"Pasaron 10 años antes de que nos creyeran" | 19 OCT 05

Entrevista: Barry J. Marshall Premio Nobel de Medicina 2005

Una de cada 10 personas padece úlcera gastroduodenal. Su pronóstico y tratamiento ha cambiado radicalmente gracias al investigador Barry J. Marshall y al patólogo Robin Warren, ambos australianos.

Han sido distinguidos con el galardón más prestigioso 13 años después de que descubrieran una bacteria con forma de sacacorchos que causa hasta un 90% de las úlceras. Marshall, de 54 años, se llegó a tragar un cultivo de 'Helicobacter pylori' para probar sus hipótesis

Barry J. Marshall, en Perth (Australia), el día que se le concedió el galardón. 

 "El 50% de la población está infectada por el 'helicobacter'. Todos conocen a alguien" "Tuvimos que esperar a que todos consiguieran nuestros resultados. Fue pesado y frustrante""Warren encontró la bacteria en una biopsia, era extraño porque no resisten al ácido" "En los setenta había médicos españoles que estaban tratando úlceras con antibióticos"Algo tan australiano como tomar cerveza. Eso era lo que hacían Robin Warren y Barry J. Marshall el pasado 3 de octubre, en Perth (Australia Occidental), cuando se enteraron de que habían ganado el premio Nobel de Medicina 2005. Miles de enfermos de úlcera y gastritis les deben haberse librado del quirófano, de las dietas, del estigma del estrés e incluso del cáncer de estómago. El patólogo Robin Warren, de 68 años, recientemente jubilado, y el médico Barry J. Marshall, de 54, descubrieron en 1982 una bacteria que causaba la úlcera gastroduodenal y la gastritis. Sus colegas tardaron años en creerles, en parte debido a que la calidad científica de sus primeros trabajos no era muy consistente. Marshall, que había mostrado una precoz vocación investigadora -cuando comenzaba su carrera médica sujetó varios tubos de ensayo con sangre al ventilador de su cocina para centrifugarlos y separar los glóbulos rojos- llegó a tragarse en 1984 un cultivo del germen, conocido como Helicobacter pylori, para provocarse una gastritis y comprobar así su hipótesis. Marshall contestó ayer por teléfono a EL PAÍS desde su casa de Perth, en Australia.

Pregunta. ¿Cómo se enteró de que había ganado el premio?

Respuesta. Fue divertido. Estaba tomando una cerveza con el doctor Warren a la orilla del río. Le llamaron al móvil, le dieron la noticia y le advirtieron de que no se lo dijera a nadie en media hora. Él respondió: "¿Y al doctor Marshall?", y contestaron que no. Tuvo que convencerles de que le dejaran pasarme el teléfono. Después, un vecino mío recibió un fax de los Nobel anunciándole el galardón. Tenían el número mal. Si no llega a ser por el doctor Warren, quizá no hubiera conseguido el premio (risas). Luego nos llevamos a la familia a cenar. Al volver a casa, el teléfono seguía sonando y el buzón del correo estaba saturado. Creo que he recibido 12.000 e-mails. Todo el mundo está muy contento.

P. Su hallazgo ha cambiado la vida a muchas personas.

R. La verdad es que la mitad de la población mundial está infectada con el Helicobacter pylori, y todo el mundo conoce a alguien para quien esto ha sido importante. Se trata de algo grande porque afecta a mucha gente.

P. Ustedes aislaron la bacteria en 1982. Hasta 1994, el tratamiento con antibióticos para el helicobacter no fue respaldado por los Institutos de Salud de Estados Unidos. ¿Qué sentían ustedes durante esos años en los que la comunidad científica no respaldaba sus descubrimientos?

R. Durante aquella época me invitaban a hablar en un debate, en vez de hacerlo para impartir una conferencia. Pasaron 10 años hasta que la gente se lo creyó, aunque también el apoyo fue creciendo gradualmente. Los años más difíciles fueron desde 1983 hasta 1986. Cuando mi trabajo conseguía alguna difusión, la gente llamaba al hospital e incluso a veces se saturó la centralita. Así que mis compañeros estaban malhumorados y me culpaban. Hubo un fenómeno boca a boca, pero pasaron dos años hasta que conseguí fondos para continuar la investigación. Todo el mundo era muy escéptico, yo era un desconocido. Cuando me marché a los Estados Unidos (en 1986) tuve las mismas dificultades para conseguir financiación. Fue difícil, pero siempre es difícil para los investigadores, no tienes un trabajo garantizado ni una carrera. No sabes qué va a ocurrir durante el siguiente año.

P. Pero usted creía firmemente en sus hallazgos.

R. Sí, no teníamos ninguna duda de que la bacteria estaba allí. Sí que teníamos dudas de cuál era su importancia en las úlceras porque al principio no pudimos erradicarla, así que era difícil probar que estaba relacionada con este tipo de lesiones. Pero después de tres o cuatro años

 

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