Introducción |
Según estimaciones a nivel mundial, la incidencia de obesidad es del 10.8% entre los hombres y del 14.9% en las mujeres. Desde 1980 a 2013, la población obesa prácticamente se duplicó. De la misma manera, la población con sobrepeso se incrementó desde un 28.8% a 36.9% en hombres, y de 29.8% a 38% en mujeres. También existe un aumento notable entre los niños y adolescentes. Todos esto llevó a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara a la obesidad como una epidemia global.
La obesidad afecta negativamente varios aspectos de la salud e incrementa el riesgo de muchas enfermedades crónicas, tales como diabetes tipo 2, hipertensión, síndrome metabólico, dislipidemia, enfermedad cardiovascular, artrosis, insuficiencia renal crónica, muchos tipos de cáncer, esteatosis hepática, apnea del sueño, depresión y otros trastornos psiquiátricos. Además, existe evidencia reciente que apunta a una relación entre la obesidad y la disfunción cognitiva, especialmente cuando aparece el aumento de peso en personas de edad intermedia.
Por otro lado, también se describió que en los adultos mayores la obesidad se asociaría con determinados beneficios, lo cual suele denominarse “paradoja de la obesidad”.
Hoy, todavía no se conoce con detalle la asociación entre la obesidad y la función cerebral, ni el mecanismo a través del cual la mayor cantidad de tejido adiposo podría dañar las habilidades cognitivas y el bienestar psicológico. En esta revisión, los autores investigaron la relación entre la obesidad, el deterioro cognitivo (DC) y los trastornos psicológicos, junto con el papel de los posibles factores de confusión y otras variables.
Obesidad y deterioro cognitivo |
La mayor cantidad de adiposidad en sujetos normales se relacionó con menores volúmenes del hipocampo, la corteza orbital frontal y los lóbulos parietales
La integridad estructural del cerebro se ve reflejada en los volúmenes de diferentes sectores cerebrales. La pérdida de tejido, uno de los marcadores de la salud neuronal, es normal durante el envejecimiento, pero es mayor en los pacientes con demencia. Hallazgos recientes sugieren que la obesidad afecta la estructura del cerebro de los sujetos con DC, e incluso se relaciona con un menor volumen cerebral en personas sanas.
En un estudio prospectivo con mujeres obesas, la atrofia del lóbulo temporal presentó incrementos del 13% al 16% por cada unidad de aumento del índice de masa corporal (IMC). En otra cohorte de 700 personas con DC, el aumento del IMC se asoció con un menor volumen de los lóbulos frontal, temporal, parietal y occipital. Un análisis global demostró una reducción del 0.5% al 1.5% de la masa encefálica por cada punto de aumento del IMC, incluso corrigiendo por otros factores de confusión tales como el sexo, la edad y el nivel educativo.
En estudios de imágenes cerebrales se vio que los individuos obesos presentan una menor cantidad de materia gris en la circunvolución postcentral, el lóbulo frontal, el putamen y la circunvolución media frontal, en comparación con individuos de peso normal.
La mayor cantidad de adiposidad en sujetos normales se relacionó con menores volúmenes del hipocampo, la corteza orbital frontal y los lóbulos parietales. Asimismo, en estudios transversales se encontró que la relación cintura-cadera elevada se correlacionó con un menor volumen del hipocampo y el lóbulo temporal.
Un análisis de 1400 individuos japoneses encontró una correlación inversa entre el volumen cerebral y la obesidad; particularmente, halló menos sustancia gris en los lóbulos temporal, occipital y frontal, así como en la región anterior del cerebelo.
En varios estudios se demostró una asociación entre la obesidad durante la edad media y el DC en la edad avanzada. Se encuentra establecida la relación entre el hipocampo y la memoria, y que el menor volumen de esta región predice la demencia en la población general.
No se comprenden con exactitud los mecanismos a través de los cuales la obesidad provocaría el DC, pero existen algunas explicaciones posibles. Algunas características histopatológicas de la enfermedad de Alzheimer, tales como las placas de amiloide y los ovillos neurofibrilares, se encuentran más frecuentemente en pacientes obesos mayores que en las personas con peso normal.
De hecho, en un estudio en pacientes normales, se encontraron más depósitos de amiloide ß en la región del hipocampo en pacientes con obesidad mórbida en comparación con controles de peso normal. Se piensa que podría existir una conexión entre el tejido adiposo y el metabolismo del amiloide ß.
