Acerca de la buena comunicación en medicina
     de María del Carmen Vidal y Benito



La comunicación en medicina – Introducción

El médico general atiende a personas que lo consultan por presentar afecciones diversas que él debe reconocer, calificar y clasificar, es decir, diagnosticar. Recordemos que la semiología en medicina es la disciplina  que estudia los signos y los síntomas y que comprende la semiotecnia,  constituida por las técnicas que permiten hallar, describir y definir signos y la clínica propedéutica que consiste en la  organización de los signos y los síntomas para construir un diagnóstico.


Es importante destacar  que el diagnóstico no es un fin en sí mismo, aunque la posibilidad de realizarlo, sobre todo en los casos complejos, produce una considerable satisfacción intelectual  y suele promover que se ocupe  un lugar destacado en el equipo médico .
No hay que dejar de lado el hecho de que el diagnóstico médico es probabilístico y de que es importante porque  constituye la base sobre la cual se toman decisiones y se planifican tratamientos.
En este sentido práctico, un diagnóstico no tiene por qué ser absolutamente cierto, pero debe asegurar  que la presunción sobre la que se toman las decisiones terapéuticas es la mejor entre todas las probables.
El diagnóstico es una hipótesis sustentada en observaciones, acerca de la naturaleza de la enfermedad que padece una persona, es importante tener en cuenta que no siempre la realización de más estudios y pruebas diagnósticas producirán más certeza .
Pero el médico se enfrenta también a las conductas y vivencias de sus pacientes con los que inevitablemente se establece una interacción.
Solamente si logra como objetivo mínimo, comprender y explicar las conductas de las personas que lo consultan y  ponderarlas como conductas  adecuadas o inadecuadas, normales o anormales, sanas o enfermas, podrá llegar a un diagnóstico más abarcativo y totalizador.
Es importante tener en cuenta que, si bien la subjetividad es cuidadosamente evitada en la Medicina, cuando se trata de los fenómenos psíquicos y conductuales que se manifiestan en la interacción con el médico, dicha subjetividad  se constituye en parte integrante de la evaluación .
Recordemos que la mayor de los procesos psicopatológicos se diagnostican por la psicosemiología,  ya que carecemos hasta la fecha de pruebas objetivas para la mayor parte de los mismos.
La evaluación diagnóstica de dichos procesos se logra por el consenso entre pares y  por el análisis de las conductas del paciente interpretadas siguiendo los postulados de las diferentes teorías a las que cada uno adhiera, siempre que dichas interpretaciones justifiquen razonablemente la presunción que se sostenga.
Los manuales de clasificación de las enfermedades mentales han sido de gran utilidad para consensuar definiciones y poder de este modo emprender en distintas partes del mundo, investigaciones que sean  comparables, ( Manuales de Clasificación Diagnóstica:  DSM-III, DSM-IV, ICD9, ICD10, etc. ).
Finalmente si la terapéutica implementada a partir de dicha evaluación se traduce en mejoría y mayor bienestar psíquico para el paciente y la familia, se presume que la hipótesis de la que se partió fue correcta.
Este modo de comprender lo psíquico, no significa que se pretenda independizar lo psicológico de lo biológico ya que sabemos que las conductas y vivencias sólo son posibles por la existencia de un sustrato biológico regido por las normas y reglas del mundo de las ciencias naturales.
Pero tampoco hay que olvidar que el universo de los significados humanos excede el marco rígido de las llamadas ciencias duras como la física, la química o la matemática, para incorporar el mundo de las ciencias del hombre, tales como la sociología, la antropología, la literatura, la filosofía, la historia.
No proponemos, por lo tanto, promover una subjetividad fuera de todo control, sino que  se incluyan la subjetividad del paciente y la del médico en el análisis de la situación .

Esto quiere decir que dichas subjetividades serán consideradas como signos y/o síntomas semiológicos que habrá que evaluar .

El manejo de la información es parte esencial del acto médico
Pero si además consideramos que en la interacción entre el paciente y el médico se despliegan conductas y vivencias, que sumadas a los signos y síntomas que motivan la consulta, permitirán un diagnóstico médico biopsicosocial del problema que trae el paciente y sostenemos que toda interacción es comunicación, resultan claros los beneficios de desarrollar  las habilidades comunicacionales en los profesionales del arte de curar, si fuera posible, desde el inicio mismo de las carreras correspondientes.

Dichas habilidades lograrán que el médico obtenga del paciente un auténtico relato de su enfermedad y de cómo la ha experimentado.

Cuando un paciente ingresa en la consulta, el médico realiza una entrevista que le permite precisar  lo que motivó dicha consulta recabando además  los datos necesarios para llegar al diagnóstico presuntivo del problema que lo aqueja.

Resulta de importancia la evaluación de la conciencia de enfermedad, es decir, qué entiende el paciente de su estar enfermo, qué ha comprendido de las explicaciones del médico, cómo ha impactado en él su padecimiento, qué estrategias defensivas ha utilizado y utiliza frente al temor que despierta la enfermedad y con quién cuenta para su apoyo y contención.
También es importante formularse el interrogante del por qué el paciente consulta cuando lo hace, sobre todo cuando el problema que lo aqueja es de larga data.

Además de recabar información , el médico también la brinda y en ese sentido puede ayudar a los pacientes con explicaciones acerca de los procedimientos indicados  y de cómo se sentirán al realizarlos,  junto con recomendaciones que les permitirán afrontar la situación con menor desajuste.

Se calcula que se logra un diagnóstico correcto en más del 50% de las situaciones en medicina en general y en cuatro de cada cinco pacientes en clínica médica en particular,  con la realización

de una anamnesis adecuada.
La entrevista médica es un quehacer, para el cual muchas personas están naturalmente dotadas mientras otras lo están muy poco, pero las habilidades y destrezas, las técnicas para entrevistar y recabar información ejerciendo al mismo tiempo una acción psicoterapéutica de contención y

esclarecimiento pueden ser aprendidas.
Estas técnicas, como tantas otras en medicina, requieren de fundamentación y teorizaciones que al explicar su por qué y su para qué  impiden la estereotipia de una práctica vacía de significado.
Todas las razones expuestas han motivado la presentación de este texto que pretende colaborar en la formación y la tarea del médico y de todos los integrantes del equipo de salud, en cuanto a la habilidad de lograr una buena comunicación en medicina.
Cada capítulo se refiere a un tema cuya profundización podría llegar a constituir un tratado en sí mismo.

Pero esta presentación, no pretende, ni mucho menos, agotar cada una de dichas temáticas, sino aportar elementos útiles a los miembros del equipo de salud para el desempeño de sus tareas cotidianas.

De acuerdo con la conceptualización de Bachelard, de que no existe lo simple, sino lo simplificado, se intenta no desnaturalizar la tarea que se pretende enriquecer y para ello se hace necesaria una cierta complejidad en la explicación de algunos de los fenómenos presentados.
Así, quien busque recetas al estilo de “hágalo Ud. mismo”, no podrá encontrarlas aquí.
Se intenta que el lector pueda enriquecer su práctica con una “mirada” complementaria  que, si bien la vuelve más compleja, la completa y la aproxima a la realidad del fenómeno humano.
Pensamos que finalmente, esta comprensión más amplia y abarcativa lo conducirá a pensar en mejores soluciones para sus pacientes.