Ciclo de entrevistas “Invisibles”: Dra. María Eugenia Quinteros Nelle

“Cuando llegan a Amaicha, mis alumnos se llevan la otra cara de la medicina”

La doctora María Eugenia Quinteros Nelle ejerce en la localidad tucumana las tareas de médica y docente. Busca instalar en los pasantes el “chip” de la vocación de servicio y visibilizar las problemáticas de las comunidades indígenas.

Autor/a: Celina Abud

Fuente: IntraMed

Invisibles: No siempre el valor y la fama coinciden; ni los médicos más dedicados son los más visibles. Valoran el agradecimiento de quienes los necesitan más que algunos minutos en televisión. Forman parte de sus comunidades y están comprometidos con ellas. No tienen nada para vender; más bien comparten lo que tienen, lo que saben. Atienden en localidades remotas a familias humildes, no quieren dejar huérfana a ninguna enfermedad. Curan cuando se puede y cuidan siempre. Son aquellos que con los pies en el barro le dan sentido a una profesión milenaria. IntraMed quiere homenajearlos con este ciclo de entrevistas que se propone darles visibilidad a los “Invisibles”.


La doctora María Eugenia Quinteros Nelle supo que quería desarrollar su carrera en Amaicha del Valle, en la región de los Valles Calchaquíes, provincia de Tucumán. Ella pertenece a un árbol genealógico de la comunidad originaria y a pesar de que nunca había vivido en la localidad, esperaba “volver” allí. Su deseo no se cumplió de inmediato, pero pudo lograrlo gracias a que la Universidad Nacional de Tucumán gestionó su cargo para que se encargara de coordinar las pasantías rurales y dejar una huella en los alumnos.

Hoy no solo hace consultorio de medicina general en el Policlínico de Amaicha del Valle y otros centros de salud, sino que coordina operativos de difícil logística para llegar a lugares  remotos. Sus alumnos participan de estas experiencias y sienten en carne propia el agradecimiento por la tarea cumplida. En diálogo con IntraMed, Quinteros Nelle dice que sigue viendo su futuro dentro de la comunidad de Amaicha, porque “los proyectos que puedo tener aquí, no son meras metas personales, ya que uno siempre está pensando en los beneficios colectivos”. Aquí, sus palabras.

La decisión de instalarse en Amaicha del Valle. Los últimos dos años de los siete  de carrera en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Tucumán son de prácticas finales obligatorias, y dentro de esos dos años, los últimos seis meses son de pasantías rurales, es decir, prácticas finales en un ámbito rural.

Yo soy criada en la ciudad de San Miguel de Tucumán, pero tengo familia en Amaicha. Incluso mi papá es comunero y pertenece a la comunidad. Como yo ya tenía identidad con el lugar y sentido de pertenencia, cuando en segundo año de la carrera me enteré de que había una sede de prácticas finales ahí, yo ya sabía que quería hacerlas en ese lugar. Y después, ya más avanzada la carrera (en cuarto o quinto año), yo ya tenía en claro que quería vivir en Amaicha.

En medio de una búsqueda personal, comencé a preguntarme por quienes eran mis ancestros y ancestras. Eso también me fue guiando en el desarrollo de mis actividades. En familia siempre hablábamos de identidad, de lo que significa pertenecer a una comunidad originaria y si bien no vivíamos en ella (mi papá migró joven a San Miguel de Tucumán), siempre volvimos a nuestras raíces. Entonces digo que tuve la oportunidad de “volver”, por más que yo nunca haya vivido en Amaicha.

Los ámbitos rurales como decisión. Sigo eligiendo este lugar, por más que vivir en la ruralidad es una decisión, ya que uno tiene que renunciar a muchas actividades sociales, recreativas y deportivas que la ciudad te ofrece.

La ruralidad tiene otros tiempos, pero también tiene otros aportes, como no estresarse por la contaminación sonora, del aire, los vehículos o la seguridad. Entones, estos ámbitos aportan en estas cuestiones que hacen a la salud integral y ni que hablar de la Salud Mental Comunitaria. 

Veo que muchas veces se romantiza al que vive en la ruralidad. Cuando dicen: “Allá vivís tranquila. ¿No te aburrís?” La verdad es que mis días son de mucho trabajo, compromiso y no hay forma de aburrirse. Además, tenemos los mismos problemas que hay en la ciudad, como situaciones de violencia y consumo de sustancia, pero por el prejuicio de que en el campo no suceden en ese tipo de cosas, no se los prioriza. Entonces, los profesionales que podemos elegir a conciencia vivir y ejercer en ámbitos, rurales debemos redoblar la apuesta hasta dónde podemos llegar y visibilizar las problemáticas en comunidades campesinas indígenas.