Una dieta rica en grasas podría incrementar, de manera independiente, el riesgo de DC. En un estudio prospectivo, una dieta con más calorías se asoció con una mayor incidencia de DC con un seguimiento de 6.3 años. Este tipo de dieta podría alterar la fisiología cerebral, dañando la barrera hematoencefálica.
Por otro lado, los mayores niveles de tejido adiposo incrementan la inflamación sistémica, provocando DC y demencia. Se ha demostrado que las alteraciones sobre la función cognitiva en el síndrome metabólico se encuentran mediadas por la inflamación. Sin embargo, la relación directa entre la inflamación y la demencia no está clara.
Obesidad y psicopatología |
Existen varios estudios que demuestran una relación entre la enfermedad mental y la obesidad. No obstante, existe mucha discusión en torno de la relación entre la grasa corporal y la psicopatología.
Se ha relacionado la obesidad con la presencia de trastornos del estado de ánimo, de ansiedad, baja autoestima, trastornos de la alimentación y problemas emocionales. La depresión es mucho más frecuente en los sujetos obesos en comparación con personas de peso normal, en un 29% a 56%. Según un estudio con más de 40 000 personas, la relación con la depresión es más marcada en mujeres obesas que en hombres obesos.
Sin embargo, en ningún estudio ha podido demostrarse de manera concluyente una relación de causalidad en ningún sentido: la obesidad no precede a la depresión ni la depresión predispone al aumento de peso. Es posible que los resultados controversiales de los estudios se deban a una falta de consenso en la manera de definir el desempeño psicológico, y deberían llevarse a cabo más investigaciones con respecto al tema antes de sacar conclusiones definitivas.
La paradoja de la obesidad |
La obesidad en la mitad de la vida predice la aparición de enfermedad cardiovascular y DC en la mayoría de los estudios. Estos resultados permiten deducir que el incremento de peso en la edad media predice la aparición de demencia en la edad avanzada. Sin embargo, en varias investigaciones se ha observado que la obesidad en edades avanzadas no se relaciona con el DC, e incluso puede haber una relación inversa.
Gran parte de la literatura científica sobre el tema remarca que la grasa corporal podría predecir una mayor supervivencia en los ancianos. Incluso es posible que un IMC bajo en la edad media predisponga al DC más adelante.
El IMC evaluado de manera continua en muchos estudios no predijo la aparición de DC, y al ser evaluado en edades avanzadas, no incrementó el riesgo de DC. En resumidas cuentas, en edades intermedias el aumento del IMC se relaciona con una mayor incidencia de demencia, pero en edades avanzadas los resultados de los estudios son discordantes.
En otro orden, en un metanálisis reciente se observó que un IMC bajo en edades intermedias incrementa el riesgo de DC en edades avanzadas. Estos hallazgos sugieren que, en la edad media de la vida, tanto el IMC bajo como el elevado se asocian con una mayor incidencia de demencia, mostrando una relación en U.
Es posible que la relación entre el IMC y la demencia en pacientes más ancianos se vea confundida por la pérdida de masa magra. De esta manera, el IMC podría subestimar la adiposidad en la edad avanzada. Cuando se consideran marcadores alternativos, tales como el diámetro abdominal o la relación cintura-cadera, se encuentra que se asocian con un mayor riesgo de demencia.
Otro factor de confusión posible entre el IMC, la edad y la demencia es que la pérdida de peso rápida puede preceder la aparición de demencia. Esto provocaría que el valor predictivo de la obesidad tenga un mayor impacto en la edad media, ya que los más ancianos pueden haber perdido peso.
Además, la pérdida de peso se asocia con más comorbilidades en la edad avanzada, y refleja una salud más deteriorada. De esta manera, la obesidad parece ser un factor protector en la población anciana, aunque se requieren más estudios para clarificar esta relación.
Conclusión |
No está claro si la obesidad incrementa el deterioro cognitivo de manera independiente de otros factores de riesgo. Aunque estudios tempranos encontraron una relación inversa entre el IMC y el DC, trabajos más recientes con mejor diseño parecen demostrar que la obesidad es un factor de riesgo para el DC.
En el futuro debería investigarse la relación entre la obesidad y el funcionamiento cerebral, teniendo en cuenta muchas covariables también implicadas, tales como el sexo, la edad, el estilo de vida, la presencia de enfermedades mentales, de enfermedad cardiovascular y de marcadores inflamatorios.
SIIC- Sociedad Iberoamericana de Información Científica