En el estudio participaron 1.962 que habían sido atendidas en dos clínicas de Carolina del Norte, entre 1996 y 2000. De ellas, casi un 12% tuvo partos prematuros. La mujeres que sufrían fuerte ansiedad (con experiencia de hemorragias vaginales, aborto y otros problemas en el embarazo) tuvieron dos veces más de probabilidades de dar a luz prematuramente que las que padecían menores niveles de ansiedad. Pero incluso aquellas, cuya ansiedad no se relacionaba con anteriores experiencias de problemas de gestación, tuvieron un alto riesgo de tener partos prematuros. Además, las que sentían discriminación racial presentaban un 40% mayor de riesgo de parto prematuro.
Del grupo de mujeres embarazados con episodios de estrés, 402 tuvieron partos a término y 71, prematuros. En cambios en el grupo de mujeres sin apenas episodios de estrés, los partos a término fueron 416 y prematuros, 39. Para los investigadores, está claro que el estrés influye en la posibilidad de parto prematuro, pero no en qué grado. En realidad, han comprobado que la mayoría de la mujeres que sufren estrés durante su gestación, no tienen parto prematuro. Con todo, creen que el estrés puede provocar un aumento de la secreción de esteroides en la matriz y estimular de este modo los receptores celulares que controlan la contracción y la relajación uterinas.