para comprar una casita. Ya no podemos vivir así, llegamos a un punto que no podemos más", cuenta María, 29 años, rosarina, siete partos naturales, hijos con edades de entre 1 y 12 años. 10.000 dólares es un precio justo, dice. "Otros cobran más caro, 20, 30 mil dólares. No pedimos nada del otro mundo. Queremos ayudar y que nos ayuden", dice Cristian sobre un tipo de negocio al que siente que llega por desesperación pero que, al igual que al resto de la sociedad, lo sumerge en un debate incómodo, difícil.
Sin normas claras

"No estoy de acuerdo con la subrogación de vientre cuando hay un contrato de por medio. Estoy al tanto de lo que pasa en Internet y no hay que ser cómplice de eso. En un caso excepcional, como de una madre que le presta su vientre a su hija para tener a su nieto, que es claramente un acto de amor, yo lo haría", señala Claudio Chillik, especialista en medicina reproductiva y ex presidente de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (Samer).

El alquiler de vientres se concreta cuando una mujer acepta gestar en su cuerpo un bebe que no reclamará como hijo propio. A veces, el bebe es concebido con el óvulo de la madre contratada y el espermatozoide del padre contratante. Otra de las posibilidades es transferir el embrión concebido con el esperma y el óvulo de los padres contratantes al útero de la madre de alquiler. También, el óvulo y el esperma pueden ser aportados por personas ajenas a la pareja que contrata y a la madre suplente. La fecundación in vitro siempre está de por medio, el embrión se implanta en la madre sustituta. Una vez nacido el hijo, la mamá sustituta debe ceder al bebé y renuncia a sus derechos de madre. Entonces la mujer de la pareja contratante adopta a la criatura.

Un vientre ajeno es la única posibilidad de traer al mundo un hijo biológico para muchas parejas que no pueden tener hijos en forma natural, por malformaciones en el útero, cáncer, mala praxis, entre otras complicaciones. Pero encontrar la persona adecuada no es fácil, a pesar de la cantidad de anuncios que se pueden encontrar en Internet de mujeres que a cambio de una suma de dinero ofrecen ponerle el cuerpo a la experiencia de traer un niño al mundo y entregarlo después de parir.

El mayor miedo de las parejas a las que les gustaría optar por la opción de alquilar un vientre en nuestro país es que para el Código Civil, "madre es la que parió", con lo cual si la mujer que alquiló su vientre y dio a luz no quiere entregar a la criatura, lleva todas las de ganar ante la Justicia. "A no ser que la madre que aportó el óvulo, en ese supuesto caso, pareja del hombre que dio su esperma para la fecundación en el útero del vientre rentado, se presente como tercero interesado", indica la abogada María E. Cano, especialista en derecho de familia y autora del estudio Breve aproximación en torno de la maternidad subrogada .

Pese a los testimonios y a la enorme circulación de avisos, la presidente de la Samer, Liliana Blanco, ginecóloga y especialista en esterilidad y fertilidad, niega que el alquiler de vientres se lleve a cabo en la Argentina y confía en la conducta ética de los médicos especializados: "¿Por qué los centros de fertilización tienen que estar sospechados de que esto se hace cuando en realidad no se hace en la Argentina? Desconocemos todo lo que pueda pasar en un ámbito privado de Internet con gente del exterior y mujeres que se ofrezcan desde la Argentina. Creemos que debe existir, por ley, la maternidad subrogada en casos justificados, como pérdida de útero por cirugía, malformaciones congénitas o por problemas oncológicos. No hay controles, pero confiamos en la ética de nuestros profesionales."

María Polack, directora del instituto de fertilización CER no niega la práctica: "Yo contraindico el alquiler de vientres aquí por un tema legal y derivo pacientes a EE.UU., a estados surrogate friendly como California. Puede ser que se haga en el país, pero no me consta; aunque no deberían. Es como la historia del aborto: está prohibido pero sin embargo se hace".

La falta de normas para la subrogación de vientres no sería una traba, entonces, porque tampoco está penalizado y ocurriría, si ocurre, bajo cuerda, encerrado en un pacto de silencio entre ambas partes interesadas. En 2006, el cordobés Jorge Macía, 43 años, residente en España, publicó un aviso en La Voz del Interior solicitando "vientre en alquiler para dar un hijo. Mujer bonita de 18 a 28 años". Le contestaron más de 600 postulantes. Una de ellas, una paraguaya de 28 años, es hoy la madre de su primogénito.

En muchos casos la motivación para ser madre subrogante es el altruismo, pero el motor que impulsa más la decisión de ponerle el cuerpo a los sueños ajenos es la suma de dinero que pide la mujer que renta su vientre. A este precio habría que sumarle el costo de las técnicas de fertilización asistida para lograr el embarazo de ese vientre alquilado: entre 1500 y 15.000 pesos, según la complejidad.

¿Y cómo se inscribiría a un hijo nacido de esta forma? "Mi señora da a luz, lo reconoce el marido de la otra señora y después se lo damos en adopción. Una pareja gay también nos contactó, nos citaron en Puerto Madero. Dijimos que no, no queremos dos papás para el chico", detalló Cristian mientras María asentía con la cabeza y la fotógrafa le disparaba su cámara con la instrucción de no retratar su rostro. Otra forma que se utiliza para el momento en que la criatura llega al mundo es la falsificación de la partida de nacimiento. Algo muy riesgoso, que implica el delito de supresión de identidad, por lo cual muchas parejas optan por realizar el tratamiento en Estados Unidos, una alternativa más cara, pero más segura en lo legal y jurídico.