En concreto, vemos enfermedades crónicas como hipertensión y diabetes, pero en menor frecuencia de la esperada. Por ende, analizamos si eso es debido a subregistros o si realmente la cantidad es menor por el estilo de vida. Después tenemos enfermedades endémicas, como el Chagas, la hidatidosis y algo de brucelosis. También dolencias asociadas al ambiente, como por ejemplo la calidad o la escasez del agua. Además de las patologías psicosiociales antes mencionadas (violencia, consumos problemáticos, suicidios), porque nosotros no estamos afuera de lo que pasa a nivel global.

A los que nos toca hacer medicina general vemos de todo. Y en lo personal creo que nos falta una gran formación en lo que es la medicina ancestral: deberíamos estudiarla más, si estamos trabajando en comunidades con estas características porque es importante amalgamar estos dos saberes, tanto de la medicina occidental como la ancestral, para poder ofrecerle al paciente una respuesta lo más completa posible.

Tareas en la práctica médica y en la docencia. Ejerzo en un consultorio generalista dentro del policlínico de Amaicha del Valle, pero también atiendo en algunos CAPS (Centros de Atención Primaria de Salud) en la zona de los Valles Calchaquíes (hay 6 en total).

También voy a las escuelas primarias y secundarias, mediante un dispositivo de tipo “consultorio móvil”, en el que hacemos salud comunitaria. Salimos siempre acompañados por los agentes sociosanitarios y hacemos los famosos “operativos de salud”, donde se ponen a prueba múltiples aprendizajes. Además, en todas las actividades que realizo, tanto en consultorio, consultorio móvil y asesoría, participan de manera activa los pasantes de las Universidades de Tucumán y de Mar del Plata. Con ellos trabajamos como un equipo de salud, no es que yo soy la profesora y digo qué va a hacer cada uno, sino que simplemente coordino el espacio en el que fortalecemos el trabajo en equipo, donde cada uno tiene una función que elige desde lo que puede aportar. De hecho, los momentos que más recuerdan mis alumnos cuando terminan sus rotaciones son los operativos de salud, donde me toca coordinar la logística y son complejos. Entonces, cuando esos esos operativos se pueden dar, son los que mayores satisfacciones dan. Ni bien terminan sus rotaciones de seis meses, ellos siempre los rememoran, porque la convivencia con el equipo de salud y la gente es algo difícil de describir si no se vive.

Cuando hablo de coordinar logística, me refiero a que a algunos lugares podemos llegar en vehículos (camionetas) y a otros solo podemos llegar caminando o a caballo. Es ahí cuando hay que ver cómo conseguir caballos de cerro bien alimentados, con herraduras y monturas sanas, contactar un baqueano, ver las provisiones y la comida que hay que llevar, planear dónde vamos a pasar la noche y después gestionar los insumos, desde los medicamentos a la tecnología básica (tensiómetros, saturómetros, termómetros). También recolectamos muestras de sangre para procesar en el laboratorio del policlínico y desde el área operativa de alta montaña gestionamos un ecógrafo portátil para hacer rastreo de hidatidosis.  Cada uno de estos puntos requiere un planeamiento inmenso y aun así, algo puede salir mal. Entonces también entrenamos la resiliencia y la creatividad de resolver lo que surja.

Cómo cambia la relación médico paciente en las comunidades más alejadas de los centros urbanos. Es muy diferente, porque en las ciudades, ni bien salís de tu servicio de salud, pasás al anonimato. En cambio, en  las poblaciones chicas, se cumple un rol constante y el reconocimiento es mayor, porque te agradecen con una palabra sincera, con la mirada y ni hablar cuando te hacen regalos, que van desde un dulce de membrillo, algo de su cosecha, artesanías, ¡hasta me han llegado a cantar una copla en el consultorio!

Siento que respetan mi palabra. Muchos vienen a pedirte un consejo, a ser escuchados, esperan ese espacio de confianza para ordenar ideas.

En el pueblo nos conocemos todos y llego a atender hasta a mis propios familiares. Además, el ser hija de un comunero, provenir de un árbol genealógico originario, ser nieta de un recordado cacique y sobrina de otro ayudó a integrarme y que las personas me hablaran con total confianza. No tienen miedo de decirme en el consultorio “me he tomado un té de yuyo”, algo que no le suelen decir a los médicos por miedo a que los reten. Eso surge por todo lo que ha pasado en la historia con nuestros pueblos originarios, seguro los han tratado así alguna vez y si nunca lo hicieron, saben lo que le han pasado a nuestros antepasados. Entonces, siento que hay una apertura para conmigo, no existe ese miedo a que se los juzgue, porque soy una comunera más.

