Un periplo legendario para una gema iconográfica

La Madonna Sistina de Rafael

Las apasionantes aventuras de unas obras de arte en tiempos turbulentos

Autor/a: Dr. Oscar Bottasso IDICER (UNR-CONICET)

Ille hic est Raphael timvit qvo sospite vinci rervm magna parens et moriente mori[1]

Érase una vez alguien que habiendo crecido en la ciudad austríaca de Linz, regresó muchos años después tras la anexión de ese país a la Alemania nazi, y planeó crear un fastuoso museo para exhibir obras maestras pertenecientes a los países conquistados: la “Misión Especial Linz”, o el “Museo Führer". La idea era establecer un centro dedicado enteramente a las artes donde también se pensaba incluir bibliotecas, cines y hasta un teatro lírico.

La colección de pinturas arrancaría con los afamados cuadros ya disponibles en pinacotecas germanas; para luego sumarse los provenientes de naciones que encajaban con la “civilización occidental Hitleriana”, y finalmente aquellas confiscadas a los “enemigos de la nación” y a los “pueblos inferiores”, léase eslavos y judíos. La musa inspiradora era la Galería de Pinturas de los Maestros Antiguos (Gemäldegalerie Alte Meister) situada en el Palacio Zwinger en Dresde. La misma abarcaba una vasta colección de pinturas,​ que habían sido reunidas por los Electores de Sajonia Augusto II y su hijo Augusto III en la primera mitad del siglo XVIII.

Por los riesgos potenciales de una guerra, este horrendo exabrupto de la humanidad pensó en una  “reubicación” de muchas de las obras allí presentes entre ellas la Dama de Blanco de Tiziano, obras de Vermeer, Durero, Rembrandt, Holbein, Cranach y la Virgen Sixtina (Madonna Sistina) de Rafael. El cuadro, encargado a Rafael por el Papa Julio II fue creado entre 1512 y 1513. Julio II había decidido donarlo al convento de San Sisto di Piacenza, en honor a su tío el Papa Sixto IV y a la vez agradecer a los piacentinos por su devoción a la Iglesia romana. Rafael concibió y pintó una maravillosa y meditativa Virgen velada con el Niño en brazos flotando sola en el cielo sobre una nube con San Sixto y Santa Bárbara uno a cada lado y por debajo los dos ángeles. San Sixto hace un gesto con sus manos que pareciera exhortar a participar del testimonio simbolizado. El pintor se habría inspirado en la fisonomía de su amante, la Fornarina, para delinear a la Virgen y en una sobrina del Papa para el caso de santa Bárbara. En su conjunto, el cuadro presenta una Virgen que aboga por la humanidad ante Dios, con ambos santos, participando de esa mediación. La Virgen presenta al Niño como una demostración palmaria del plan redentor para la humanidad. Los dos angelitos ubicados en la parte inferior miran hacia arriba quizás para reforzar la escisión entre el mundo y la esfera celeste; que a su vez está en consonancia con la perspectiva "de sotto in su”. Hasta 1754 la tela se exhibió en San Sisto di Piacenza, cuando fue precisamente vendida por los monjes benedictinos a Augusto III por 25.000 escudos romanos y llevada Gemäldegalerie Alte Meister de Dresde. Los piacentinos se quedaron con una copia realizada por Pier Antonio Avanzini.

Digresión de por medio, y enhorabuena la contienda se llevó puesto al Führer. El avance de las tropas rusas sobre lo que después se convertiría en la República Democrática Alemana (RDA) arribó un buen día a la bombardeada Dresde. A principios de mayo de 1945, la quinta división del Ejército de la Guardia estableció un grupo especial cuya misión sería buscar tesoros culturales escondidos por el Reich. Va de suyo que el museo se hallaba vacío.

La partida estaba liderada por el teniente Leonid Rabinovich, quien inquirió a decenas de personas a fin de obtener alguna información al respecto. Finalmente el 9 de ese mes, en un túnel por debajo del referido palacio, hallaron un mapa con marcas especiales, las cuales indicaban los sitios, donde los alemanes habían escondido pinturas y otros objetos artísticos de la mentada galería. Tres semanas después, el 28 de mayo, el equipo había ubicado todos los escondites donde se ocultaba el grueso de las telas de la Gemäldegalerie (un total de 478 obras), incluida la famosa Virgen. Se trataba de una cantera próxima al pueblo de Groβcotta (unos 23 km de la ciudad). En una novela que Leonid publicó en 1956, refiere que al desplegar el lienzo perteneciente a la Madonna Sistina todos los presentes fueron presa de una suerte de solemnidad. Los mismos soldados que no eran personas muy adentradas en cuestiones artísticas quedaron perplejos ante ella y luego de contemplarla por un buen rato abandonaron el recinto en un respetuoso y absoluto silencio.

