"Tiene que haber algo en los libros, Montag, tiene que haber algo..." (Fahrenheit 451, Ray Bradbury)
Desde hace muchos años en IntraMed han circulado libros, literatura, autores, ideas e historias. Siempre hemos creído que entre la medicina y el resto de los saberes no existen (no deberían existir) fronteras ni aduanas. Les hemos abierto las puertas porque entendimos que esa palabra también nos era necesaria; porque no podríamos aspirar a ser mejores médicos, si antes no nos proponíamos ser mejores personas.
Queremos compartir nuestras experiencias como lectores e intercambiar los estremecimientos que cada uno haya sentido. Las emociones y las ideas que atraviesan los textos que vamos a leer. Iluminarnos mutuamente a partir de narraciones de la literatura universal. Sabemos que es una propuesta inactual. Algo por fuera del vértigo del tiempo que nos toca vivir y del culto vulgar a la novedad. Lo sabemos, por eso queremos hacerlo.
"Hay que distinguir los hechos de las proposiciones que los describen. Un dato no es un hecho". (Mario Bunge)
El mundo necesita ser leído. Y eso nos incluye a nosotros mismos y a nuestros pacientes. Karl Jaspers afirmaba que el método científico requiere de pluralismo metodológico y explicación comprensiva. Los resultados de la investigación ayudan a explicar los síntomas: "erklären". Pero comprender: "verstehen", se refiere al "significado" o sentido de los fenómenos que es siempre único, individual, situado e histórico.
Sin embargo, nos sobrevuela la sombra de un peligro: el de convertir en dato o en información cruda todo padecimiento humano que, por su propia naturaleza, se resiste al reduccionismo de la cifra. Las cuantificaciones pueden ser seductoras porque nos ofrecen la satisfacción fácil de la claridad. Son útiles, pero limitadas, funcionan bajo la condición de eliminar el contexto y de silenciar la historia. El filósofo C.Thi Nguyen denomina “captura de valor” a lo que ocurre cuando los valores de un agente, que son ricos y sutiles, entran en el entorno de un ambiente que presenta versiones simplificadas (cuantificadas) de esos valores; y esa versión reductiva y simplificada, que supone falsamente que lo representa, domina su razonamiento práctico. De estos desvíos nos protege la literatura. Por eso alentamos la lectura en común, como una forma de resistir a la pérdida de una milenaria habilidad que percibimos amenazada y más necesaria que nunca.
¿Qué significa leer lieratura?
Una niña, viendo a su maestra concentrada en la lectura le preguntó: “Señorita, ¿por qué lee, si usted ya sabe leer?” (Michèle Petit, “Leer el mundo”)
En tiempos de inteligencia artificial, de productividad obsesiva y de información asfixiante, leer podría ser una tarea que, para algunos, merezca formularse esa pregunta: ¿Para qué leer hoy? Precisamente por eso nace este taller. Para que nadie tenga que hacerse una pregunta tan absurda.
Nuestra atención está continuamente distraída e inundada por estímulos triviales que nunca se consolidarán en conocimiento. Son “calorías vacías” destinadas a mantenernos absortos. El conocimiento informacional desplaza al conocimiento narrativo. La información está comprimida en la inmediatez de lo particular. Su velocidad y su carácter efímero no dejan tiempo para la reflexión.
“El exceso de información disminuye la relación entre la señal y el ruido.” (Antifrágil, Nassim Taleb).
La era de la distracción no implica solo desatención sino una nueva jerarquía de lo que consideramos importante al perder los filtros por sobreestimulación lo que promueve una crisis de motivación y de profundidad. Sin estímulos constantes nos sentimos vacíos, impacientes, abstinentes. La sobreestimulación neuronal genera una respuesta inhibitoria (downregulation de receptores) por "excitotoxicidad". La respuesta disminuye, por lo que se requiere aumentar el estímulo en frecuencia y en intensidad. Es el clásico conflicto entre una fisiología de la moderación y una cultura del sobrestímulo permanente.
La pérdida de la sutileza es un signo de los tiempos, desde los sabores a las palabras son víctimas de esta distorsión de los estímulos.
David Foster Wallace percibió este fenómeno con mucha anticipación: “Creemos tener el derecho, que consideramos que nos ha otorgado Dios, a que nos entretengan; o bien, si no nos pueden entretener, por lo menos a que nos estimulen: no hay problema alguno en que el estímulo sea desagradable, siempre y cuando nos mantenga absortos.”
Neil Postman, uno de los teóricos de la comunicación más importantes del siglo XX, se atrevió a desafiar al optimismo enfático de la era de la información: "La era de Tecnópolis sostiene que los problemas más graves que enfrentamos en lo personal y en lo público requieren soluciones técnicas y acceso rápido a la información. ¡Eso es una tontería! Nuestros problemas más graves no son técnicos, ni surgen por falta de información."
Los libros, la lectura y la barbarie
De la miseria del lenguaje a la pobreza pensamiento
La idea de que las tecnologías son neutrales es un error. Las nuevas tecnologías alteran nuestros intereses: las cosas sobre las que pensamos. Alteran nuestros símbolos: las cosas con las que pensamos. Y alteran la comunidad: el espacio en que se desarrollan los pensamientos. Estos peligros han sido advertidos muchas veces en la historia de la humanidad, desde Sócrates a Heidegger, desde Marshall Mc Luhan a Walter Ong.
La literaturidad está siendo desplazada por la literalidad. La interpretación por la decodificación. La narratividad por el dataísmo. Las transformaciones en el hábito de la lectura no son cuantitativas sino cualitativas. Estamos pasando desde textos que demandaban una lectura literaria a una lectura literal. El paso de un régimen interpretativo a uno de mera recepción de información promueve una "mente literal". Esto limita el uso del lenguaje a la reiteración de significados comunes. La mera información y la comunicación son los niveles más básicos del lenguaje. Una cultura es un modo de alejarse de la barbarie, no uno de internarse en ella.
Este taller de lectura se hace porque no queremos que nadie lea por nosotros. Porque buscamos a tientas el antiguo placer de los textos. Porque es leyendo como encontramos los fundamentos para seguir haciéndolo.
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