Recompensas profesionales y personales de atender en los Valles Calchaquíes. Le debo todo a trabajar en los Valles Calchaquíes. Cuando me recibí, espere varios meses a poder tener un cargo en Amaicha, pero no sucedía. Tras la espera, necesitaba trabajar y yo ya tenía el nombramiento de docente en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Tucumán. Por suerte, la institución ha confiado en mí como una persona que podía canalizar políticas de Estado y sus autoridades han podido gestionar mi cargo. En Amaicha se me abrió la posibilidad de la docencia, de poder estabilizarme profesionalmente y más puertas. Hoy estoy haciendo una maestría y rotación en otros lugares. Con esto quiero desmitificar el prejuicio de que los médicos rurales somos los de menor capacitación o actualizaciones en la profesión, o que somos bichos raros. Eso no es así. Además los profesionales de las áreas urbanas tienen mucho más acceso a las capacitaciones. Entonces, el médico rural tiene que tomar la decisión de hacer un doble esfuerzo para poder cumplir las metas y los objetivos, pero que se puede, se puede. Y aquí es donde cumple su papel un Estado presente, las voluntades políticas y la convicción de poder canalizar, a través de ellas, acciones para que los jóvenes profesionales apuesten por estos lugares. Yo no creo en la meritocracia, sino en todo lo contrario, creo en que haya políticas de Estado, instituciones y colectividades que estén ahí acompañándote, porque estoy segura de que yo sola, por mi cuenta, jamás hubiese logrado lo que he logrado si no hubiesen estado estas instituciones como la comunidad indígena y la universidad pública creyendo en mí.

Influencia del ambiente y la cultura en las enfermedades de las personas. Si nosotros pensamos en la definición de salud, vemos que ésta ha pasado por distintos procesos: ha dejado de ser solo la ausencia de enfermedad, sino que se le sumaron los componentes biopsicosociales. Pero en la medicina ancestral, el componente de la espiritualidad y vivir en armonía con nuestro medio ya había sido incorporado hace miles de años. Resulta curioso que para Occidente esto, que ya estaba en la forma de vivir o cosmovivencia de las comunidades, resulte súper novedoso. Con esto quiero decir que la forma en cómo nos relacionamos con nuestro medio va a tener un impacto en la salud. Cómo, cuánto y de qué forma consumimos, influye y mucho. Ahora se habla de las famosas tres erres (reciclar, reducir, reutilizar), pero eso, de alguna manera, se practicaba en mi comunidad, ya que al venerar a la Madre Tierra, la Pachamama, y agradecerle por los que nos da con ofrendas nos hacía conscientes de los ciclos de la vida. Y de que el consumo debe ser respetando al otro y la otra. Con esto no hablo sólo de las personas, sino de todo ser vivo y de toda la materia inerte, porque  los recursos no son infinitos.

En las ciudades, además, creo que hay muchas patologías que tienen que ver con la sociedad de consumo, porque se pierde un poco la dimensión de lo que consumimos, cuánto consumimos y qué daño producimos con cuánto consumimos. Si uno fortalece estos aspectos de las comunidades originarias (y puntualmente la de Amaicha del Valle, que pertenece a la etnia diaguita calchaquí) va a fortalecer la salud cardiovascular y la salud mental comunitaria también, porque ser parte una comunidad es un factor protector en este aspecto.

Reflexión sobre la medicina en la actualidad.

Se fue perdiendo el contacto visual, la escucha, los tiempos de consulta son mínimos y a veces ni se toca al paciente.

Creo que son innegables los avances de la medicina occidental, tanto en tratamientos, diagnósticos y especialidades que permiten que permiten resolver muchas situaciones de salud. Y es innegable el papel de la tecnología y la ciencia. Pero, paralelamente, creo también se fue perdiendo el motivo de por cual muchos médicos han decidido ser médicos, que tienen que ver con esa vocación de servicio y con el trato humanitario. En esta sociedad de consumo, parece que todo tuviera un precio, incluso la atención en salud, entonces se percibe que el médico más exitoso es el médico que más gana en lo económico. Por otra parte, se fue perdiendo el contacto visual, la escucha, los tiempos de consulta son mínimos y a veces ni se toca al paciente. Entonces, se empieza a medicalizar la vida, con fármacos a veces innecesarios, porque en ocasiones el paciente solo busca que le expliquen lo que le pasa.

Por ende, estamos en ese juego en que se avanza por un lado y se retrocede por el otro. Pero yo soy una persona con mucha esperanza. Como docente, busco sembrar en mis alumnos ese chip de que por qué estamos acá, el ser agradecidos con cada una de las oportunidades que tenemos tanto con la universidad como con las comunidades que nos abren sus puertas y nos cuentan sus problemas. En ese sentido, somos privilegiados. Y la verdad es que he tenido una satisfacción enorme, porque mis alumnos se llevan “otra cara de la medicina”, según sus propias palabras. Dicen que vieron lo que habían imaginado cuando pensaron en estudiar medicina, y que se lo olvidaron durante casi siete años. Creo que si uno hace ese esfuerzo en mostrar esa cara, va a ser posible una medicina más humana. Y en materia de satisfacciones, mientras hagamos las cosas bien en nuestro metro cuadrado, al ejercer las actividades con convicción y ética, nuestra profesión nos va a llenar de felicidad.


*Dra. María Eugenia Quinteros Nelle - Médica y comunera en la comunidad indígena de Amaicha del Valle, provincia de Tucumán. Docente en las universidades nacionales de Tucumán y Mar del Plata, coordinadora de pasantías rurales.

 

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