Leonid Rabinovich había nacido a comienzos de 1913 en Odessa. Tras cursar estudios en una escuela de Zhitómir, asistió al Instituto de Arte de Kiev que le permitió sumarse como artista al Teatro de Ópera y Ballet de Kiev; en tanto que para mediados de los años 30, era un reconocido pintor del Teatro Judío de dicha iudad. Desatada la guerra marchó al frente como voluntario en junio de 1941. En septiembre del mismo año, su unidad fue rodeada por los alemanes, y tomado como prisionero cerca de Kiev. Sin ropas, formaba parte de las filas de comunistas y judíos a ser ejecutados. En un libro que él publicaría mucho tiempo después (A través de la noche), en aquel día se produjo lo que en términos teatrales se define como un colpo di scena, gracias al cual pudo salvar su vida al momento que un oficial alemán inspeccionaba el grupo de condenados. Ante el silencio de Leonid cuando el superior Nazi le interrogó sobre el porqué de su presencia allí, el militar repregunta si acaso era un comisario. Leonid simplemente niega con la cabeza. Sin que mediara otro cuestionamiento y quizás porque su fisonomía no encajaba con los arquetipos de los sentenciados Leonid refiere que el mandamás se dirigió a un suboficial y acto seguido le ordenó alejarse de ese lugar que no le correspondía. Después de escapar del campo de prisioneros, Leonid regresó al frente. Pasado unos meses supo que el padre y la madre habían sido asesinados por los alemanes, con la participación de colaboradores ucranianos, el 29 de septiembre de 1941 como parte del programa de exterminio de la población judía de Kiev. Masacre que también terminó con la vida de su esposa e hija. Concluida la guerra regresó a Kiev y desde 1955 hasta el final de su existencia publicó una serie de libros, muchos de ellos destinados a revivir historias de grandes artistas particularmente los pintores. En 1966, Leonid fue uno de los participantes de una celebración que conmemoraba el 25º aniversario de la ejecución masiva de judíos en BabiYar; mientras que su deceso se produjo unos años después, en agosto de 1969.

El 11 de agosto de 1945, la Virgen Sixtina, al igual que otras obras de esa colección arribaron a Moscú y fueron colocadas en el Museo Estatal de Bellas Artes Pushkin. En la capital soviética, la pintura fue sometida a una cuidadosa restauración por parte de los mejores maestros de la época. Según las referencias, Rusia no tenía intenciones de devolver las obras a Dresde, es más negaron durante mucho tiempo haberlas sustraído de Alemania. Esta y otras tantas piezas fueron colocadas en dos pasillos a los cuales se accedía con un permiso especial reservado a muy pocos. Por esos años las órdenes de Stalin establecían que sólo el director del museo, Sergey Merkurov, y el curador Andrey Chegodaev tenían derecho a ingresar a tales espacios. Un tiempo después de ocurrida la muerte del dictador, entre los dirigentes rusos comenzó a circular la idea de transferir la colección a la RDA. Inicialmente se propusieron dos soluciones: declarar las pinturas como trofeos pertenecientes al pueblo soviético y consecuentemente abrir el acceso público, o bien regresarlas al sitio original. La segunda alternativa parecía la más correcta. La restitución de los cuadros a la Galería de Dresde contribuiría, por otro lado, a fortalecer las relaciones amistosas entre la Unión Soviética, el pueblo alemán y la imagen de la RDA.

En abril de 1955, el periódico soviético, Pravda, se disponía a publicar un artículo sobre una exposición de obras maestras a punto de ser inaugurada en Moscú. Las autoridades gubernamentales habían decidido entregar la colección a la RDA, admitiendo la secreta sustracción al final de la guerra. Rabinovich iba a ser citado como el salvador de aquellos tesoros de la humanidad, pero en el último momento el soviet le exigió que cambiara su nombre por uno no judío. Fue así como Leonid pasó a apellidarse Volynskii. La exhibición se realizó en las salas del Museo Puskin y tuvo a lugar un hecho extraordinario. Entre el 2 de mayo y el 20 de agosto la Virgen fue visitada por 1.2 millones de personas, por lo que el museo tuvo que mantener las salas abiertas desde las 7 de la mañana hasta las 23 h, de lunes a domingo, a fin de contener la gran afluencia de visitantes. Miles de ellos concurrían cada día desde otras ciudades para contemplar las telas de Tiziano, Rembrandt, Durero, Vermeer, y Rafael; solo conocidas a través de las reproducciones que circulaban por aquellos tiempos. Los concurrentes se concentraban en torno de Madonna Sistina permaneciendo un largo rato. Catorce habitaciones tuvieron que ser desocupadas para exhibir tales lienzos. Como nunca antes, aquel edificio en el distrito de Volkhonka estuvo circundado por colas que insumían horas de duración. Tuvieron a lugar, incluso, más de 1.000 conferencias.

El 25 de agosto de 1955 se clausuró la exposición y se procedió al acto de entrega del primer cuadro, “Retrato de un hombre” de Alberto Durero. La Unión Soviética transfirió a la RDA un total de 1.240 pinturas restauradas.

Es archisabido que la simple contemplación de algo bello proporciona un soplo de pleno disfrute. El gran Dostoievski, quien era por así decirlo un enamorado de la galería de Dresde, subrayaba que la Madonna Sistina constituía la más maravillosa pintura creada por un genio humano. Para él representaba una especie de terapia personal… Vuelta de página.

Si nos ceñimos al campo de la probabilidad el cual apunta a brindar información sobre fenómenos azarosos con un grado variable de incertidumbre, la ilación que el devenir de la Madonna Sistina habría seguido dicho derrotero tiene mucho de conjetural al igual que las apuestas. Particularmente porque en las movedizas arenas interpretativas las inferencias varían en función de los supuestos de la propia probabilidad y del conjunto de datos que aviva tal ponderación. Con todo, los empero también pueden surgir.

Muy a la altura de las circunstancias, aquellos actores, con “San Leonidas” a la cabeza, se alinearon venturosamente bien como para que el barco arribase a buen puerto. Acaso imbuidos por el influjo de un tiempo en que la cultura se hallaba mucho menos amenazada por la productura, y la preservación de valores tan caros al alma humana no estaba en tela de juicio o sopesada por los veredictos del Dios mercado.    

[1] Aquí yace Rafael, por el que la naturaleza temió ser vencida mientras vivía, y al morir él, quiso también morir ella. Inscripción escrita por Pietro Bembo en el sarcófago del pintor.