Allí, en 1986, se desató un debate nacional, cuando se dio a conocer el caso "Baby M". Una joven que alquiló su vientre y luego no quiso entregar al niño, aunque ya había firmado el contrato con la pareja contratante. La Justicia estadounidense determinó que el contrato debía cumplirse y "Baby M" fue entregado a los padres que contrataron el vientre. Luego de 10 años, la madre que aportó el útero fue finalmente reconocida como madre biológica, pero nada más. "Baby M" quedó con la pareja que reclamó que se cumpliera el contrato.

En tanto, en la India, a principios de este mes, se conoció el caso de Manji, la "primera bebe de probeta huérfana". Es que una pareja de japoneses había alquilado el vientre de una mujer india por 15 mil dólares, pero se divorciaron antes de que terminara el embarazo. Cuando la beba llegó a este mundo, las dos madres rechazaron a Manji. Al padre, Ikufumi, el gobierno indio le impedía la adopción por ser soltero y, si volvía a Japón, no iban a aceptar a su hija como japonesa.

"En los casos de vientre alquilado la maternidad es literalmente descuartizada, porque se la trasforma en una actividad económicamente rentable. Se trata de una nueva forma de uso mercantil del cuerpo de las mujeres, algo tan viejo como la humanidad misma. Hay un campo fértil para esto por el quiebre social de nuestro país", sostiene la psicóloga Mirta Videla, especializada en Maternidad y Familia, autora del libro Los Derechos Humanos en la Bioética .

La ciencia como puente

Luisa Barón, especialista en infertilidad y presidenta de la Fundación para la Investigación Médico Psicológica, defiende la postura de los que encuentran en la ciencia el puente necesario para que el deseo de ser padres sea una realidad palpable, que llora, ríe y hace berrinches: "A las agencias que se dedican a esto, por ejemplo en EE.UU., uno las puede ver como algo frío y puede resultar chocante el alquiler de vientre. Es distinto cuando uno sabe que hay una pareja que, por algún motivo, cuando la mujer sufre un cáncer de útero y le tienen que hacer una histerectomía, no tiene posibilidades de albergar en su vientre a un hijo; la perspectiva es diferente. O bien cuando una mujer que a lo mejor ya ha tenido sus hijos decide cooperar con una pareja. Por supuesto, a cambio de un pago que ella necesite y en conocimiento absoluto de lo que va a hacer. Los institutos no quieren involucrarse en el alquiler de vientre. Salvo que se haya hecho un arreglo muy privado".

Desde la perspectiva de la "sagrada concepción", el padre agustino Alberto Bochatey, director del Instituto de Bioética de la Universidad Católica Argentina, se opone a este tipo de prácticas en las que la figura del padre y la madre tradicional parece perderse en el microscopio: "Acá no se está curando un riñón, un hígado, sino que se manipulan seres humanos para implantarlos a embriones extraños con finalidades no siempre médicas. Se está privando al embrión de un desarrollo, de un progreso natural, ordinario, para pasar a un método sumamente extraordinario. Yo puedo técnicamente concebir un embrión, con un óvulo de una persona con el esperma de un segundo, al vientre de un tercero, para que después la madre legal sea una cuarta. ¿Pero es ético? El alquiler de vientres tiene un índice de fracasos muy alto que es del 95%. Que existan mujeres que para alimentar a sus hijos se vean obligadas a alquilar su vientre es un escándalo social".

"La Iglesia prohibe la obtención de semen a través de la masturbación -cuestiona la doctora Blanco- , de ahí para adelante todo está prohibido para ellos. Es una discusión estéril".

Lejos de los debates y disfrutando de su retoño en casa, "Flor", de 35 años, es una de las mujeres que viajó a Estados Unidos en busca de un vientre fértil. Ya había perdido cuatro embarazos naturales, sentía que su vida se marchitaba. Consciente de que para la sociedad argentina el tema es todavía muy difícil de admitir, pide mantener su identidad a resguardo y, con su marido, decidieron decir en el edificio donde viven que es un hijo adoptado. "Es un tema tabú, nuestra sociedad no está preparada para esto y quiero mantener la paz de mi familia. En Estados Unidos es cero morbo. Los avisos que salen en Internet acá, la mayoría termina en nada, es ciencia ficción, las clínicas no quieren problemas. En los pasillos que recorrí me dijeron que los médicos sólo se interesan por tu tema si traes algo 100% seguro", dice, mientras la señora que la ayuda en la casa pasa la aspiradora. Flor siente que su vida empezó desde que nació su hijo en 2006, y desde entonces mantiene un contacto fluido con la madre que le alquiló su útero en Arizona. "Fue un proceso largo, solitario y durísimo. Mi marido y yo teníamos un psicólogo cada uno. Presencié el parto y fue hermoso, yo fui la primera que lo tuvo en brazos", recuerda Flor, quien considera a la mujer que la ayudó a ser mamá como su "hada madrina", la que le regaló lo más precioso de esta tierra: un hijo morochón como su marido. 60.000 dólares fue el precio de la felicidad infinita. Ya piensan en un hermanito, qué nombre le van a poner y quién será, esta vez, la mamá alquilada.